Durante la última década, Aporrea ha favorecido y potenciado la comunicación entre nosotros, tanto en el ámbito nacional como en el foráneo. Ayer tuve el grato placer, no tanto de conversar con ella, sino de escucharla, en el marco de su decimo aniversario, en un ameno encuentro que se llevó a cabo en el Centro Internacional Miranda, PH del edificio Anauco de Parque Central. Allí tuve el placer de encontrarme, por primera vez en diez años, con este inmenso colectivo comunicacional. Por supuesto, las emociones abundaron en las palabras de los participantes. Gonzalo Gómez, el eterno anfitrión y fundador, nos orientó sobre lo que se nos venía encima en las subsiguientes tres horas, siempre con el 7 de octubre gravitando en el horizonte. Luis Bonilla, presidente del CIM, hizo la antesala, y esbozó algunas ideas desde su perspectiva: El espacio de la crítica pública, El hilo vinculador entre los contenidos del interior del país con los de Caracas, Creación de las agendas temáticas y los equipos de trabajo que las aborden, y La gran idea estratégica macerada por el ingenio de nuestro Comandante en Jefe: “Debemos preservar, no tanto lo que hemos logrado, sino lo que nos falta por lograr”. Gonzalo volvió a la carga y nos adelantó a grandes rasgos, los cambios que le esperan a la imagen y estructura del portal: Ensanchamiento de la página, Capacidad para mayor numero de noticias destacadas en portada, Qué debe ir o no en esta, de acuerdo al número de visitas o el interés que genere un texto. Inserción de fotos, Mayor posibilidad de interactuar, Facilitación del uso de nuevas tecnologías, Incorporación directa de contenidos por el Poder Popular, etc. Perlas: 100.000 visitas diarias y contando.
Se abrió el derecho de palabra y la tomó Joaquín López Mujica: Libro en puerta que recoge todos los artículos publicados por él en Aporrea (y hay para otro que viene en camino). Edgar Carmona habló de la Red de Reporteros Comunitarios que debe surgir. Le siguió David quintero, luego Sabino Romero (el Cacique yukpa que anda por Caracas defendiendo su cultura, su tierra y su vida). Manuel Pérez Iturbe y su “Certificación de Rumores”. Rogelio Mijares con su propuesta de Aporrea TV. Y hasta allí llegué pues tuve que retirarme por razones de fuerza mayor (nada que ver con la incontinencia, por ahora).
Pero mientras estuve allí me llamó la atención el verme rodeado por una generación contemporánea que promedia el medio cupón. Abundantes canas, chivas a las que le floreó el café (como decía mi viejo), con un estilo incluso de vestir, pararse, hablar; que identifica a los que vislumbramos el mundo de nuestra niñez en los sesentas y transitamos esa tierra de nadie, de la adolescencia, por los setentas, por supuesto, con sus excepciones, de “jóvenes aún” (cuarentones y treintones, sobre todo las damas eternamente lozanas). No es de extrañar que en el recinto, no hubiera público juvenil, y mucho menos compañeros y compañeras militantes de esta última camada que tendrán que encarar y responderle a los jóvenes de derecha, pues Aporrea es una página pa’ bejucos.
Los vejancones somos todos aquellos que por mucho esfuerzo que hagamos, se nos hace muy difícil entender esos nuevos códigos con los cuales se comunican los chamines, duchos en esas nuevas tecnologías (de las que habla Gonzalo), por razones de subcultura, y tiene que ver con esa facilidad para leer, hablar (cantar) y escribir (graffiti), la semiótica de las tribus urbanas (emos, pokemones, punks, flogger, metaleros, grunges, roqueros, góticos, otakus, fresitas, rastas, raperos, tukis, y sus fusiones) que pululan nuestras ciudades.
Esa dificultad para entender a nuestros chamos y chamas, y el mundo en el que se desenvuelven, es la que nos define como “adultos”, es decir, somos viejos en la medida en que menos entendemos a nuestros muchachos y muchachas, y mas aversión sentimos por sus expresiones (sobre todo las musicales). Si bien somos el grupo sobre el cual recae la conducción y la orientación de esta etapa, la revolución es esencialmente de ellos, por lo tanto, necesitamos tender puentes de fraternidad y entendimiento sobre esos chamos y chamas que a la postre son los que tomaran las decisiones en un futuro muy próximo. Estoy convencido de que toda esa distancia, llamada “brecha generacional”, no es más que una zanja labrada por la industria cultural, la que necesita fragmentar para acumular capital, producto de las modas y las tendencias. Dicho en otras palabras, en el fondo, son nuestros hijos e hijas, a quienes necesitamos acercar lo más posible, leyendo sus creaciones, pero también es necesario, que ellos nos lean, sientan el interés de saber por dónde va la bola en materia de revolución cultural, y qué mejor que un espacio en donde nos podamos leer todos: Aporreajuvenil.org.
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