Los Cardenales, como otros personajes de la antigua Europa –nobleza, espadachines, mosqueteros, etc.− o hasta los que todavía no han llegado ni al siglo XX i menos al XXI, son hombres capados, hombres de capa de vestir, suelta desde el cuello i abierta por delante i puesta sobre los hombros; pero también existe el verbo capar, que es extirpar los genitales (especialmente gónadas), como se hace con ciertos animales que entonces se llaman o se dicen, capados o capones; de manera que se aplica también a lo que se suprime o disminuye en ciertas habilidades, hasta que de manera no formal, sino con visos literarios o sentido figurado, se dice que alguien está capado mentalmente. El Cardenal Urosa Sabino, pues, lleva la capa cardenalicia, roja pero no rojita paradójicamente, i una capa mental que le hace capado intelectual, i ser un burro disfrazado. Es, pues, lo que siempre he dicho de la mayoría de los “grandes prelados” que alejándose de Cristo i subiendo con artimañas a las alturas del poder i de los rangos, (sucede con casi todos los Papas) tienen pocos estudios, o estudian libros vacíos de contenido i de objeto –en estos casos, Dios es el objeto− con los cuales se hacen analfabetos culturales. No viven ni entienden la realidad que les toca vivir. Esto no impide que otros, tomando conciencia de que no se puede perder el tiempo i la vida, en elucubraciones, mitos, dogmatismos i creencias absurdas, se han hecho brillantes científicos –Copérnico, Mendel, Lemaitre o Teilhard de Chardin− por ejemplo, u otros por su labor social, cultural i profundamente humana, excelentes sacerdotes. Recordemos la película de Cantinflas, EL PADRECITO, o la Teoría de la Gran Explosión, el Big Bang, por otro.
Sin embargo, a estos Cardenales nuestros, quizá con discreta excepción de Quintero i Lebrum, no mui santos que se diga, lo que son Ignacio Velasco, Castillo Lara i este gaznápiro del presente, son como decía Beaumarchais de quien es la frase: “Con capa de letrado, anda mucho burro disfrazado”. Esta es la razón de tantas infelices intervenciones en la vida del país i tantos rebuznos en el campo de la política, de este cardenal con cara de zángano pero envenenado de mentiras i odios, igual que sus más allegados como Baltasar Porras, Ubaldo Santana o Roberto Lückert i algún Nuncio, por añadidura, como diría Cervantes.
Empero, (me gusta el arcaísmo) i pese al peligro de escuchar otro disparate asnal, le pregunto al Cardenal Urosa si ha leído la carta que el obispo Robert Bowan de la Iglesia Católica de la Florida, un ex coronel i ex combatiente de la guerra en Vietnam, con suficiente experiencia i moral para condenar la guerra (negocio) i el terrorismo de estado (negocio también) le señala al presidente Bush todas la cosas malas o atrocidades que hace el Imperio, terrorista i criminal, arrasando pueblos, atacando a gobiernos democráticos i soberanos, estableciendo sanciones económicas, destruyendo centrales eléctricas, asesinando viejos, mujeres i niños, ocasionando un odio mundial, en vez de reducir o desparecer armas nucleares, invertir gran parte del presupuesto para armas en alimentos i calidad de vida, i combatir el hambre i la miseria humana, o sea, en resumen, ser buenos en lugar de malos, con lo cual no serían atacados como sucede con Canadá, Noruega o Suecia, que tienen paz i se les respeta. Le recomienda también cerrar la Escuela de las Américas, o sea la Universidad para formar asesinos, terroristas i saqueadores profesionales en las milicias. Este es un obispo consciente, situado en la realidad del siglo XXI, no como los lacayos de la Conferencia Episcopal Venezolana, que parecen inspirarse en Hitler o Stalin, aunque cínicamente, usan el nombre de Cristo. ¿Sería capaz la CEV de hacer una carta o comunicado parecido o en apoyo al obispo Bowan? Seguro que no, aunque sea a favor de la paz i la felicidad de la patria. Ustedes, partido político ilegal de oposición, también tienen el alma vendida al inexistente diablo en el cual creen, porque fue gestación o creación de la misma Iglesia que, ahora, en nuestro país, están de parte del imperio, de la guerra, del crimen i no creen en la paz porque dejaría de ser negocio con el Imperio. Por eso son conspiradores a sueldo i partidarios de la campaña anti ética i antipatriótica a todas luces que observamos en esta etapa pre electoral. Por eso, Cardenal, lo tratamos con tanto desprecio o irrespeto, “porque nadie puede ser ofendido en su dignidad, si antes no se ha ofendido así mismo”. Usted, con esa carita de “yo no fui”, por su narcisismo evidente –i el narcisismo, desde el punto de vista de los valores, es, según Eric Fromm, antagónico de la razón i el amor− como lo demuestra a cada paso cuando opina, que no ama a su patria i que odia al presidente que le recibió con reconocimiento de su alto cargo en el Imperio Vaticano (lo debe recordar) i de su parte creo que debe haber estado tentado a respaldar lo expresado por Pat Robertson, cuando recomendó al presidente Bush el asesinato del presidente. Recuerde además, que ha dicho lo que otros de la oposición también; que el voto es absolutamente secreto, confirmando la perfección del sistema electoral, inviolable, i por lo tanto no queremos oírle decir el 27 de este mes, que hubo fraude. No acabe de hundirse en una mediocridad olímpica. Si usted hubiese sido dotado siquiera de una discreta dosis neuronal de inteligencia, al menos su maldad fuese un tanto a lo Fouché, aquel ministro de Napoleón llamado el “genio tenebroso”; se hubiese parecido en algo a célebres cardenales como Richelieu o Mazarino, que aprendí a conocer su inteligencia pervertida, en las novelas de Alejandro Dumas que leí casi todas durante el Bachillerato. Sin embargo, le reconozco un aporte a mi experiencia: siempre pensé que los dos cardenales históricos que cité, eran personajes de novela (o exagerados por el novelista) en su comportamiento infame; usted, Cardenal capado Urosa Sabino i los otros “colegas de capelo” que he mencionado, me ha demostrado que personas así, existen, son reales, son lamentablemente “genio i figura hasta la sepultura”.