Periodismo Político y P. Mercantil

Hasta la aparición de la TV las actuaciones gubernamentales tanto técnicas como políticas eran reseñadas diariamente por los departamentos u “Oficinas de Prensa”. Estas oficinas servían de enlace cotidiano entre los medios y el Estado.

El contacto directo entre periodistas y gobernantes escaseaba y estaba reservado para ocasiones muy esporádicas, fortuitas y muy relevantes.

Por su parte, la industria productiva y mercantil, y la gente de a pie daban lo suyo con publicidad, sucesos varios locales, regionales, nacionales e internacionales. Así se movía la mediática hasta que apareció la TV con todo su encanto paracinematógráfico.

Efectivamente, la TV ejerce una atracción personal derivada de la influencia cinematográfica que la precedió con pantalla gigante, apuntalada por el resto de los medios que convirtieron el ejercicio cinematográfico en una especie de meta personal. La gente espectadora terminó endiosando a sus protagonistas, a sus estrellas, y la mayoría de los espectadores asoció el éxito personal a su rol como actor o actriz aunque fuera personificando personalidades morbosas, antisociales, prostitutas, criminales, corruptos, etc., personalidades estas que la cinematografía terminó por reivindicarlas. Al admirar a las estrellas de ese protagonismo, se terminó coadmirando a sus personajes con independencia de su antisocialidad.

Modernamente tenemos una burocracia que cerró aquellas “Oficinas de Prensa”, y ahora sólo entrega informes de sus actuaciones y pareceres a través de entrevistas televisadas. Es el periodismo político dónde y cuándo el protagonista principal resulta ser el burócrata del caso, a veces el Presidente, a veces legisladores, jueces, fiscales, policía o ministros.

Es de inferirse que la preparación para estos espectáculos televisivos insume buena parte del tiempo del funcionario. Esto se traduce en descuidos a sus obligaciones regulares, y finalmente su aparición en TV pasa a convertirse en su prioridad gubernamental.

Desde luego, estamos haciendo abstracción del maquillaje del protagonista y del maquillaje de sus declaraciones. Estas, de perogrullo ameritan un control ejecutivo previo, político y popular, de tal manera que las “estrellas” estatales siempre aparezcan bien acicaladas y como los buenos de la película, aunque el periodista que lo interpele denuncie sus desviaciones, corrupciones y demás actuaciones reñidas con sus sanas funciones gubernamentales.

Por su parte, el periodismo mercantil es irreflexivo por naturaleza propia. A él poco le importa el brillo o la opacidad de sus entrevistados porque sólo le interesa cubrir su noticiario, sus espacios mediáticos de hoy y prepararse siempre para el nuevo “tubazo” o la nueva noticia por fútil, innecesaria u ofensiva que políticamente pudiera resultar.

De resultas, comerciantes de la noticias van caminando en pareja con una burocracia no menos mediática que ha hecho de la TV su despacho principal, una especie de teatro cotidiano donde los unos se lucran y los otros buscan conservarse en el poder.



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Manuel C. Martínez M.


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