Acaso la oposición venezolana goce de cierto entronque ideológico con el ultra conservadurismo, como corresponde las derechas del planeta, que se cuelgan de sus ramajes medievales y por comodidad filosófica, diría M. Rosales, a veces hacen tierra en alguna porción del legado de Pío XXII (seguro es el caso de Ramón Guillermo Aveledo); o de los conspicuos idearios de Jean Marie Le Pen o Carl Schmitt, o del antropoide Diego Portales, que inspiró a Pinochet y cuyo retrato aún figura invicto entre los emblemas de una clase media chilena enganchada al pasado.
Me corto una oreja si Sor María Corina, en sus ratos libres, no fotocopiará las enseñanzas de Alberto Adriani para remozar la cultura obrero-masoquista de A. Velásquez, que delirará con la instauración en Venezuela de las escuelitas Realschules, como métodos Adrianista para aparear a los germanos con los criollos y así, todos catiritos y jamaos, encarar el porvenir de la industria criolla. Vaya que oferta, debe pensar Velásquez para lanzar una ley de reemplazo de las Misiones Sociales: “Ahora sí me lo voy a comer en la MUD!”
Hago este rastreo detectivesco-antropológico porque he estado recordando el Tejerazo español para no olvidar el Carmonazo. En ambos está fríamente calculada la negación a la libertad y la intolerancia de quienes, perniciosos, reos de sus malestares de conciencia, alucinados de odio, desean volver añicos la utopía con la que a diario vivimos en el pueblo llano.
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