Todo galardonado tiene el derecho de aceptar o no el premio y cuando opta por no recibirlo, deberá cuidar que esa decisión sea transmitida sin engañar a nadie y menos a quienes los otorgan.
No ocurrió así en la entrega del premio “Aníbal Nazoa”. Allí el periodista William Echeverría planificó un engaño con la mayor saña y veamos por qué lo decimos: Ya en el podio le manifestó al jurado que antes de recibirlo él quería dirigirse al público. Tomó el micrófono y luego de un largo discurso, en donde, después de abogar por la tolerancia y la convivencia, de protestar por el “cierre” de RCTV y por el atropello oficial contra los periodistas, concluyó diciendo que por todo esto último se negaba a recibir el premio.
Preguntamos, ¿por qué Echeverría esperó el acto protocolar para comunicar esa decisión? ¿Que le impidió hacerlo cuando le notificaron su premiación? Sin duda hubo allí una planificada mala intención que más allá de buscar propinarle a sus propios colegas lo que en criollo decimos una “puñalada trapera”, buscaba fijar una posición política que no le dejara dudas a nadie.
¿Pero quien…o quienes pudieron haber estado pensando que Echeverría coqueteaba con el chavismo? Pues creemos firmemente que los dueños y/o ejecutivos de Globovisión, en donde, como no es posible olvidarlo con el caso de “Mingo” Blanco, echado del canal porque se negó a entrevistar en su espacio de opinión mañanero a los adecos, no aceptan ningún tipo de desviación sobre la clara y contundente línea fascista y cuartorepublicana del medio en las relaciones de sus comunicadores con todo lo que pueda oler a “comunismo chavista” y Echeverría en el último tiempo pretendió imprimirle a la conducción del programa de entrevistas “En la mañana” que mantiene en ese canal, según algunos comentarios que he leído por allí, una muy pequeña dosis de imparcialidad, la que, debo confesarlo, jamás la he podido apreciar como un intento honesto por hacerla evidente y, por el contrario, siempre la he sentido como una falsa postura “engañatontos”.
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