De "Dossier" Martínez a Villegas a la 1

El periodismo se parece a una sala de operaciones. Quien entra como paciente, cirujano o paramédico, corre el riesgo de salir infectado, muerto o con resultados relativamente estables para todos. Igual sucede al caminar sobre arenas movedizas o realizar peripecias en la cuerda floja. Son riesgos inevitables desde el mismo momento en que comienza la acción profesional, directa o indirectamente.

En el ejercicio de esta profesión no hay adjetivos (y cuando aparecen, por lo general, son aduladores, arrogantes o chillones) como tampoco términos medios. O se ejerce con honestidad y dignidad, sosteniendo la verdad como estandarte o te conviertes en un asalariado "feliz" o en guabina afiliada al comodín gremial llamado C.N.P. (Colegio Nacional de Periodistas).

Dos periodistas, uno uruguayo-venezolano y otro, nacido en la mismísima Capital, salieron "del aire". El primero, en el canal del Estado, VTV y, el otro, en la inefable Globovisión. Ambos con larga trayectoria en el oficio. Ejercer en un medio (impreso, radial o TV) ubicado en la ciudad-madre de la historia de Venezuela, les ha dado cierta presencia visual y referencia en las conversaciones coloquiales, cafetineras y cocteleras dentro del "submundo de las audiencias" y, por supuesto, en los tabernáculos del Poder.

La noticia sobre estos dos profesionales / periodistas, no es conocer por qué salieron "del aire" ni cómo lo hicieron. Las razones rayan en lo obvio, objetivamente. Aquí la "noticia" es el grado de argumentos pueriles como ellos lo han planteado. El de VTV se queja de no haber sido informado por la propia presidencia del canal, pues, de acuerdo al "rango cívico-militar" que tiene debió ser tratado con modales nobiliarios y respeto principesco. Al diablo la pandemia del Coronavirus y la dificultad del personal de la planta de TV para llegar al sitio de trabajo y devolverse a la casa familiar, a una hora impredecible y riesgosa, libre del contagio pandémico. El programa que producía y conducía estaba más allá del peligro por un contagio o muerte. Era intocable, ajeno a la realidad que sufre el planeta, en general, y Venezuela, en particular. Fue suspendido sin cumplir con los "protocolos de ley"…

Mientras el otro, ex - diplomático y ex – constituyentista durante este proceso político llamado Bolivariano, lanza flechas envenenadas, reactivas todas, contra el mismísimo presidente de la república utilizando para ello el "nido de los idiotas" como calificaría el prof. Humberto Eco a las redes sociales. Recurre al rebuscado derecho de la ¡Libertad de Expresión! para inflar su imagen en pantalla o pantallera. ¿Cómo puede una persona cambiar de color – por no decir de bando- cuando los tiros suenan en su patio? Ah! La dialéctica realidad que todo mueve, muta y transmuta lo sorprendió cual ingenuo recién graduado de la Escuela de Comunicación Social (ECS) de la UCV. Intentar ser cuarto bate y novio de la madrina al mismo tiempo, es una peripecia osada, digna de rechiflar y aborrecer.

Tal cual impuso la escuela periodística norteamericana, refrendada en América Latina por nuestras subalternas ECS, el periodista es un "intermediario" entre la prostituta "opinión pública" y el imperturbable Poder constituido. Por lo tanto, pareciera inducir que los profesionales del periodismo están exentos de castigos, amonestaciones y separaciones "arbitrarias". Además poseen, desarrollan y exhiben, permanentemente, una sensibilidad de quinceañera ante el rugido del patrón, privado o público.

Como vedettes mediáticas o "anclas" – para seguir con la jerga mediática pro gringa – se rasgan las vestiduras buscando culpables por semejante acción que los colocó, en igualdad de condiciones, fuera "del aire". Cado uno con estilo propio pero teniendo en común, la arrogancia típica de quienes creen que el periodismo que ejercen, está entre Dios y el Diablo. Otra vez volvieron a probar, en carne viva, lo finito de la presencia mediática individual. ¿Cuántos periodistas, hombres y mujeres, han sido echados de los medios privados y públicos, de provincia, capitalinos e internacionales, con argumentos miserables, palabras sibilinas y engaños laborales? Desde el mismo momento cuando surgió esta profesión, de sabores y sinsabores, de coraje y frontalidad, cual artillería del pensamiento, la mano del Poder le ha retorcido el pescuezo a miles de periodistas. Julio Assange es una muestra valiente de la vileza mediática mundial.

