El domingo por la mañana Blondy, una perrita, mi mascota, reventó fuentes. Paso todo el día y nada, algo estaba mal. El lunes por la mañana buscamos ayuda con algunos vecinos y las opiniones eran diversas, no había muchas opciones, esperar fue la escogida a sabiendas que no era lo mejor, nos daba esperanzas las experiencias que nos contaron de más de un día en trabajo de parto en las perras grandes. Por la tarde comenzamos a buscar otro tipo de ayuda, veterinarios.
Diagnóstico y acción dictada al teléfono, cesárea, costos 150 $, posibilidades económicas cero. Me invadió la impotencia y comencé a evaluar la muerte de mi mascota. Ya en la noche la certeza angustiaba, Blondy estaba en peligro. En la mañanita del martes una vecina llama al teléfono.
Ubicó la Misión Nevado en Puerto Ordaz. Yo me fui a trabajar y mi esposa con ayuda de los vecinos se fue al INCES, allí está la sede de la misión. La atendieron con un amor más grande que su eslogan, la operaron, con todas las limitaciones, dificultades y condicionantes que la pandemia y la contracción económica que vivimos; para nada fue impedimento lo material. Los perritos muertos, pero Blondy sobrevivió. Cuando la perrita despertaba de la anestesia sus quejidos me causaron lágrimas, me acerque y la tome por la cabeza y la perra se tranquilizó, dejo de quejarse. Fue un momento tan especial que necesito contarlo. Pronóstico reservado, muy contaminada por los fetos muertos, muy débil. Cargamos la perrita y nos fuimos a casa. Eran las siete de la noche del martes, ni desayunamos ni almorzamos, no nos percatamos de eso, las calles estaban oscuras y solitarias, semana radical, escasez de gasolina, no hay dinero para nada extra… tampoco para cosas necesarias.
El agradecimiento de mi esposa y mío a la jovencita doctora veterinaria, graduada en la Universidad Rómulo Gallegos de Zaraza, y al personal que la asistió es infinito. Cinco jóvenes mujeres, ninguna estaba apurada o malhumorada, todas se quedaron a limpiar su sala de quirófano improvisado, a primera hora del día siguiente otra perrita en similares condiciones iba a ser intervenida y también debían preparar una jornada de atención masiva en el parque Cachamay. Necesitan más apoyo, todo cuanto pueda dárseles.
Trapos, estantes donde colocar sus insumos, otra mesa para intervenciones, un espacio más grande, un tanque con agua para su consultorio, un banco de sangre, una sala de hospitalización… amor les sobra, se los aseguro, pero también se les puede llevar. He sido beneficiario en varias ocasiones de misiones socialistas o bolivarianas, en especial Barrio Adentro, inclusive para atender a una de mis hijas, con un acierto en diagnóstico y tratamiento que dejó muy mal parado a muchos médicos privados previos, pero esta vez, siento una necesidad que va más allá del agradecer con un simple gracias pues, después de ver como atendieron a Blondy, una perrita mestiza, a la que muchos, erróneamente, calificamos de “callejera”, “cacri” o “catumpi”, caí en cuenta que nosotros también somos mestizos, un nuevo grupo humano, como dijo El Libertador.
Comprendí, más allá del razonamiento sistémico, dos cosas: el eslogan de la misión nevado, "la capacidad de amar es infinita", y la importancia de un programa social que nació en plena guarimba de 2014, para atender a miembros de la familia que no votan, pero acompañan con lealtad sincera.