Los tantos giros y cambalaches que se han dado en su vida (inexplicablemente compulsivos, infamantes, encajonados en sus caprichos existenciales), no son quizás suficientes para entender su doblez temperamental y política, pero sí para balancear psicológicamente lo que dijo Alfredo Maneiro cuando Petkoff soñó con ser Presidente: “Teodoro sustituye al país por la izquierda, a la izquierda por el MAS, al MAS por el teodorismo y al teodorismo por él”.
Esta cadena esquizoide no existe hoy (gracias a los desvaríos de su segunda juventud, cuando escribió Proceso a la Izquierda), pero se le puede buscar la vuelta, porque si algo luce teodorísticamente entero e insuperable, es la conciencia histórica que él posee de su degradación: en la escena luce irresistiblemente ridículo, jocosamente falso y por eso mismo inconmovible. No tiene cura, pero sí a Leopoldo Castillo, su congénere ideológico, para activar el flashback más enigmático de la película; esa que Roberto Malaver debería, ahora que va a estar “fuera del aire”, explicárnoslo apelando a la arqueología o a los Clásicos.
Obviamente no se trata de sus míticas fugas, ni siquiera de las conmovedoras joyas de su campo verbal (“vamos a echar un vainón”, “estamos mal pero vamos bien”, “los médicos que se rebusquen”). Sería un desliz de mi parte, y una solicitud insulsa a Roberto que nos diga lo que ya sabemos: que la sangre que se bebió para fugarse (seguro es en la única cosa que ha fingido) era un licuado de hígado encebollado, que si patatín que si patatán.
Roberto, tú, como su chivo explicatorio, debes aclararnos de cuándo acá todo, en este país, menos en los últimos doce años, se ha resuelto en democracia. Y sobre todo, será que Petkoff sustituye a la MUD por una Fuerza Armada teodorista, que la airea la falda a María Corina?
Sería esa la parábola actualizada a lo dicho por Alfredo?
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