¿Cuántos periodistas siguen (ciegamente) órdenes emitidas e impuestas por los manipulares dueños de medios privados y presidentes de canales oficiales quienes, en menos de un chasquido de dedos, los echan a la calle ( "salen del aire", suena mejor y elegante) con más pena que gloria?

Ejercer el periodismo en la madriguera de las serpientes y hienas y pretender no ser envenenados o mordidos, es como contar el cuento de la caperucita roja, pero sin el lobo. Todo Poder cobra factura a sus aduladores, al grupo de camaleones que lo rodean, al carga-maletín y oportunista que hace negocios con febril impunidad. Ambos periodistas jugaron a ser estrellas de la Comunicación televisiva, apoyados por el conocimiento académico y vivencial obtenido y practicado durante 40 años, aun así, no entendieron o no quisieron darse cuenta durante esas cuatro décadas que los acontecimientos siempre están "en pleno desarrollo", cortando de cuajo, cabezas aquí o allá, aunque quienes la intentan interpretar o difundir tengan una "amplia audiencia". El Poder y el Capital (político y económico) llevan siglos actuando con la precisión y frialdad de un relojero suizo y el cinismo de Don Vito Corleano, "El Padrino siciliano" de Mario Puzo.

En la violenta etapa sufrida por el país, al final del siglo XX y principios del XXI, quedó desenmascarada, por un lado, la mojigatería discursiva y piratería profesional de los supuestos periodistas "anclas", bien tarifados por los medios privados y, del otro lado, el ilimitado sesgo politiquero de los que prestan servicio al gobierno de turno, además de haber sido admiradores a ultranza del comandante Chávez. En ambos tipos de medios, es justo decir, hubo excepciones precisas y dignas.

El periodismo se hizo para decir la verdad, aunque sea huérfana, huela a formol, destierro y pobreza económica. Con la verdad uno se defiende, parodiando a una periodista rusa, asesinada por el servicio secreto de su país (ex-KGV), luego de revelar los abusos de poder del presidente Putin.

Quien se mueve entre aguas mansas y turbulentas, lleva plomo en el ala. Peor aquel o aquella que detrás de un carnet gremializado, habla hoy de libertad de pensamiento y luego, aparece aliado con sus antiguos adversarios se parecen tanto al Cura que se hace llamar ministro de Dios en la tierra y, al cerrar las puertas de la iglesia, se transforma en un despreciable pederasta. Igual cuando se habla de la situación mundial pero no se denuncian las cartas marcadas que lleva bajo la manga el nuevo aliado imperial chino, estratégico y fino jugador en el ajedrez mundial del Poder.

Creo más en "radio bemba" cuando habla de los hechos que viven, ven y sufren ( la mayoría de venezolanos y venezolanas ) que en la mediática interpretación que se transmite a diario, en programas "desinformativos" y de torcida "opinión", producidos en los estudios de TV y radio. Desde estas cuevas ponzoñosas, la "noticia objetiva" se emite con tiros de cámara perfectos, luces bien ubicadas, voz estilizada y un guión elaborado con manos y mente de seda.

Creo en "el periodismo al servicio de la comunidad" como sabia y humildemente dijo y demostró el sencillo reportero falconiano, Jesús Añez Nava, nacido en la segunda década del siglo XX. Los otros, se pasean por las pícaras agencias publicitarias y se recuestan al Poder, tarifando esta noble profesión, buscando oportunidades para granjearse las virutas de los todopoderosos y elevar la vanidad personal a un grado detestable.

El periodista es otra ficha prescindible en el circo del Poder, por lo tanto, es desechable así brille y deslumbre a los ojos de los receptores-masa. Estos dos periodistas quedaron fuera "del aire", rumiando como toros de yunta en la soledad de la noche.



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Elmer Niño


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