¿ Quién duda del poder de la información? No está en tela de juicio el alcance y la influencia de los poderosos medios de comunicación. Tecnologías éstas desarrolladas y perfeccionadas cada vez más para ponerlas al servicio de los peores intereses de las naciones que ejercen la hegemonía global. El capitalismo, en su proceso de crecimiento y expansión, creó y cinceló la fisonomía de la estructura comunicacional mundial.
La industria bélica y los perros de la guerra se han servido de estas tecnologías para validar y legitimar la carrera armamentista que tiempos ha vienen fomentando en diversos puntos del orbe terrestre. La fusión entre los cárteles mediáticos y el poder imperial expansivo se ha constatado en todos los conflictos que se han gestado en los últimos dos siglos en diversos continentes.
En los años noventa el mundo fue testigo de la primera guerra electrónica de aquel siglo, cuando Estados Unidos invade Irak.
Esa barbarie fue difundida en directo, vía satélite, ante la mirada atónita de muchos. Tal perversión audiovisual ha conducido a que condenables actos del hombre sean vistos como algo natural: invasiones, muerte, genocidio. Con maquillaje se transmiten contenidos que descontaminan la intervención imperial bajo el manto de ser los heraldos de la libertad y la democracia.
Esta "barbarie civilizatoria" es difuminada por las redes mediáticas globales. Con urgencia es suavizada, la hacen amigable. Las atrocidades de la voracidad imperial en Líbano y Palestina son minimizadas por el discurso mediático. Los crímenes cometidos en la cárcel de Abü Graib en Irak y la indescriptible violación de los derechos humanos a los presos en Guantánamo, por Estados Unidos, son tratados mediáticamente como algo legítimo.
El tema Colombia y el conflicto en aquel territorio con las Farc le permitió a los cárteles mediáticos globales incluir el nombre de Venezuela en un terreno pantanoso donde se cruzan el narcotráfico y los paramilitares. Una confrontación de 50 años, demasiado compleja, se torna más confusa cuando se le permite a Estados Unidos intervenir directamente con el Plan Patriota, lesivo a la soberanía de aquel país. La orden del imperio es vincular al presidente Chávez con el narcotráfico.
¡Alerta máxima! Periodista/Prof. universitaria