No me refiero al que viene, sino al que ya fue. Aquel del 11 de abril
del 2002, hace ocho años, cuando se produjo la conspiración
anticonstitucional, taimada y contrarrevolucionaria contra el
gobierno legítimo del Presidente Hugo Rafael Chávez Frías.
El único suceso comparable en nuestra historia política reciente lo
constituye el golpe de Estado cívico-militar, adeco-pérezjimenista,
contra el Presidente Isaías Medina Angarita, ocurrido el 18 de octubre
de 1945, fecha infausta para Venezuela.
Las secuelas del primer golpe se hicieron sentir durante el medio
siglo siguiente y contribuyeron en buena parte a una división profunda
de la sociedad venezolana. Se intensificaron y radicalizaron las
posiciones extremas y el odio, así como la violencia, privaron en la
arena política.
Sin embargo durante 50 años jamás ningún adeco reconoció haber
cometido una barrabasada o tan siquiera un error al derrocar a Medina.
Por la misma medida, todavía hoy los golpistas del 2002 lamentan que
el golpe de abril haya sido frustrado y algunos señalan que lo malo
que tuvo fue haber fracasado. Al menos así lo expresó en fecha
reciente el acaudalado empresario, presidente de Globovisión,
Guillermo Zuloaga, quien se trasladó a Aruba para declarar frente a
la SIP su simpatía por los golpistas.
Por estos días hace ocho años hasta un provinciano como yo, desde la
playa de Pedro González en un rincón de Margarita, podía palpar la
conspiración que se desarrollaba ante los ojos de toda Venezuela, paso
a paso, en cumplimento de un libreto probablemente redactado en la
CIA.
Bastaba oír la radio, encender la televisión o leer la prensa
nacional para captar la componenda. Los manifiestos de militares
activos por goteo, marchas, cacerolazos, histeria colectiva y
envenenamiento de los más sifrinos, ingenuos o pendejos.
La conspiración avanzó con sus pasos contados por la calle del medio,
por las autopistas plenas de manifestantes envalentonados, con los
dirigentes de Fedecámaras, la CTV la Gente de petróleo alborotando el
avispero que después les cayó encima.
El pueblo estaba callado. Esperando para acudir a rescatar a Chávez.
augusther@cantv.net