El burgoperiodismo, un delito público y notorio

La televisión privada tal y como la conocemos, a esta hora, es un cadáver insepulto, descompuesto y putrefacto, al cual ya se le asoma el esqueleto, que en razón del espectáculo, era su secreto mejor guardado; pues siendo el negocio de los que tienen como oficio la farsa, la apariencia, el engaño, la comedia, o la quimera de la vida; lo que ocurre en ese universo al que llaman “tras bastidores”, donde muelen y cuecen a fuego intenso, las porquerías que luego venden en lujosos paquetes de fantasía, debía permanecer oculto a los ojos de los embaucados. Así funciona el gran show, como en las fábricas de embutidos, o en las cocinas de ciertos restaurantes, que si logras ver sus procesos de producción, le jurarías guerra a muerte a los asquerosos. Y esto ocurre gracias a la guerra mediática que se develó con fuerza en Venezuela.

Ese mundo tenía que ser, al resto de los mortales, una fortaleza inexpugnable, y así lo fue. Lleno de misterios, mitos y leyendas, a la cual ni soñando se podía penetrar. Actuaba como en otro tiempo. Sus escenarios eran como de otros países. Sus personajes estaban rodeados de un aura especial, distantes. Héroes y heroínas pululaban sus pantallas, y hasta sus villanos gozaban, paradójicamente, de aprecio popular. Pero las crisis precipitan algunos procesos que sin ellas, hubiesen alcanzado larga vida y lenta evolución.

El grave momento que vive el capitalismo, lo obligó a mostrar su sala de maquinas. Allí construye los muros que separarán a la metrópoli de los oscuros rincones del resto del mundo, donde arma a los ejércitos de mercenarios que se batirán con los depauperados ejércitos de los pueblos, para cuidar las bóvedas de sus bancos llenos del pillaje perpetrado en esos oscuros rincones. Así la televisión, la Celestina del neoliberalismo, se vio obligada a mostrar su andamiaje interior, una armazón nada agradable a los ojos de sus alienados anfitriones, en donde muchos de esos ídolos, los “periodistas burgueses”, entre otros, cuya palabra era santa, la única verdad y nada mas que la verdad, llegaron a mostrarse tal cual son: testaferros del negocio de la noticia. Vitrina de la decadente sociedad liberal. Las caras visibles del comercio de la comunicación, que al igual que el sistema educativo de la clase media, obligado a ser anticristiano, anticomunista, antinacional; procura mantener el sistema de valores comerciales de la industria que la sustenta.

Esclavos de la libre expresión de sus patronos.

Para el capitalismo, la libertad de expresión es una mercancía como cualquier otra, y no es porque los capitalistas sean o no, unos pervertidos, sino porque necesariamente, bajo este sistema, todo cuanto ocupe tiempo, espacio y esfuerzo, debe generar un valor que se acumula en beneficio del propietario de ese espacio, de ese tiempo y de ese esfuerzo, solo así se produce la acumulación de capital.

Absurdamente, quienes por razones de oficio y quizá de vocación, tenían entre sus ideales, defender la libertad de expresión, eran quienes menos la practicaban, pues aparecían en la estructura como muñecos de ventrílocuos. Y tenía que ser así, pues no se puede encomendar a zamuro la custodia de la carne. La mercadería que transita por los salas de prensa de las televisoras privadas, debían ser solo manipulada por aquellos que fuesen capaces de venderla sin consumirla, como antaño los eunucos tenían bajo su responsabilidad la vigilancia de las mujeres del serrallo para garantizar la castidad que solo ellos podían profesar; y a su vez, eran los usurpadores de la expresión de las masas, quienes solamente aparecían como receptoras y jamás ejercieron el derecho de expresarse.

El Estado revolucionario tiene la obligación de garantizarle la libertad de expresión a 26 millones de bolivarianos. Para lograr tal cometido, no solo tiene que facilitar que la información fluya oportuna y verazmente, con la libertad suficiente, sino que cada uno de ellos tenga la posibilidad cierta de expresarse con plena libertad, por los medios de comunicación existentes, pero ello es harto difícil, no solo porque la empresa es colosal en lo material, sino porque los medios privados, no sirven para ser vehiculo de la expresión del público, su naturaleza está estructurada de manera que solo trasmitan la expresión de una o un grupo de personas, representantes por lo general, de un poder económico.

Así como la salud es un derecho de todos y no un privilegio de quienes pueden pagarlo, el derecho a la información oportuna y veraz y a la libre expresión, no puede estar bajo la hegemonía de los dueños de los medios de comunicación y los periodistas, quienes ejercen un autentico abuso de poder cuando dominan de manera casi absoluta, los derroteros de la opinión pública y privada, en función de mantener un sistema cuyos valores son el libre mercado, la libre empresa, el neoliberalismo, el individualismo, el capitalismo, y esto no solo lo hacen de una forma lícita, que ya es grave, sino que por añadidura el periodismo burgués, está lleno de aberraciones tales como la manipulación, la omisión, la tergiversación, la criminalización, la apología al delito, y en ello, los periodistas burgueses, son los autores materiales de un delito que es noticia crimine diariamente.

Los trabajadores de la comunicación caracterizados aquí, pueden evaluarse como burgoperiodistas, y deben ponerse a derecho, ante los tribunales disciplinarios de sus respectivos colegios, o por lo menos ante el manual de ética, no solo del periodista sino de la ética ciudadana. Ponerse a derecho ante los tribunales penales por los delitos cometidos en perjuicio de un país, y sobre todo ponerse a derecho ante los tribunales de la opinión pública por los daños causados a un pueblo noble. Deben hacerse un examen de conciencia ante las personas, a las cuales les han mentido, a sus propios fans, el sector opositor, y reflexionar en honor a la verdad, que la información que se le da al obrero no puede ser pagada por el patrono. La información que se le da al campesino no puede ser pagada por el terrateniente. La información que se le proporciona al estudiante no puede ser elaborada por el aparato que lo reprime. La información que se les da a los pobres no puede ser pagada por los ricos con el dinero que le es esquilmado. La información que se le da al pueblo no puede estar tarifada por el enemigo de este: el imperio norteamericano. Mas bien el periodismo debe ser una herramienta liberadora, denunciatoria, combativa, al lado de los más altos intereses nacionales, defensora de los intereses del pueblo y por ende de los más débiles y necesitados: los pobres.

miltongomezburgos@yahoo.es


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Milton Gómez Burgos

Artista Plástico, Promotor Cultural.

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