Globovisión ataca a la iglesia
Globovisión a través de un micro sobre el Socialismo del siglo XXI está haciendo un llamado a los feligreses para que se comuniquen y le pidan individualmente a dios, y abandonen el discurso del Presidente de vivir en “ekklesia” o asamblea.
Esto es algo así como una invitación a la disolución de los consejos comunales, para que acudan por separado a los templos, uno por uno, y le rueguen a solas a la imagen de Cristo para que les pida por favor a los amos del valle que le devuelvan al pueblo todo lo que le han robado, y lo que todavía le están robando.
Se ataca descaradamente al poder popular, a los consejos comunales, y a la misma iglesia de los venezolanos y venezolanas. La burguesía y sus lacayos, en franca decadencia intelectual, pretenden manipular a los chavistas con su fe cristiana, y los ponen en alerta roja porque el Presidente muy pronto prohibirá la oración y la comunión espiritual con Dios.
Camaradas, no podemos confundir los dogmas de fe con la justicia social. No todo en religión es moralidad, y no toda moralidad ha de ser religiosa. Se puede ser materialista, o agnóstico, y al mismo tiempo creer en la justicia y el amor. También se puede abrazar la fe católica y echar a la basura la doctrina cristiana del amor.
Es precisamente esta última, la posición de la burguesía, que dice creer en Jesús como hijo de dios, al tiempo que rechaza abiertamente la dimensión moral del cristianismo. Y peor a esta, es la hipócrita actitud de los jerarcas del templo. Estos pregonan a todas luces, tanto su fe como los evangelios, y en las tinieblas se cagan en Cristo.
El Presidente, cuando hizo el llamado para inventar nuestro propio socialismo del siglo XXI, recomendó, entre otros, estudiar la obra de Marx y Engels, y también la obra de Jesús, porque, como se sabe, ambas enseñanzas tienen muchas cosas en común, como el vivir en comunidad.
De hecho, las primeras comunidades cristianas se llamaban “ekklesias”, igual como se llamaban las asambleas populares en la democracia participativa de la sociedad ateniense de clase. Esta democracia naciente era de clase, porque no era universal sino elitista, ya que excluía, entre otros, a las mujeres y a los esclavos. Más tarde, el apóstol Pablo, en la Carta a los Gálatas, 3.23-28, rechazó la ley discriminatoria de los ricos, y estableció la justicia en virtud de la fe cristiana:
«Antes de venir la fe, la ley nos tenía presos, esperando a que la fe fuera dada a conocer. La ley era para nosotros como el esclavo que vigila a los niños, hasta que viniera Cristo, para que por la fe obtuviéramos la justicia. Pero ahora que ha llegado la fe, ya no estamos a cargo de ese esclavo que era la ley, pues por la fe en Cristo Jesús todos ustedes son hijos de Dios, ya que al unirse a Cristo en el bautismo, han quedado revestidos de Cristo. Ya no importa el ser judío o griego, esclavo o libre, hombre o mujer; porque unidos a Cristo Jesús, todos ustedes son uno solo»
¿Leyeron bien escuálidos? Los que tienen fe católica combaten la ley burguesa que los oprime. Y para liberarse de esa ley deben hacerlo todos unidos: indígenas, afrodescendientes y eurodescendientes. Porque unidos a Cristo en el bautismo, todos los católicos son uno solo en iglesia, o en asamblea popular, y deben poner en práctica el amor como la plenitud de la nueva ley.
Si este laboratorio de manipulación religiosa lo monta la oligarquía en una revolución pacífica y con un Presidente que se dice creyente, ¿qué no harían si se sospechara que el ingrediente cristiano que se le ha dado a nuestro socialismo sólo fuera una táctica política necesaria para no contradecir a las mayorías? Y más aún, ¿pueden imaginarse qué no haría la oligarquía si se criticara la religión como lo hizo Marx? ¿O más bien si se la combatiera como se hizo en el socialismo del siglo XX?
El filósofo alemán Ludwig Feuerbach, en su obra “La Esencia del Cristianismo”, decía que no era el hombre el que había sido hecho por Dios a su imagen y semejanza, sino al revés, que era Dios quien había sido hecho por el hombre a su imagen y semejanza. Si esto lo damos por verdadero, entonces la oligarquía criolla no fue creada a imagen y semejanza de Dios, sino que fue la misma oligarquía con la ayuda de los sacerdotes burgueses de Venezuela, la que creó a un dios a su imagen y semejanza capitalista, para imponérselo a los venezolanos.
No podemos olvidar que la religión cristiana se enquistó en las mentes de los venezolanos, después de que los invasores europeos masacraran a los indígenas y convirtieran a estas tierras en un valle de lágrimas. Lo mismo hicieron con los pueblos mayas. Se dice que a nuestros hermanos mayas les arrebataron su preciado Popol Vuh, y los indigestaron de Biblia, como que si existiesen unos dogmas de fe de mayor calidad que otros.
Pues bien. Si tenemos que cargar con esta cultura impuesta por la clase dominante burguesa, de la cual echa mano Globovisión, y que se encuentra interiorizada psicológicamente en las mentes de los venezolanos, es mejor que apelemos a la conseja popular de “a Dios rogando y con el mazo dando”. O sea que, mientras por un lado los ciudadanos y ciudadanas se deben reúnen en iglesia o consejos comunales para construir justicia, por el otro, a través de la oración con Dios, se pueden recargar de optimismo y energía espiritual para seguir construyendo justicia en comunidad.
Lo anterior dista mucho de las recomendaciones de Globovisión, que con intenciones poco sinceras, llama a las personas a sentarse solitas en el banco de un templo, para que vivan con la ilusión eterna de que Dios los ayude a superar las dificultades, que irónicamente le ocasionan los mismos ricachones dueños de medios, mientras estos últimos disfrutan holgados su felicidad.
Razón tenía Nietzsche, el poeta de Zarathustra, cuando calificó al burgués con el remoquete de “Último Hombre”. El hombre mediocre que se regocija en la precaria sensación de haber descubierto la felicidad. Y de allí la sabia proclama burguesa: “Llegamos al final feliz de la historia”.
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