El 3 de junio de 1926 nace en Canoabo, estado Carabobo, una de las figuras fundamentales de la música venezolana del siglo XX. Uno de los directores de coro y orquesta que legó a la humanidad una forma de dirigir única; un compositor que nos dejó obras inmortales; un organista que junto a su padre Pablo y su hermano Evencio, sirvió de bisagra de dos tiempos. Cuando se habla del coro de la Universidad Católica Andrés Bello, de la Coral Filarmónica de Caracas, del Coro Colonial, del Collegium Musicum de Caracas y de la Orquesta Sinfónica Venezuela hay que hablar del pedagogo de las cinco líneas, del maestro Gonzalo Castellanos Yumar.
Fue uno de los estudiantes emblemáticos del padre de la Escuela Nacionalista, Vicente Emilio Sojo. Contaba apenas con veinte años cuando obtiene el título de Maestro Compositor y su obra de grado, la "Suite Caraqueña", obtiene el Premio Nacional de Música. Entre 1959 y 1963 vivió en Europa, donde estudia con genios de la talla del rumano Sergiu Celibidache y Olivier Messiaen. Una vez en Venezuela fue profesor de la Escuela Normal de Maestros "Miguel Antonio Caro", director de la Radio Nacional de Venezuela, director de la Escuela de Música "Juan Manuel Olivares", jefe del departamento de Música del INCIBA (Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes). Fue fundador y director del coro de la Universidad Católica Andrés Bello, de la Coral Filarmónica de Caracas y el director titular de la Orquesta Sinfónica Venezuela entre 1966 y 1978. Entre 1970 y 1972 el Ministerio de Educación le da la responsabilidad de dirigir la Reforma Musical que se lleva a cabo en todas las escuelas de música del país en la que participaron Luis Morales Bance, Telésforo Naranjo, Juan Carlos Núñez, Silvia Eisenstein, Isaac Hernández, Alejandro Plaza, Federico Ruiz y Alberto Grau, entre otras celebridades. En 1990 recibió el premio más importante de Venezuela para los músicos, el Premio Nacional de Música de Venezuela por su brillante trayectoria.
La imagen de los sueños se desdibujó el 10 de enero de 2020 como el Preámbulo Crepitante de una Égloga. Islas crepusculares colmaron el Rosal haciendo de él toda una Fantasía cromática en pleno Estro donde se forma el Anhelo cual Sonata en estilo clásico. Tres días después, muchos cantantes de coro, asemejándose a las Turbas del Viernes Santo, acuden al encuentro postrero con su maestro y entonen el Te Deum, el Ave María, el Tantum ergo y el Miserere en el interior de sus almas para recordarlo en sus mejores momentos como si se tratase de un Divertimento para pequeña orquesta o de un Divertimento para once instrumentos. Uno de sus pupilos, antes de preparar el levare piensa: "si su belleza en mi muriera como en ti, mar". Los congregados, en Antelación e imitación fugaz, conscientes que dedican su canto Al mar anochecido y Al santo niño de Belén entonan la Cancioncilla de Floraligia en La fuente del día. Los dolientes oyen la Misa de réquiem. El amolador interpreta el Aguinaldo indígena y los músicos de orquesta presentes recuerdan la Suite sinfónica caraqueña y los músicos de banda rememoran la Canción de Antruejo.
Simón Rodríguez nos dice que: "maestro es el que enseña a aprender y ayuda a comprender", eso es precisamente lo que hizo y hace el maestro Gonzalo Castellanos Yumar en el "resplandor de resplandores, alba sola de toda primavera".