En un ambiente de bochorno y de lánguida e indefinida fatiga la gente lee la prensa; hasta los escuálidos se hastían de su propia gente.
Cansa, todo cansa.
Los escuálidos tienen que conformarse con sus vacuos líderes que como no tienen cerebro para un programa de lucha serio y decente se aferran a sus fatuos huelgueros, a sus ladrones, borrachos y delincuentes.
La gente de JAVU, con sus nalgas al aire, se anda ingeniando otro plan en connivencia con Globovisión, quizá simular un incendio a lo bonzo, un ahorcamiento desde elevado, una gran torta de excremento en Altamira.
La peste de sus acciones las lleva ahora unas ridículas enfermeras y unos sindicatos de la educación que nunca han educado un carajo.
Los sindicatos de la CTV de la educación preparan un ataque contra mi persona porque les he dicho en un artículo que no estudian, que no piensan y que para lo que trasmiten a nuestros jóvenes, es demasiado lo que cobran. No tienen espíritu de sacrificio, de voluntad para superarse y creen que si les aumentan el sueldo entonces serán más brillantes, más doctos, mejores ciudadanos y la sensibilidad se les aguzará. Ya salió un artículo que no he le{ido titulado, según me dicen: "Sant Roz te equivocaste", escrito por un tal Pedro (el escamoso) Contreras.
¿Qué hacen esos sindicaleros frente a un gremio con miles de "docentes" cobrando pensiones de reposo y de inhabilitación falsas?
¿Qué hacen esos dirigentes del magisterio frente a esos "educadores" infames que nada trasmiten, que no sea su pesadez, su insolencia, su desprecio hacia los jóvenes y el conocimiento?
Los que tienen hijos y se preocupan por saber cuánto le enseñan en escuelas y liceos, conocen el grado de ignorancia, de abulia brutal; esa apoplejía paralizante, ese bostezo, ese abandono letal que campea en nuestro medio "educativo". Y la universidad es la misma cosa. Pero si uno se arrecha y dice lo que piensa, salen los gremios con esos dirigentes envejecidos antes de nacer (con promedios de diez puntos), salen los centros de estudiantes (con dirigentes que no saben expresarse, que han repetido docenas de materias en la Universidad), a ofenderse, y a llamarlo a uno reaccionario y "loco".
Lo más de ridículo de todo son esas huelgas de hambre, que se comienzan y suspenden sin que nadie sepa por qué.
La oposición en Venezuela sido capaz de degradar todas las formas de lucha que ha emprendido.
¿Quién en este país cree en las jodederas de las huelgas de hambre?
No digo que habrá ciertas personas que asuman con seriedad esta responsabilidad tan peligrosa, pero la mayoría de los que participan en ella son unos tragadores de arepas o de cachitos a escondidas.
Basta con ver a esos dirigentes que en colchonetas estaban frente al PNUD, fresquecitos, enérgicos, dando declaraciones a la prensa hasta por codos.
Yo recuerdo perfectamente a un famoso "educador" venezolano, laureado por la UNESCO, que fue decano de la Escuela de Educación de la Universidad Central de Venezuela, que durante una huelga de hambre en la UCV, él se presentaba a la una o dos de la madrugada, con bolsas llenas de arepas rellenas y cuarticos de leche, y le decía a los "huelguistas": "- Muchachos: no sean pendejos, coman,... coman". Y aquellos pobres degenerados, salían gordos, buchones, de aquellas "gloriosas jornadas".
Eso lo vi yo.
Y aquella "Huelga", de no sé de cuántas horas, que sobrepasaban las trescientas, "triunfó" en los términos en que dispuso aquel famoso ex-decano (quien por más señas, vestía a la moda, con rosa roja en el ojal del saco. Murió en un raro olor de la santidad "revolucionaria", recientemente).
Y todas esas huelgas de "hambre" acaban mal, porque se hacen sin verdadera devoción, sin auténtico sacrificio; sólo por figurar y divertirse un poco, hablando sobre unas colchonetas hasta la madrugada; bromeando y echando chistes, y preguntando al amanecer: "¿Qué número salió? (en la lotería)".
Y no lo nieguen.
Cuando aquí corrían por las calles los dólares a 4,30 y el más pendejo tenía la posibilidad de hacer un crucero por el Caribe, los maestros o profesores de esa época y de esos goces, nada mejoraron en su condición humana. Creen que el aumento de sueldo los hará más honestos, más serios y responsables, más estudiosos, y esa vaina es imposible.
Y conocí a muchos dirigentes gremiales (que por ley son siempre los menos preparados), que escogieron la carrera de ser "luchadores sociales" porque en verdad que no daban la talla para la especialidad o la carrera que habían escogido: caso Villca Fernández y Nixon Moreno; y porque más fácil vivir hablando de politiquerías, cobrando viáticos y haciéndose ver por una pantalla de televisión, que estudiar, que quemarse las pestañas investigando en los laboratorios, que pasarse días, meses o años, indagando, consultando libros en las bibliotecas.
¿Y cuál es la historia de Venezuela que conocen nuestros jóvenes, que no saben siquiera, donde queda Berruecos?
