Se aproximan elecciones, que requieren
medios, que significan televisión, la cual resulta el peor desastre
económico, político, social y cultural de Venezuela.
En nuestro país existen tres grupos por encima de la Ley: los motorizados, la mafia de los casinos y la televisión.
Salvo Conatel, todo el mundo conoce que la audiencia de la TV por suscripción dejó de crecer debido a la brutal violación de la Ley Resorte que este medio comete minuto a minuto.
Nadie ignora, excepto Conatel, que la televisión por suscripción en todas sus emisiones aumenta
ilegalmente el volumen en los comerciales. Que en todas sus
transmisiones de películas duplica el límite legal de 15 minutos de
publicidad por hora. Que sus infomerciales acuñan cuatro horas seguidas, atropellando el límite legal de diez por ciento de la programación diaria. Que todos sus programas son inundaciones de prohibida publicidad por inserción, la
cual asesina la imagen con superposiciones, letreros e interferencias
extrañas a ella. Que en los canales Premium, que cobran por películas sin interrupciones, todas
son estropeadas por inserciones ajenas a la imagen original. En los
video clips concurren hasta cuatro inserciones simultáneas para
destruirlos. En algunos espacios se inserta un estúpido logo
publicitario que dura todo el programa o todo el día.
Para
la televisión privada de señal abierta o de suscripción, un programa es
una res muerta a ser destripada por una zamurera de comerciales,
interrupciones, cuñas, inserciones e interferencias hasta provocar la
huída de los damnificos, perdón, del público.
¿Por
qué esa audiencia no escapa hacia la televisión de servicio público? En
minucioso estudio de Mark Weisbrot y Tara Rutenberg se demuestra que
los canales del Estado venezolanos captan para 2010 un 5,4% de la audiencia (“Television in Venezuela: Who Dominates the Media?” Mark Weisbrot and Tara Ruttenberg: Center for Economy Policy and Research of Washington).
Hay
más de sesenta canales privados y doscientas operadoras de cable: que
sólo cinco plantas públicas le conquisten tal porcentaje de la audiencia
no está tan mal ¿Por qué no seducen el total?
¿Por
qué no lideran todos los índices de audiencia, como lo hace en 2010 la
estatal Corporación Radio Televisión Española desde que suprimió la
publicidad? (Carlos Alberto Sánchez: “Sin publicidad, la audiencia ve más la televisión” 18-1-2010. www.adslzone.tv/.../sin-publicidad-la-audiencia-ve-mas-la-television/ ).
La
respuesta nos la podría dar Earle Herrera, animador de “El Kiosco
Veraz”, prestigioso espacio dominical de entrevistas, críticas y
comentarios.
Varias
veces vimos a Earle protestar en vivo y en directo, con el ánimo más
que alterado, contra el diluvio de interrupciones, cortes y “pases” que
despedazaban su espacio.
Todo
el que haya visto algún programa de la televisión pública ha
experimentado lo mismo: el espacio audiovisual es una incontrolable
anarquía en la cual cortes, pases, interrupciones,
cintillos, avances y logos irrumpen por todos lados como motorizados
atropellando la emisión y la audiencia hasta asesinarlas.
Esta
merienda de locos es cualquier cosa menos socialista: es la
proclamación del más ramplón pajarobravismo, en virtud del cual el
último alcalde que inauguró un poste de luz o la penúltima burócrata que
se antoja de declarar algo se sienten autorizados a sabotear el trabajo
de los comunicadores y la paciencia del público que los sintoniza.
Desesperado
por el irrespeto a su trabajo, Earle Herrera cerró definitivamente su
“Kiosco Veraz”. Quizá razones parecidas movieron a Ernesto Villegas a
abandonar su programa matinal. Otros comunicadores me confían que están a
punto de seguir el mismo camino.
El
ancla de uno de los programas de mayor audiencia opina que los gerentes
que interrumpen o interfieren los programas con banalidades carecen de
la capacidad de evaluar los contenidos: son como la directiva de un
hospital que ordenara a todo el personal interrumpir una operación de
corazón abierto para dedicarse a atender a una señora con una espinilla.
Cuando
la audiencia protesta, es normal: para eso se la maltrata. Cuando
protesta el gobierno, es justificado: es su castigo por no aplicar la
Ley Resorte. Pero cuando protestan los comunicadores, es que algo pasa.
¿A
quiénes necesitará el proceso bolivariano: a sus mejores comunicadores y
el público que atraen, o a los saboteadores de programas que ponen en
fuga la audiencia hacia los canales de la competencia?
Todo depende de unas elecciones venideras que dependen de unos medios que se fundan en una televisión que no es apta para consumo humano.
Y tan fácil que sería aplicar la Ley Resorte.
PD: Fue conferido el Premio Aníbal Nazoa 2011 a Luis Britto García por su columna Pare de Sufrir en Últimas Noticias y su blog.
luisbritto@cantv.net