La historia de un borrachito que pretende volver por sus fueros

(ENSARTAOS.COM) Qué real es ese dicho que proclama: “Bicho malo no se muere”. Y tenemos tantos bichos malos que parecieran que permanecerán jodiéndonos la paciencia hasta que San Juan agache el dedo, es decir eternamente. Pues bien, este borrachito se llama Jesús Rondón Nucete, un intelectual magullado por los acuerdos de mafias y obispos toreros y faranduleros, los negociados de partidos, las coimas y las serpentinas de las rumbas en esas vainas que llaman ferias del sol (o del ron). Hoy nos encontramos con este anciano setentón, con más karma en el cuerpo que el mismísimo Satanás, aparece como candidato a diputado a la AN por el circuito que comprende El Vigía, Tovar, Santa Cruz y Zea.

Este hombrecito a quien en su mejor época llegaron a llamar El Reyecito constituyó una pieza clave en las torturas que sobrellevó el gran creador del páramo Juan Félix Sánchez, en los últimos diez años de su vida. Ciertamente El Reyecito dominó durante dos períodos en la Gobernación del Estado Mérida, no sólo por sus dotes particulares de personaje astuto para los menesteres de su partido, sino también por el fuerte apoyo que a su candidatura le venía dando la sacropervertida Arquidiócesis de Mérida.

El Reyecito proviene de una familia adinerada y entre otras de sus mañas maneja el de mala pluma. Nació en Tovar, tierra de trovadores, de grandes pintores, políticos y poetas.  Desde muy joven, este sólido carcamán ingresó en las filas del partido COPEI y escaló altas posiciones en un terreno pastoso, siempre plagado de mantenidos y mediocres con influjo entre contratistas y los que manejan plata ajena. Y era tal su influjo entre esos pueblos beatos tragadores de hostia y de medallita en el pecho, que también se ganó el mote de  Chuycopei. Él era el Rafaelito Caldera de los Andes. Pues bien, El Reyecito, o Chuycopei, se había hecho un personaje imbatible en las elecciones regionales hasta que apareció en Miraflores el Comandante Chávez. De allí en adelante a El Reyecito se le acabó su buena estrella, hasta el punto que en terminando su segundo mandato pretendió hacer a su esposa su sucesora y la pobre no llegó a sacar ni dos mil votos.

 Chuycopei ha sido diputado y ha trabajado en la Dirección General del Ministerio de Justicia y ha escrito unos cinco ensayos de investigación jurídica e histórica. Ha mentido mucho en esos libros, porque un copeyano de su estirpe no puede sino mentir y torcer los hechos a su favor y al gusto de la godarría merideña de donde proviene.

Los obispos en Mérida se han dividió en adecos y copeyanos. Tuvimos uno que fue muy copeyano, llamado monseñor Miguel Antonio Salas que no pudo sustraerse a la gravísima manía que tiene la Iglesia de meter su cuchara en los asuntos de la política de partidos, pues desempeñó un papel importante en el primer triunfo que obtuvo para gobernación del Estado Mérida, El Reyecito. La movilización de la Iglesia a su favor fue algo escandaloso. No hubo púlpito desde el cual no se le pidiera al creyente, del modo más descarado, el voto para El Reyecito; y aun violando las normas de Consejo Supremo Electoral, la Iglesia hizo encartar en todos los diarios regionales, el mismo día domingo cuando se realizaba el proceso electoral, un documento en el que se apoyaba al partido socialcristiano. En aquella oportunidad publiqué por Frontera un artículo que titulé Vote por el Arzobispado de Mérida que causó alguna conmoción pues una misa en honor al triunfador hubo de ser cancelada.

Esta en realidad era una práctica muy común y también se hizo de un modo más obsceno aún en el estado Táchira, cuando monseñor Ramírez Roa desplegó una campaña feroz y cínica contra el candidato del MAS, Walter Márquez al que le dieron con todo, pero como este Márquez se odiaba a sí mismo, se tragó todo lo que le echaban y lo volvieron trizas.

Este artículo para describir a este personajillo me llevaría muchas páginas pero sólo me referiré aquí a la tortura a que este señor y su Director de Cultura, Manuel De la Fuente, le ocasionaron al mítico creador popular Juna Félix Sánchez.

