Analicemos las andanzas
de la burguesía criolla: Son unos “caballeros en todos los sentidos”.
Se les ve en la vestimenta, en los modales, en la “dicción perfecta”,
donde introducen con gracia un chascarrillo criollo de buen gusto, que
los caraqueños llamamos chispa. Son chistosos; sobre todo adulan y
se guindan sin ponerse en evidencia. En los gobiernos puntofijistas
aquellos “gobernantes” y “dirigentes políticos” se sentían
tratados de quien a quien (también algunos de la V) y lentamente se
les iba el resentimiento que impone la diferencia. Son unos verdaderos
portentos en el uso de la palabra. En muy poco tiempo se ganaban el
ánimo del “gobernante de turno” y el de todo su grupo de conmilitones,
que reían a carcajadas de sus ocurrencias o celebraban su fino sentido
político. Un buen observador se da cuenta que hablan con todo el descaro
y que no se les entiende la mayoría de las palabras que dicen.
Los burgueses venezolanos
no son unos sujetos de grandes gestos como suponemos, sino de muchas
y seguidas picardías. Por eso es que dicen tanto que no vale la pena
tanta preocupación, ¿no les parece? La técnica de manipular de estos
grupos de individuos poderosos ha sido perfeccionada y constituye un
gran peligro cuyas opiniones no son del todo agradables para el progreso
social del pueblo. Si se trata de un hombre joven aún y relativamente
oscuro, los burgueses pueden ser inducidos para que le acusen de incompetencia
profesional, y quizás acaben con él silenciosamente. Cuando se trata
de hombres más viejos demasiado bien conocidos para que estos métodos
tengan éxito, se despierta la hostilidad de sus seguidores mediante
la tergiversación y la manipulación. La mayoría de estos sujetos,
naturalmente, no quieren exponerse a tales riesgos, y evitan el dar
pública expresión a sus opiniones sociales o políticas. Este es un
peligroso estado de cosas mediante el cual la inteligencia desinteresada
se ahoga parcialmente, y las fuerzas conservadoras y oscurantistas se
persuaden de que pueden permanecer eternamente triunfantes.
La burguesía ha mantenido
siempre que las opiniones deben ser formadas por el debate cogollero,
no permitiendo que se oiga a las masas populares. Los Gobiernos tiránicos,
tanto antiguos como modernos en nuestro país han mantenido siempre
este criterio. La diferencia fundamental entre el criterio socialista
y el burgués, consiste en que el primero considera todas las propuestas
abiertas a la discusión del pueblo y todas las opiniones sujetas a
la duda en menor o mayor medida; mientras que los burgueses sostienen
por adelantado que ciertas opiniones son absolutamente indudables
y que no deben permitirse los argumentos contra ellas. Lo curioso de
esta opinión es la creencia de que, sí se permitiesen la investigación
imparcial, llevaría al pueblo a la conclusión errónea, y que por
lo tanto la ignorancia es la única salvaguardia del error. Este punto
no puede ser aceptado por el sistema socialista que desea que la razón
y la igualdad, en lugar del perjuicio, gobierne los actos de los gobernantes.
Hay dos criterios sobre
el funcionamiento adecuado de la democracia. Según el socialismo, las
opiniones de las mayorías deben de prevalecer absolutamente en todos
los campos. Según la burguesía, cuando es necesaria una decisión
que les favorezca sus intereses, no deben de estar representadas diferentes
opiniones, en proporción a su número. Los resultados prácticos de
estos dos sistemas son muy diferentes. De acuerdo con el primer criterio,
cuando las mayorías han decidido a favor de alguna opinión que favorezca
los intereses del pueblo no debe permitirse que se exprese otra que
los perjudique, o, si se expresa, tiene que estar limitada a canales
de aceptación por las mayorías. Según el criterio de la burguesía,
las opiniones minoritarias deben tener todas las oportunidades de expresión
sin tomar en cuenta a las mayoritarias.
Hay dos cuestiones que no han sido distinguidas suficientemente: una es la mejor forma de gobierno; la otra, las funciones de gobierno. No dudamos de que la democracia sea la mejor forma de gobierno, pero puede descarriarse como sucedió en la IVR, como cualquier otra forma, en cuanto a las funciones de gobierno. Como es una tendencia natural en los burgueses al ostentar el poder en ejercitarlo hasta el máximo, ya que es una salvaguardia de la tiranía el que hasta instituciones y organismos que posean, en la práctica o en la teoría, una cierta independencia ilimitada del Estado la ejerzan. Tal libertad, existente en los países que derivan sus civilizaciones de Europa, puede ser seguida históricamente hasta el conflicto entre la iglesia católica y el Estado. Contra este peligro, la protección principal es una educación sana, destinada a combatir las inclinaciones a las erupciones irracionales de odio colectivo de la burguesía. Pues deben su poder a las pasiones irracionales y saben que declinarían, caerían si se hiciera común el poder del pensamiento racional.
Los enemigos de la
libertad igualitaria, si se salieran con la suya, reducirían a Venezuela
al nivel de la amañada seudo-democracia, más bien dictadura aristocrática
chilena, con respecto a la promulgación de las doctrinas que reprueban.
Sustituirían con la tiranía organizada el pensamiento colectivo; proscribirían
todo lo nuevo; harían que el pueblo se osificara; y al final producirían
una serie de generaciones que pasarían del nacimiento a la muerte sin
dejar huellas en la historia de nuestra Patria. Recordemos que lo que
estába en juego en el proceso eleccionario del 26-S, tanto en lo grande
como en lo pequeño, es la libertad del espíritu del pueblo venezolano
para expresar sus creencias, ya sean éstas compartidas por otros pueblos
o por ninguno. Las nuevas esperanzas, las nuevas creencias y los nuevos
pensamientos son siempre necesarios, y no puede esperarse que surjan
de una absoluta uniformidad.
¡Gringos Ho Home!
¡Libertad para Gerardo!
¡Libertad para los cinco héroes de la humanidad!
Hasta la Victoria Siempre.
Patria Socialista o Muerte. ¡Venceremos!
manueltaibo@cantv.net