Profesores de literatura que no saben redactar una carta, que recitan, en público, poemas de Antonio Machado y dicen que son de Andrés Eloy Blanco.
Ahí tenemos dirigentes gremiales, que contratan a un periodista para que les escriba las respuestas que deben dar a la prensa, pues son incapaces de estructurar una sola línea.
Como sé que no puedo cambiar el cerebro de los demás, y que la cobardía para ver la verdad es cosa muy antigua, no me importa un carajo lo que piensen esos fulanos sindicatos.
Prefiero que me odien, que no me traten, que se arrechen esos miserables cargadores de gonfalones reivindicativos a taparme los ojos y los oídos y no proclamar lo que siento.
¡Lean!; estudien, prepárense, sean capaces de ser sinceros con ustedes mismos.
Tengan el valor de ver a la cara de esos farsantes que se llaman "huelguistas".
¿Cuántos maestros o profesores han mantenido una lucha decidida ante la funesta destrucción del río Mucujún?
¿Cuántos se han estremecido ante la construcción del más elevado basurero del mundo, el que estuvo en el Pico El Águila, en las fuentes mismas del Motatán?
¿Cuándo hemos visto a los profesores y maestros de cualquier categoría, salir a enfrentar a esos sórdidos programas de televisión que enaltecen el homosexualismo, que son un canto a la violaciones sexuales, a los ritos macabros de la muerte, de incesto, de la traición y el derroche más espantoso de sangre y de cuanto represente bajeza, infamia, inmundicia, asco y abyección?
¿Cuántos de esos profesores y maestros, valientes para hacer huelgas y paros, han cumplido sus promesas de dar horas extras de clase, después de esas largas protestas reivindicativas?
Lo más fácil del mundo es hacer huelgas y paros (en este país).
Como no hay autoridad, ni respeto, responsabilidad, ni sentido del trabajo...
Y por ello vemos permanentemente a esos malditos "dirigentes de los trabajadores", a esa caterva de canallas sindicaleros o "revolucionarios" (como los que tuvieron paralizada la Avenida Miranda realizando manifestaciones y paros "solidarios" con los vagos, con funcionarios públicos que son verdaderos delincuentes, ladrones. El verdadero sindicalismo era el español, antes de la guerra civil, donde los dirigentes jamás cobraron un céntimo por defender a los trabajadores; pero en este país, ¿qué se puede esperar de unos dirigentes gremialistas que tienen choferes, inmensos privilegios, que se han vuelto especuladores con los dineros de los maestros y profesores; que se la pasan en el exterior dándose la buena vida y disfrutando de unos placeres que ni los sultanes...
Y lo pero de todo esto, es que quienes de veras merecen aumento de sueldo porque de veras trabajan; los que justifican sus preocupaciones por el saber de sus alumnos, los que sudan el duro el pan que llevan a sus hogares; los que se preparan, no porque se los pida un sindicato sino porque lo llevan en el corazón, en los nervios, en la necesidad de evolucionar; ésos, tienen que compartir el sudor de su frente con los malditos habladores de pasillo que nada hacen, que nada crean, que nada positivo (humano) trasmiten a los demás. Porque yo tuve verdaderos maestros, a los cuales al recordar se me empañan los ojos. Maestros a los cuales amaba con sagrada devoción. Y eran maestros a los que nunca vi suspendiendo una clase por particulares intereses materiales; a los que nunca vi llegar tarde a un curso; a los que no escatimaban ninguna clase de sacrificio, tiempo, para enseñar. Que querían de veras a sus alumnos...
Y no sea crea que por ello eran unos tontos. No. La viveza, aunque se practicaba también entonces, no estaba en las escuelas. No había dirigentes gremialistas que perdían sus vidas en cuentas contractuales, porque demasiado hermosa era vida para derrocharla sacando cuentas. El mundo entonces no estaba lleno de necesidades artificiales. La costumbre entonces no era atosigarse de vulgaridad por cuanto muestra la televisión. La costumbre no era entonces vivir a la espera del azar de la lotería. No era el oficio diario de la politiquería, de ronronear de esquina en esquina preguntando como van los personajes de las telenovelas y el alza o baja del dolar; de los ministros que corren como ratas por los países desarrollados, a ésos a los cuales quisiéramos enviar a nuestros hijos a estudiar.
Y se vivía con poco y la gente ocupaba un poco más el tiempo en pensar y hacer servicios por los demás.
Hoy nos hemos desintegrados. Carecemos de verdaderos maestros. No tenemos alumnos. No tenemos hijos, sino seres que echamos al mundo sin pensar, sin calcular a donde iban a podrirse; sin la capacidad de poder orientarlos, porque vivimos ocupados en mil preocupaciones artificiales, recorriendo bancos, llenando formularios ridículos, asistiendo a conferencias que son sólo loas a la vanidad. Olvidados del Cielo, de Dios, del don de lo humano, de la Naturaleza. Somos unos bichos enfermos de vaciedad, cargados de dolores extraños, momias, infelices que balbuceamos y por ello nos creen hombres... Y en verdad, a lo mejor los somos...
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