Lo primero que se percibe en la resistencia que la clasecilla escuálida opone a la Ley Orgánica de Educación, es ignorancia, que es el peor ingrediente que contiene el perfil de ese extraño segmento social que conforma la oposición. Ellos siempre han considerado suficiente el “nivel cultural” que les caracteriza: Hablar correctamente, vestir correctamente, viajar alguna vez a Europa, porque a Estados Unidos hay que ir como a una peregrinación santa, para caer postrados ante Mickie Mouse y las maravillas de la civilización desechable.
Sin embargo ocurre algo paradójico con los escuálidos, al contrario de lo que se espera, son pocos de ellos los que hablan inglés - la lengua litúrgica de su Dios Dólar; inclinan la cabeza ante ese idioma hermético sólo permitido a los iniciados del culto…”!Es que para ser culto hay que saber inglés¡” Otra cosa es verlos cantar en inglés, es un espectáculo mirarlos hacer sus complejísimas acrobacias fonéticas para “decir” lo mismo que Britney Spear en alguna de sus canciones – exactamente igual que esos animalitos que llamamos loros.
¡Ah! Y en el vestir son de una uniformidad robótica, son un largo rebaño de borregos pastando en el universo de las marcas: Dime qué usas y te diré quien eres, es su máxima evaluación de los demás, así que si quieren divertirse vayan a una de esas universidades que cuestan una maraca de millones mensuales, para que los vean y las vean apearse de su principal atuendo (su carro) luciendo cuanto desecho hayan dejado caer hacia abajo las estrellas del cine. No saben que viven de las sobras del primer mundo… No saben eso y miles de cosas más. No saben, por ejemplo, que las transnacionales del textil mandan a sus diseñadores a nuestros países para identificar nuevas tendencias en el vestir, y esas tendencias no salen precisamente del gusto prefabricado de su clase social, si no de las inmensas masas populares, que sin complejos “se ponen cualquier vaina” para salir a ganarse el pan todos los días ¡Ay, si supieran mis queridas escuálidas de donde viene el gusto de los trapos que las adornan, preferirían andar desnudas por las calles.
En cuanto a la cultura, o sea a la cultura de verdad que les distingue, sabemos que se retroalimenta de la casa a la escuela y viceversa, logrando un producto tan elaborado que hasta parecen cultas, de allí su aparente modosidad, se montan en una pasarela mental y hacen unos impresionantes despliegues de refinamiento, que ni las párvulas salidas de un college de la aristocracia inglesa, hasta que abren la boca para dejar salir un “¡Mmmmarica, te compraste el pantalón…!”. Y lo de los modales también es puro flux, porque en la intimidad de sus hogares no superan los de un caletero neoyorkino.
Lo grave no son las nimiedades que enumeré anteriormente, lo que les hace daño de verdad es ser banales, jactanciosos, y padecer de un desmedido concepto de si mismos; nada que ver con la humildad del que se sabe desconocedor de muchas cosas. Así los deformó el país que nos construyeron los adecopeyanos y sus derivados, los escuálidos representan al grupo más vulnerable a la ideologización piti yanky de la IV República; no pudieron cambiar, han preferido seguir siendo los hijos del ratón Micky y del resto de la fauna Disney.
Finalmente, no importan las carencias que surjan de su deficiente nivel educativo, todo lo pueden arreglar con sus atributos pasivos, esto es, las bondades dadas por la naturaleza; de allí el irremediable culto a la belleza, alimentado hasta el paroxismo desde Pérez Jiménez hasta nuestros días. Hay que ser bellas y bellos a todo costo, así que las carajitas de 17 se montan unas tetas postizas, una nariz postiza, unos labios silicónicos, se sacan 4 costillas, se rellenan las nalgas con más implantes, entonces papá y mamá firman un release, para que Osmel Souza y la maquinaria maldita de Venenovisión las conviertan en “la más pura expressssión de la belleza de la mujerrrr venezolana”. De allí a la fama no hay más que un paso y si no sirven para reinas, servirán para engordar las troupes de las telenovelas, en donde lo único que importa es que se vean sabrosotas en la pantalla.
De esas “niñas” habla un artículo publicado en uno de los periódicos de oposición, El Universal: “Calladita, así te ves más bonita”, en donde se burlan de los dislates que dejan escapar esas mujeres al momento de responder las preguntas que les hacen en los concursos de belleza.
La venezolana que ahora es Miss Universo, Dayana Mendoza declaró, después de su visita al centro de torturas de Guantánamo, que aquello era un spa ¡Así mismo! Después de eso no podemos esperar algo que supere ese destello interminable de la inteligencia humana – Bien dicen los científicos que el cerebro humano cada día nos sorprende con sus insospechadas posibilidades…
Esa es la cultura que defienden, la del billete, la camionetota, Miami, las bases en Colombia, Uribe, Gorilete, Barak Bushbama, Hillary Clinton, el sionismo, el Mosad, y a los paracos diseminando el terrorismo disfrazado de hampa común por todo el territorio nacional.
En el artículo “Calladita, que así te ves más bonita” describen el momento de las preguntas en los concursos de belleza, como una revancha del público: “Piensan, dice el artículo, que como las misses ganan más que ellos, sin estudiar; ese momento es su chance para decirles que si vale la pena leer libros…”
La nueva Ley Orgánica de Educación, el Plan Revolucionario de Lectura, los nuevos valores, la felicidad de sentir que si hay un destino mejor para lo jóvenes del pueblo, en fin, la revolución, las misiones y todas las iniciativas del Comandante Chávez, son las razones que les impiden aceptar esta nueva realidad y les obliga a refugiarse en su ignorancia.
Una vez escuché a un profesor de la Universidad Autónoma de México decir de manera jocosa: “Hay que cuidar la ignorancia, porque después que la pierdes no la recuperas jamás” ¿Será por eso que los escuálidos actúan así?
¡Leer libros sí vale la pena, por eso, todas y todos a estudiar y luchar, esa es la única forma de alcanzar la victoria definitiva!
elmacaurelio@yahoo.es