A Juna Félix, El Reyecito por intermedio de unas jugarretas leguleyas le despojaron de su casa paterna en San Rafael del Páramo. En 1994, yo fui a entrevistar a Juan Félix

—Es decir, Juan Félix, el Estado es el actual dueño de esta casa en la que estás tú como alguien que la ha invadido, prácticamente?

—¿Qué más? Yo no me acuerdo qué empleo le estuvieron dando durante todo el tiempo que pasé en El Tisure. No faltaban grupos de personas ensayando y otras cosas. Pero el compromiso era para que la arreglaran porque estaba en ruinas; para que la amueblaran y tal... A más de eso, y que es lo principal, para que fuera una verdadera casa de la cultura. Y nada han hecho. Lo único fue una componcioncita que le hizo el gobernador Orlando Gutiérrez. Sí. No la arregló del todo. La componcioncita se le hizo el 28 de enero de 1989. Yo guardo los papeles. Ojalá ustedes vieran el estado en que se encuentra. La inauguraron siendo gobernador Orlando Gutiérrez. Después continuó más o menos abandonada. Yo exigí a Manuel de La Fuente (director de Cultura del Estado) en 1992, cuando estuve enfermo, convaleciendo en Mérida, que me la regresara, pues quería irme a vivir a ella, viendo en el estado en que la tenían.

-Y no te la regresaron.

—Así es. Manuel de La Fuente me dijo: "—Cómo no, puede irse tranquilo y métase allá". Me preguntó de qué color quería la casa y yo le contesté que blanca. Y la mandó blanquear. Y entonces hasta allí no hubo más nada.

—En fin —siguió su narración —llegó ahora este nuevo gobernador, Jesús Rondón Nucete; vino, y sin haber hecho nada de nada, junto con Manuel de La Fuente la volvió a inaugurar.

—¡Inaugurarla!, ¿pero para qué?

—No había motivo. Rondón Nucete no le había hecho nada. Fuera de la pinturita seguía en ruinas y abandonada. Eso fue en el 91. Y ese día de la inauguración botaron la placa que había puesto el gobernador Orlando Gutiérrez. Sin ningún derecho ni permiso, Rondón Nucete la nombró Casa de la Cultura de San Rafael del Páramo. Y lo peor, la mayor desgracia, es que allí no hay cultura en lo absoluto. No, no señor...

   "—Es verdad que yo no nací para estas diatribas –continuó el noble anciano-: Que estuvo bien lo que me decía mi padre: ¡Primero Dios y la Virgen!: No te metas en vainas y dedíquese a sus tareas domésticas, del campo. Pero me sacaron a empellones; sacaron primeros a empellones mis solícitas imágenes. Las echaron a la calle. Me quitaron el secreto de mi fe, mis pequeños muñecos y palos y los vendieron, los comerciaron, y perdí mi fuerza. A empellones me sacaron de entre mis gallinas y perros de El Potrero. Y les obedecí. Y perdí el milagro de la obediencia a Dios, obedeciéndoles a ellos. Se me escabulló el milagro de mis zurcidos y el temblor de mis dedos. Mis dedos se los llevaron".

   “Y aquí estoy en este hueco negro de la Fama que a renglón seguido y como una máquina maldita no detiene su curso”

   El señor Manuel De La Fuente, "hijo predilecto" del gobernador, le ha llenado la cabeza de mentiras a Juan Félix. Le había prometido devolvérsela, a raíz de las denuncias publicadas en los diarios El Globo y El Nacional y toda la prensa merideña; pero en el peloteo de las decisiones él optó porque fuese Rondón Nucete quien determinara qué hacer con esta brasa caliente; éste ha dejado el asunto en manos de la Asamblea Legislativa. En este momento, 27 de julio, me acaban de informar que la Asamblea ha dicho que debe devolvérsela, pero que ha saltado el gobernador para sostener que únicamente se la devolverá en comodato; es decir en préstamo mientras él viva. Juan Félix viene padeciendo una cruel desolación, una agonía permanente, una obsesión dolorosa por el incumplimiento del gobierno con las donaciones que él ha hecho.

Nos pide que leamos la parte de su "diario".

   Jueves, 29 de abril de 1993. Hora 1:00 p.m.

