El Palangrista

Cuando Globy estuvo en medio de la plaza, buscando a su interlocutor, cayó en cuenta que por primera vez en su vida había sido estrictamente puntual. Eran las ocho de la mañana clavadas, insólito. Ello la llenó de emoción, no por la satisfacción de ser responsable, porque no se consideraba lo contrario, sino porque la sensación de esperar y no ser esperada, le era totalmente extraña. Siempre había comenzado los entretelones de sus entrevistas con un “Perdón por llegar tarde”, aunque los entrevistados lo hicieran igual. Caminó con diligencia por el centro de la sabana que era aquella plaza recorrida por la brisa de abril, micrófono en mano. Observó que al extremo noreste, había un cordón de trabajadores de la prensa, camarógrafos, fotógrafos, periodistas, al asecho, quizá del mismo personaje que le había prometido la exclusiva. Confió en su instinto reporteril y disimuladamente se escurrió hacia una taguarita al extremo oeste. Allí estuvo distraída, como perdida en el tiempo, hasta que, justo cuarenta y cinco minutos después, se presentó Antoniello su esposo, también periodista. Le tomó las manos frías y le dio un beso en la frente. Globy volvió con las flaquezas, volvió a emocionarse. Antoniello le acurrucó ambas manos con el micrófono entre ellas y le dijo: “Tiemblas mas que camarógrafo de Globovisión”. Y la invitó a sumarse a la plaza de nuevo.

Cuanta sorpresa la invadió cuando al cruzar el centro del aquel meritocrático lugar, la jauría de periodistas se le vino encima con la misma saña con que abordaban a un chavista. ¿Habré saltado la talanquera? se preguntó. Hasta que casi de inmediato, los burgoperidista, le advirtieron que allí se encontraban ante todo, como compañeros de trabajo y que ella como la representante del Partido Burgués, y colega además, podía marcar la pauta de aquel encuentro con los medios de comunicación, en ocasión del conflicto que mantenía la “nómina mayor” de la industria petrolera con el gobierno revolucionario. Solamente en ese momento tuvo la certeza de no saber a que se debía su presencia en aquel lugar, y que si bien había llegado con responsabilidad como reportera, como dirigente política tenía una hora exacta de retraso. Y si debía hablar o mantener el tirro que le cerraba la boca.

Tiempo después en otro programa de televisión, confesó que en esa oportunidad se había auto entrevistado y que tal actividad había significado una autentica hazaña. No solo por el desdoblamiento sufrido por la pugnacidad natural que debería existir entre el periodista y el político sino por el reto técnico que significó preguntar y contestarse la misma persona, ante una cámara de televisión.

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Aquella actividad en la Plaza de la Meritocracia, terminó en un autentico desastre. Después de la tertulia entre periodistas todos, todos del PB, todos opositores; insípido en términos de recalentamiento, de centros comerciales, semáforos y plazas del este capitalino, el cordón de periodista se enfrentó al piquete de guardias nacionales que custodiaban las instalaciones de PDVSA. Tales imágenes quedaron para la posteridad.

Globy hoy en día está aun más disociada. Pierde la compostura en cada aparición, ataca con un ventilador cubierto de mierda a todo el mundo. No deja hablar a nadie y menos oye a nadie. Vive en un país donde los comunistas acabaron con la libertad de expresión, sin embargo lo denuncia todos los días por cuanto medio puede y en la forma que las agencias de publicidad le recomiendan, futilmente creativas. Dice que no la dejan quijotear, que no la dejan enfrentarse a sus propios molinos de viento. En fin que no la dejan luchar, que el estado revolucionario debe proporcionarle las herramientas para ejercer la lucha. Que la hacen alinearse en la misma interminable cola que hacen los militares a los que denuncia como los únicos compradores de carros, los nuevo ricos corruptos, los que mas gritan en los restaurantes mientras descorchan el mas caro de los licores, y al mismo tiempo les pide el favor que le paren trote a Chávez. Pregunta que si los cuatro millones de la minoría opositora están obligados a esperar a que el gobierno legitimo, termine su ejercicio gubernamental. Le dice hampón al presidente, le mienta la madre y advierte que éste, es el único y exclusivo problema; que hay que sacarlo del medio por la vía no electoral, para que la cuarta republica vuelva a reestablecer la paz el amor y la alegría. Escucha con profunda emoción las canciones de Silvio, sobre todo aquella que dice: “…y al que diga que me aguante/ debajo de una sotana/ le encajo una caravana/ de sentimientos/ de sentimientos/ de sentimientos gigantes. Y luego se reúne con altos jerarcas de la iglesia católica a elaborar documentos, planes y estrategias para atacar al gobierno del pueblo. Hasta hoy, aun cuando ya no ejerce por evidentes trastornos mentales, recibe quincenalmente un cheque del Departamento de Estado con una nota en ingles cuya traducción dice: “Personal contratista de Suramérica. Por los servicios prestados”, ya que el gobierno norteamericano considera empleado suyo a todo aquel que se mancha las manos con su dinero; y ella religiosamente le envía una carta a un cardenal muerto, que termina con la siguiente frase: “Por los favores no recibidos”.



Milton Gómez Burgos


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Milton Gómez Burgos

Artista Plástico, Promotor Cultural.

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