El prisionero de la red
Navego en la red donde un portal me remite a otro portal y éste al siguiente, hasta que la cara del prisionero aparece en el monitor y me habla: Tras tantas horas de adicción saltando de una página a otra de la red caí en sus hilos y navego ahora de uno a otro puerto que sólo me lleva a sitios que conectan a otros sitios cada vez más intrascendentes. La sensación de que no se puede experimentar la realidad es la misma que se siente en la realidad, sólo que tras cada cliqueo que lleva a otro cliqueo que a veces sin necesidad de clic remite hacia otro sitio se llega a una degradada inercia donde se pierde la curiosidad. Ésta no es otra de esas historias donde el personaje es tragado por la computadora: más bien me he tragado yo la computadora por poner fin a esta borrosidad perenne de la existencia en vivo. Como todos, creía en la intensificación de la sensación por la diversidad y el vértigo, en la retórica de la infinitud sin advertir que caía en la somnolencia. Ahora sólo experimento una proliferación de imágenes sin rigor como las de una infinita pauta publicitaria.
Más bien supongo que esta intensificación y diversificación es intento de compensar la generalizada tendencia de la realidad hacia el desleimiento. Por ello quizá caen cada vez más prisioneros en mi misma situación, viajando por la red ya sin poder salir por adicción o pereza. Cuando nos encontramos en un sitio o portal lo abandonamos avergonzados por no tener nada que decirnos. Pronto la humanidad entera estará mudada peregrinando como fantasma sin espesor en cúmulos de información sin sustancia. Apágueme, por favor. Cuidado. Seleccionando la opción apagar fue como comencé el peregrinaje que no logro terminar ni comenzar siquiera. Apágueme.
Situación con las fechas
Cuidado con escribir la fecha equivocada en el cheque en la carta o en cualquier documento porque podemos trasladarnos a esa fecha, no recordar lo que en ella hicimos exactamente, y perpetrar actos distintos que alterarán el destino. Más peligroso incluso sustituir la ciudad o escribir mal el apellido, lo cual sin remedio nos transporta a otro sitio o nos transforma en otro ser. Es la razón de que en bancos, aeropuertos, oficinas, haya en el suelo tantos formularios errados, tantos solicitantes desaparecidos.
Cuña
Se fue perfeccionando el lenguaje de la publicidad hasta llegar a la definitiva cuña que sin atenuaciones obliga a ejecutar la conducta publicitada de manera inmediata y obsesiva: coma beba fume use disfrute compre consuma no son ya insinuaciones sino destinos coma todos abren la boca muerdan a la instigación siguiente ya no hay caso pues todos los seres humanos se han devorado unos a otros.
Su majestad
Se despierta en un cuartucho menos recargado que de costumbre sin chambelán velando Su sueño. Llama y no acude nadie con la colación, ninguno se ofrece a vestirle, no está el valet de cámara, reclama por teléfono pero nadie le entiende ni Él entiende qué Le dicen. Allá impropiamente vestido desciende dando tumbos por escaleras estrechas hasta la recepción donde reclama, inquiere, ordena. Dónde el palacio que Me corresponde por derecho divino, en cuál sitio la corona que por sucesión ciñe Mis sienes, en cuál lugar los guardias que Me protegen del fervor de Mis súbditos. Qué derecho divino ni qué derecho divino, ríe la recepcionista, tapándose la boca para disimular mientras dice algo por teléfono. No estoy acostumbrado a esperar, truena Su Majestad. No será mucho, se excusa la chica y en la calle frena la ambulancia blanca de la que saltan camilleros con batas blancas que portan la blanca camisa de fuerza y desdeñoso los afronta su Majestad, a quien el sortilegio de la orden, el comando del gesto, el imperio de la soberbia impide preguntarse si la camisa de fuerza es para Él o para la recepcionista.
Utilidad marginal decreciente
Si el orden está fundado en la orden y ésta en la reiteración la cual desgasta el gusto el temor el amor, debería llegar el momento en el cual la reiteración de los mensajes comerciales religiosos políticos desgastara su efectividad hasta hacerlos inútiles e incluso creara la aversión hacia su contenido punto que fue alcanzado en todos los órdenes de la percepción al sumirse en la inefectividad cuñas oraciones órdenes y la libertad reventó simultáneamente desde todos los puntos.
El cerebro seco
Se anunció el cambio de clima que traería la sequía de las ideas pero no se adoptaron precauciones. Se dejó secar los ríos de la originalidad, los océanos de la imaginación. No se acumularon reservas en las represas del inconsciente ni se abrieron acequias desde los manantiales de bibliotecas y revoluciones. Ahora inútilmente se desmelenan las raíces de las neuronas solicitando el fluido del pensamiento. Nada llega, después de vaciados los estratos de la profundidad. Resultan vacíos los pozos de conformismo y de catecismo. El paisaje cerebral se erosiona con lóbulos y grietas y fisuras por las que nada discurre. No salta ni una chispa. Sólo consignas restan en el desierto del dogma. Ni un color germina en la materia gris. Todos los lugares se confunden en el lugar común.
El avaro y su monopolio
El avaro monopolizó la concesión de la sonrisa, el gesto, la palabra. No podía nadie en el país transmitir un guiño, un saludo, un pensamiento. El avaro extendió el monopolio sobre la danza, las emociones, el poder.
Lo único que no pudo acaparar fue el tiempo y la fecha de caducidad del monopolio pesaba sobre su calendario como una lápida. Sin mí nadie podrá sonreír, hablar ni expresarse. No habrá sin mí alegría ni arco iris. El día que mi concesión caduque todos implorarán que siga teniendo bajo candado la sonrisa y la inspiración bajo llave. Se acabará el mundo y escupiré sobre sus tumbas, decía el avaro al acostarse. Pero un día amaneció sin concesión y sonreía todo el mundo. Nadie recordaba que alguna vez había habido un avaro, un monopolio, una concesión.
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