   Llegó Jesús Rondón Nucete, Gobernador del Estado Mérida, acompañado de La Fuente y otros señores. El gobernador se dirigió a mí, diciéndome que venía a ver qué opinaba con respecto a los asuntos que se están sucediendo.

   Cuando le contesté: "¿Respecto a qué?", él respondió: "Con respecto a la casa que había cedido al Estado".

   Le dije: "Yo lo que quiero es que me la entreguen ya que tiene seis (6) años y no se ha cumplido el contrato".

   Entonces me propuso que me dejaría un pedacito de la casa para que yo viviera, y que la otra parte sería para un museo que yo atendería. Le dije: "No me conviene, ya que el Museo lo voy a hacer yo mismo si Dios me da licencia, y además éste (museo) debe ir al lado de la Biblioteca, en un terreno que allí tengo.

   También me dijo el gobernador que fuéramos a la casa natal; que yo mismo dijera qué me gustaba y qué no me gustaba, dándome a entender que allí de una vez decidiéramos lo del museo.

   Le contesté: "¿A qué voy, yo conozco la casa?".

   A lo que él dijo: "Ahora está lloviendo, sino iría con éstos"—refiriéndose a los que le acompañaban.

   Yo le dije: "Yo no voy;... yo no voy, señor gobernador".

   Manuel De La Fuente dijo: "Que ya tenía los muebles para la casa". A lo que le contesté: "Ah, eso no, porque me lo regalan". A lo que De La Fuente dijo riendo: "No hay problemas".

   El gobernador me instó para que yo escogiera cuál de las piezas utilizaría (para vivir), pero que no sería en ese momento porque llovía mucho.

   Ambos convinieron en que no tendrían problemas para devolverme mi casa. Pero yo les dije que necesitaba de una constancia donde yo tendría nuevamente la propiedad. El gobernador contestó que haría un documento que agregaría al viejo, el cual me leyó en parte. En éste me haría entrega de la casa.

   Por último quedamos convenidos que para la semana siguiente volvería el Director de la Cultura, Manuel De La Fuente, con el abogado de Juan Félix para hacer la entrega definitiva de la casa. Les comenté a todos, que quise hacer una paloma y me salió un murciélago. Y salió y se fue él, el gobernador; quedó atrás De La Fuente, y me dijo que me avisaría con el prefecto". Se despidió y se fue con todo e invierno.

 

   Regresa Manuel De La Fuente con las manos vacías

   Terminamos la primera parte del Diario. Más adelante encontramos lo que Juan Félix recoge el día miércoles, 12 de mayo, casi dos semanas después de la visita del gobernador. La mentira de Manuel de La Fuente, hasta ese momento es simplemente elocuente, después se hará consustancial con su ser y con su función administrativa. Veamos lo que escribe Juan Félix:

   Estuvieron aquí donde yo vivo, los señores Manuel De La Fuente y el doctor Álvaro Varela y la secretaria de Manuel De La Fuente, para resolver lo de la entrega de la casa natal. Le contesté lo siguiente: lo que quiero es que me la entreguen porque hay motivos suficientes para ello. El doctor Álvaro y Manuel De La Fuente tuvieron una larga conversación que yo no oía. Por último les puse en cuenta que yo necesitaba la constancia de entrega, firmada por el gobernador Jesús Rondón Nucete. Entonces Manuel De La Fuente, su secretaria y el doctor Álvaro me contestaron que así debía ser. Me dijeron que volverían otro día para no decir mentiras porque yo les dije que me habían quedado mal en la primera vez, advirtiéndoles que yo no soy eterno.

   Si no le cumplieron, como habían quedado en la visita hecha el 29 de abril, ¿a qué fue Manuel De la Fuente en su última visita del 12 de mayo? Acabo de llamar (hoy 16/6/93, hora 8:45 a.m.) al abogado Álvaro Varela y me dice que está obstinado, tratando de comunicarse con el gobernador o con Manuel de la Fuente y que a ninguno de los dos consigue.

Toda esta historia puede leerse en mi libro: “Juan Félix Sánchez y Epifania Gil: La cultura como sepultura”, que pueden bajarlo de ENSARTAOS.COMO


jsantroz@gmail.com

 



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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