Las cámaras de televisión recorrían el recinto legislativo, los rostros del pueblo asambleísta reflejaban la fiesta que implica un año más de gestión del Gobierno Socialista. ¡De repente! las cámaras entraron en un espacio inanimado, rostros con fisonomías duras, severas, impávidas, como talladas en rocas, se abultaron en la pantalla.
Fue inevitable, recurrir a la niñez y recordar o asociar los rostros de estas diputadas y estos diputados de la oposición, a “los malos de las películas” y comiquitas. Parecían muñecos de cera, pero con más realismo que las figuras del Museo Madame Tussauds.
El Presidente Chávez había iniciado su ejercicio de pedagogía política, presentando cuentas en la Asamblea Nacional, el 15 de enero de 2011. El Presidente Chávez hablaba al país en cadena nacional de radio y televisión.
El líder de la Revolución Bolivariana, tuvo como preámbulo las palabras de ese estandarte de la perseverancia y el decoro de un hombre llamado Fernando Soto Rojas, quien preside la Asamblea Nacional y cuyo discurso impregnado por la sencillez y profundidad de los saberes populares, rompió el rigor del protocolo abriendo las puertas para que ese pueblo llamado Hugo Chávez se expresara libre, profundo, sincero y dicharachero.
El Presidente hablaba recurriendo a cifras, a las ciencias, adornadas con amenas y graciosas anécdotas. Transcurrían los minutos, las horas, y ya no había dudas, las cámaras descubrían dos tiempos, dos espacios, dos realidades: un espacio-tiempo que mostraba un pueblo en movimiento, lleno de goce, con la alegría de saberse protagonista en la construcción de una utopía, de hacer realidad sus sueños y, otro espacio sin tiempo, como una fotografía, que atrapó y desveló los rostros opositores llenos de odio y venganza.
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