Televisión no apta para consumo humano


Se aproximan elecciones, que requieren medios, que significan televisión, la cual resulta el peor desastre económico, político, social y cultural de Venezuela.
 
En nuestro país existen tres grupos por encima de la Ley: los motorizados, la mafia de los casinos y la televisión.

Todo el mundo sabe en Venezuela, salvo la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel), que la masiva violación de normas y el irrespeto al público por parte de la televisión de señal abierta determinó la fuga de un 33% de la audiencia hacia la televisión por suscripción.

Salvo Conatel, todo el mundo conoce que la audiencia de la TV por suscripción dejó de crecer debido a la brutal violación de la Ley Resorte que este medio comete minuto a minuto.
 
Nadie ignora, excepto Conatel, que la televisión por suscripción en  todas sus emisiones  aumenta ilegalmente el volumen en los comerciales. Que en todas sus transmisiones de películas duplica el límite legal de 15 minutos de publicidad por hora. Que sus infomerciales acuñan cuatro horas seguidas, atropellando el límite legal de diez por ciento de la programación diaria. Que todos sus programas son inundaciones de prohibida  publicidad por inserción, la cual asesina la imagen con superposiciones, letreros e interferencias extrañas a ella. Que en los canales Premium, que cobran por películas sin interrupciones, todas son estropeadas por inserciones ajenas a la imagen original. En los video clips concurren hasta cuatro inserciones simultáneas para destruirlos. En algunos espacios se inserta un estúpido logo publicitario que dura todo el programa o todo el día.
 
Para la televisión privada de señal abierta o de suscripción, un programa es una res muerta a ser destripada por una zamurera de comerciales, interrupciones, cuñas, inserciones e interferencias hasta provocar la huída de los damnificos, perdón, del público.
 
¿Por qué esa audiencia no escapa hacia la televisión de servicio público? En minucioso estudio de Mark Weisbrot y Tara Rutenberg se demuestra que los canales del Estado venezolanos captan para 2010 un 5,4% de la audiencia (“Television in Venezuela: Who Dominates the Media?” Mark Weisbrot and Tara Ruttenberg: Center for Economy Policy and Research of Washington).
 
Hay más de sesenta canales privados y doscientas operadoras de cable: que sólo cinco plantas públicas le conquisten tal porcentaje de la audiencia no está tan mal ¿Por qué no seducen el total?
 
¿Por qué no lideran todos los índices de audiencia, como lo hace en 2010 la estatal Corporación Radio Televisión Española desde que suprimió la publicidad? (Carlos Alberto Sánchez: “Sin publicidad, la audiencia ve más la televisión” 18-1-2010. www.adslzone.tv/.../sin-publicidad-la-audiencia-ve-mas-la-television/ ).
 
La respuesta nos la podría dar Earle Herrera, animador de “El Kiosco Veraz”, prestigioso espacio dominical de entrevistas, críticas y comentarios.
 
Varias veces vimos a Earle protestar en vivo y en directo, con el ánimo más que alterado, contra el diluvio de interrupciones, cortes y “pases” que despedazaban su espacio.
 
Todo el que haya visto algún programa de la televisión pública ha experimentado lo mismo: el espacio audiovisual es una incontrolable anarquía en la cual cortes, pases, interrupciones, cintillos, avances y logos irrumpen por todos lados como motorizados atropellando la emisión y la audiencia hasta asesinarlas.
 
Esta merienda de locos es cualquier cosa menos socialista: es la proclamación del más ramplón pajarobravismo, en virtud del cual el último alcalde que inauguró un poste de luz o la penúltima burócrata que se antoja de declarar algo se sienten autorizados a sabotear el trabajo de los comunicadores y la paciencia del público que los sintoniza.
 
Desesperado por el irrespeto a su trabajo, Earle Herrera cerró definitivamente su “Kiosco Veraz”. Quizá razones parecidas movieron a Ernesto Villegas a abandonar su programa matinal. Otros comunicadores me confían que están a punto de seguir el mismo camino.
 
El ancla de uno de los programas de mayor audiencia opina que los gerentes que interrumpen o interfieren los programas con banalidades carecen de la capacidad de evaluar los contenidos: son como la directiva de un hospital que ordenara a todo el personal interrumpir una operación de corazón abierto para dedicarse a atender a una señora con una espinilla.
 
Cuando la audiencia protesta, es normal: para eso se la maltrata. Cuando protesta el gobierno, es justificado: es su castigo por no aplicar la Ley Resorte. Pero cuando protestan los comunicadores, es que algo pasa.
 
¿A quiénes necesitará el proceso bolivariano: a sus mejores comunicadores y el público que atraen, o a los saboteadores de programas que ponen en fuga la audiencia hacia los canales de la competencia?


Todo depende de unas elecciones venideras que dependen de unos medios que se fundan en una televisión que no es apta para consumo humano.
Y tan fácil que sería aplicar la Ley Resorte.


PD: Fue conferido el Premio Aníbal Nazoa 2011 a Luis Britto García por su columna Pare de Sufrir en Últimas Noticias y su blog.

luisbritto@cantv.net



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Luis Britto García

Escritor, historiador, ensayista y dramaturgo. http://luisbrittogarcia.blogspot.com

 brittoluis@gmail.com

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