Hoy cuando se crítica a Venezuela, y a su Presidente Nicolás Maduro de violar la libertad de expresión y de estar en contra de la prensa escrita, por el cierre temporal de algunos periódicos, debido a la carencia de papel, que no es culpa del gobierno, sino que obedece a circunstancias muy especiales, sumamente sospechosas, que van de la mano con la guerra económica desatada en el país por una oposición apátrida y comerciantes inescrupulosos que aprovechan cualquier oportunidad para perjudicar al Gobierno y así lograr su tan anhelado propósito de acabar con él; nos lleva a recordar la gran importancia y poder que tienen los medios de comunicación y la influencia que ejercen sobre la conciencia de todos los seres humanos.
Mucho se ha escrito y hablado sobre el poder y la influencia de los medios de comunicación social en los tiempos que corren. El tema no es nada nuevo, ya para comienzos del siglo XIX ese gran visionario que fue el libertador Simón Bolívar, observaba la importancia estratégica de esta materia, al calificar a la imprenta como la artillería del pensamiento.
Francisco de Miranda trajo cañones, bandera inédita y una imprenta. Simón Bolívar usó esa y otra para su Correo del Orinoco, que circulaba en español, inglés ý francés. José Martí llegó a Caracas y a poco fundó una revista. Vladimir Lenin entendió la importancia no solo de la imprenta sino de la electricidad, del telégrafo y de la naciente radio, Fidel Castro montó una emisora clandestina para impulsar y organizar la revolución. Hugo Chávez aprovechó el instante del 4 de febrero de 1992 para lanzar un “por ahora” tan sonoro y catalizador que aún resuena.
Todas las revoluciones han comprendido que la comunicación le es inherente. Saben que gran parte del poder de la reacción es comunicacional. Siempre fue así, desde púlpitos, cátedras y luego desde imprentas, radios, televisoras y ahora internet, las clases dominantes lo son entre otras cosas porque dominan las conciencias a través de un formidable martilleo ideológico.
A mediados del siglo XX, el poderío estratégico de los medios de comunicación se puso de manifiesto en su forma más cruda durante la segunda guerra mundial. El manejo dado por Hitler y sus secuaces a la propaganda de guerra marcó un capítulo negro en la historia de la humanidad.
En pleno apogeo del consenso de Washington y la locura neoliberal apuntalada por Ronald Reagan y Margaret Tatcher, la gran influencia y el poder casi ilimitado de los medios de comunicación, les hizo acreedores de un calificativo bastante elocuente: el cuarto poder a mediado de los noventa.
Esa gran capacidad de penetración en muchos casos se salió de su cauce con consecuencias dramáticas. El genocidio de Ruanda, instigada por dueños de medios inescrupulosos aún está fresco, tampoco se puede obviar que el terrible genocida George Bush se apoyó en una plataforma mediática, para masacrar a los pueblos de Irak y Afganistán. Ahora el actual presidente de EEUU, Barack Obama, lo hizo con Libia y ahora con Siria.
Las expresiones más elaboradas de ese cuarto poder son el terrorismo mediático y la dictadura mediática. En Venezuela, son más de catorce años de abierta lucha contra un sistema privado de medios de comunicación poderosísimo, apátrida, hoy rico en dinero y de amplia penetración. Con esos mismos medios se justificó la aventura golpista de Carmona Estanga y el criminal paro – sabotaje petrolero. Millones de compatriotas han perdido el juicio y están envenenados de forma casi incurable.
Nos han hecho mucho daño, pero no han podido mellar la conciencia y la esperanza de un sector mayoritario de la población que sigue empeñado en construir una patria libre y soberana.
En tiempo de revolución o democracia participativa, la labor de los profesionales de la comunicación social no debe desligarse de su verdadera función: decir la verdad y estar del lado del pueblo. Decir la verdad siempre coloca a los comunicadores y personas en general al lado de la revolución porque, no existe nada más revolucionario que la verdad.
La labor de los periodistas no puede darse en función de un proceso histórico. Esta siempre debe estar del lado de las causas del pueblo. En tiempos de revolución, de guerras, de paz el periodismo no puede estar al servicio de los intereses mercantilistas, al servicio de grandes potencias, debe estar del lado del pueblo.
Viva la libertad de expresión. Viva la democracia. Viva los periodistas.
Prof.
Rauljoseramirez@hotmail.com