A los periodistas

Declaración de principios

Debemos aclarar que una cosa es el sueño y el anhelo de un verdadero periodista o escritor y otra es la realidad, como ocurre con todas las profesiones.

Difícil, Augusta; sembrado su camino de angustias y signado su destino con la inaplazable consigna del deber, la misión del periodista debe responder en todo momento a la más cara obligación de una conciencia ciudadana y al empeño de superación que marca el espíritu en su afán de hacer obra útil y buena.

El periodista no debe olvidar que está educando y forjando al mundo. Cumplir su deber es tarea principal. Y cumplirlo bien, insoslayable ruta por la cual debe siempre transitar su pensamiento y su acción.

El periodista debe tener de su misión un concepto apostólico; una concepción superior y determinante para el rumbo de la colectividad a la cual debe servir siempre bien, y honradamente. No con aspiraciones de medro, buscando el premio inmediato del esfuerzo, sino con la conciencia tranquila y resuelta de una misión que está, que debe estar siempre, por encima de toda conveniencia de partido, de intereses de grupo, de beneficio personal.

Hay dos polos alrededor de los cuales debe girar siempre el empeño periodístico: Honradez y Capacidad. Así como no basta la pureza de una buena intención y hay que agregar la eficiencia y diligencia en el esfuerzo; de la misma manera no es suficiente la brillantez de una pluma, ni la rapidez de una imaginación, ni la propia capacidad técnica si el periodista no es honesto y digno de cumplir su deber como ciudadano y como hombre. Pero la honradez está por encima de todo.

Lo primero que debe pensar el escritor, él o la periodista cuando escribe es que su palabra valorará, inmediatamente, su propia personalidad. Y que la gente juzga a los hombres y mujeres por dos canales de expresión espiritual. La palabra escrita y el hecho realizado. Por ello, el hombre o la mujer juiciosa trata de coordinar bien su pensamiento con su acción, su mentalidad con su obra, el pensamiento con la evidencia de la propia personalidad, que es lo real.

Conocemos de tal o cual periodista por la manera como enjuicia los hombres y las cosas. Cómo trata a sus adversarios, cómo actúa frente a su deber y cómo fija su posición ante los ataques de los demás. No se debe de ninguna manera, responder la vulgaridad con la vulgaridad, mucho menos cuando sobran argumentos para la defensa de la estima y del propio valer.

El periodista no tiene derecho a corromper los pueblos. Tiene, si, el insoslayable deber de orientarles y trazarles los mejores rumbos. La verdad en todos los casos, la ética presidiendo su gestión mentora, la responsabilidad dándole su valor; el trabajo de un hombre o una mujer de pensamiento debe estar sujeto a las más puras y más nobles exigencias de su época y de su conciencia directora y digna. ¿Habremos meditado lo suficiente sobre el mal que hacemos con una pluma que se vive mojando en los bajos fondos de la calumnia, de la maledicencia y de la infamia?, ¿Cuántas familias desaparecen, se hunden en el desprecio público por la mala fe de un calumniador de oficio, de esos seres depravados que pululan, como gusanos, en alguna prensa amarilla, corruptora y mordaz?

La verdad hay que decirla siempre, cuéstenos la vida, pero la vulgaridad nunca debe llegar a la pluma de un escritor o periodista. Verídicos, si; vulgares, nunca.

Una vez Gabriel García Márquez afirmó que el periodismo era el mejor oficio del mundo. Y según mi opinión tiene sobradas razones.

Otra vez dijo alguien las célebres palabras: "Si hay un fin del mundo, ojalá se salve un periodista para contarlo". Felicitaciones periodistas en su día.

En otro orden de ideas, rechazamos enérgicamente, las sanciones de la Unión Europea, a funcionarios del gobierno, cuando en realidad es al pueblo de Venezuela, obedeciendo ordenes del Imperialismo Yanqui, para rendirnos y apoderarse de nuestras riquezas y a la vez, destruir nuestro país como lo han hecho en otras latitudes, como lo hicieron en Irak, en Libia, en Palestina, Siria, en Afganistan y otras regiones del mundo, violando el Derecho Internacional y La carta Democrática de las Naciones Unidas, de no intervención. Esa actitud asumida por los EEUU (que es el jefe de la Unión Europea)es la constante empleada por el Imperialismo de considerarse el ser Supremo que nadie puede enjuiciar.

Hacemos un llamado a todos los pueblos del mundo, a revelarse en contra de esa actitud hegemónica y fascista.

rauljoseramirez@hotmail.com



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Raúl Ramirez

Abogado, profesor y escritor. Ex-guerrillero.

 rauljoseramirez@hotmail.com

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