Jonathan Pérez iba a para su casa a las 2 de la madrugada por el barrio “Cosita Rica”. Había estado en una fiesta que celebró “Cuello e tortuga” al cumplir su 18 aniversario por el barrio “Puñal sin filo”, donde hubo toda clase de curda ,líquida y seca y en la cual Jonathan fue el cartelúo bailando lacreao con Simona la “pepona” hasta la 1:a.m. de esa noche.
Cuando decidió dejar la fiesta se metió por el callejón “Última nota”, zona dominada por la plaza de “Sambo”, un jíbaro cocuizo que desde que invadió el Country Club se hizo amo, dueño y señor de la venta y el consumo de droga. Pues bien a “Sambo” no le gustó la forma en que Jonathan le pidió dos “piedras” y ordenó al sicario “El coyote” que además es su guarda espalda a que lo dejara pegao en el sitio. Jonathan imploró de rodillas y hasta entregó su bicharanga Beretta cromada. Pero “El coyote” recibe órdenes y las órdenes deben cumplirse.
Esta mañana ante un grupo de personas que esperan la entrega de los cadáveres de sus familiares en la morgue, de “orangelbol”, según la agencia de noticias de la agencia PEPUSA ( Periodistas Pro Unite State Amerika ) se acercó hasta una de las damas presentes y le hizo algunas preguntas acerca de Jonathan, a lo que ella contestó:
“Él era un muchacho más sano que la sonrisa de un bebé. Estaba estudiando química sabarí barí en la escuela del barrio, además que ayudaba a su papá a vender manzana organopónica en el Mercal de “Verbelly Country Club. Mire señor, yo creo que la seguridad no sirve para un cipote, porque este gobierno se la pasa ayudando a países como Haití donde los niños se mueren de hambre, en vez de darnos ese dinero a nosotros para ir a las tiendas del Sambil a comprarle ropa a los pobres para que no envidien a los ricos. Jonathan era un buen chico. A su edad había participado solamente en tres travesuras, a saber: una , preñando a dos brinconas del barrio, dos consumiendo drogas de día y tres, aniquilando al viejo Yépez de la bodeguita. Era un caso clínico. Sufría de alergia al patriotismo porque unos canales mediáticos le habían envenenado la mente. Pero eso no da pie, para que los veneyanquianos estemos desprotegidos por la policía por esas calles de Dios.
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