Los periodistas, opinadores, humoristas y el resto de la caterva de energúmenos emplumados que inundan las páginas de la prensa privada (la de su clase social) odian al presidente Chávez, por la simple razón de que un día despertaron y descubrieron que “su” país, ese de los Carlos Andrés Pérez, de la tecnocracia, ese país de la “guanábana” adeco-copeyana y los Vinicio Carrera ya no existía.
Ese país donde no existían alusiones al Libertador de la patria, pero donde sí conocían gente que les “saltaba los trámites”, amigos de la familia que les ayudaba con la bequita pa’ la sobrina, con evitar la prisión porque un compañero del partido era juez, ese país donde sólo publicaban libros los que hoy forman la “senilidad ilustrada”, o donde vivir del apellido del padre sin hacer absolutamente nada era una posibilidad; ese país ya no existe. Y esto le duela más a los que por décadas y décadas vivieron en y del poder político partidista.
A diario, en las páginas de opinión sangran odio, transpiran la saliva espeluznante de los perros con mal de rabia, muestran sus ojos desorbitados y enrojecidos, dejan escapar todas las incongruencias de sus mentes bloqueadas por los años de infructuosos intentos de sacar a Chávez a sombrerazos del poder.
Por ello, en su demencia senil, terminan insultando a las grandes mayorías de éste país, esas mayorías antes desatendidas y olvidadas y que sólo les servía a los hoy sesudos analistas, para arrancar aplausos en cenáculos de intelectuales”, cuando ser “izquierdozo” les daba una costra esnobista que gustaba a los ricachones... Entre los casos perdidos y que no vale la pena más que enunciar se encuentra la triste historia de Soledad Bravo.
Allí están, apretujándose a ciegas la “senilidad ilustrada”, un saco informe de personajes que se niegan a despedirse de la escena pública mientras “el negro ese” sea el presidente. En esa masa heterogénea cuyo único hilo conductor es el odio a Chávez pueden verse a retazos de lo que una vez fueron: Teodoro Petkoff, Antonio Pascualli, Marta Colomina, Pompeyo Márquez, Zapata, Antonio Ledezma, “Huevo-man” Claudio Nazoa (a quién el colesterol se le sube hasta los ojos), Humberto Calderón Berti, Oswaldo “18” Álvarez Paz, Henry “Petimetre” Ramos Allup y otros y otros y otros.
Para esta gente todo el que trabaja en el gobierno revolucionario como funcionario público lo hace sólo para robar, sino no es un ladrón, entonces es un arribista, sino un oportunista, un lame botas, un pusilánime, un borrego, un trepador, un traidor (a la oligarquía supongo), un desdentado, un marginal que no piensa, ¿Qué pensarán de esto, aquellos funcionarios que desde los días de Caldera o Carlos Andrés Pérez, trabajan para el Estado venezolano?
Evidentemente se trata de un sector del país que perdió su sentido de patria cuando les fue develado que el mundo, no abarcaba nada más que desde el este de Caracas hasta Plaza Venezuela, allí entraron en crisis. Entonces los pobres, a los que sólo veían en cifras de la antigua OCEI, se les volvieron “hordas” de carne y hueso a los que había que esperar con pistolas y granadas en las entradas de las urbanizaciones, porque les iban a quitar las casas. Y justo en 1998, nunca antes, los funcionarios públicos dejaron de servir... para ellos imagino.
Lo más fácil del mundo es criticar sin aportar y de esto hay en la prensa privada hasta para regalar. Pero, alguien me puede decir ¿Qué demonios hace por este país Claudio Nazoa, a parte de vender huevos? ¿Cuánta gente está inscrita en el supuesto partido de Álvarez Paz para que hable como si lo hiciera por muchos? ¿Porqué Calderón Berti analiza tanto y cuando tuvo responsabilidades no hizo más que entregarse al imperio? ¿Cuándo llegará el jueves en que Ramos Allup entregará las pruebas del fraude?
Una nueva ética laboral en la administración pública está en plena abullición, venciendo incluso a los obstáculos internos, los vicios heredados o aprendidos (porque aquí nadie viene de otro planeta). Por eso atacan y ofenden a los funcionarios públicos, porque ya no le sirven sólo a los que viven en el este acomodado de Caracas... la senilidad ilustrada, esa que ofende al presidente y al resto de los que trabajan en el Estado, será devorada por la historia y quizá a penas queden regadas las cáscaras, las que dejen como esparcidas muestras que partieron “comiendo huevos”....
(*)Periodista venezolano
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