En una palabra, citando la postura de Diego Arria que lo llevó a no firmar dicho acuerdo, el documento no hace un corte tajante con el pasado, pero no el pasado del Proceso Revolucionario, sino de ese pasado oscuro de los cuarenta años de democracia representativa. “El Programa –expresa Arria- al rechazar la refundación evade la raíz del problema que es la gobernabilidad, y por ello no responde cómo podrá gobernar el vencedor de octubre, que estará secuestrado por los poderes públicos de que seguirán subordinados y al servicio del régimen actual…”
Esta somera visión del ahora histórico de la política nacional venezolana, lleva a añorar el discurso de aquél hombre que el siglo XVI, siendo fiel a la Corona Española, fue capaz de decir verdades y de sentarse al lado de los oprimidos y no al lado de la espada colonialista; me refiero al indio metropolitano, conocido en los “santos lugares”, como el fraile dominico Bartolomé de las Casas (Sevilla, España, 1474- Madrid en 1566); a pesar de haber participado en el proceso de Conquista, primero como saqueador de los recursos naturales del nuevo mundo, y luego como sacerdote, prestó atención a la prédica indigenista del fraile Antonio de Montesinos, la cual lo motivó a renunciar a sus encomiendas, para convertirse en un acérrimo defensor de los nativos que estaban siendo exterminados cruelmente por los conquistadores. Primero ante el rey Fernando "El Católico" y después ante Carlos I, Bartolomé de las Casas criticó duramente los crueles métodos de explotación que padecían los indios. Gracias a sus gestiones en 1542, la Corona promulgó las "Leyes Nuevas", donde se prohibió la esclavitud de los indígenas, quienes pasaron a ser vasallos tributarios del Rey de España.
El discurso de Bartolomé de las Casas titulado "Brevísima relación de la destrucción de las Indias", donde relató las crueldades de los conquistadores durante la invasión a América, se parece mucho al parte de guerra en que estaba Venezuela a finales de los noventa del siglo XX. Un país esclavizado, dominado por quienes sólo su “oro” quisieron y que por cada organización, empresa o interés internacional afectado, todo un país debía ser castigado con políticas de exclusión y deterioro de su calidad de vida (políticas del FMI, por nombrar un ejemplo).
En el escrito "Brevísima relación de la destrucción de las Indias", el cual fuera iniciado en 1539, y que después de 1546, tras el fracaso de las “Leyes Nuevas”, producto de la anarquía que imperaba en los nuevos territorios por parte de funcionarios afectos a la corona, fue reelaborado, la versión que se tiene es de 1552, se convirtió en un documento que estableció contradicción entre de las Casas y Juan Gines de Sepúlveda (Pozoblanco, Córdoba, 1490 -1573,humanista, filósofo, jurista e historiador español del siglo XVI), el cual argumenta que es lícito e indispensable la guerra contra los indios antes de la predica de la fe, ante lo cual Bartolomé de las Casas manifiesta que no es ni lícito, ni mucho menos conveniente , sino mas bien es inicuo y contrario a la doctrina cristiana.
Si se centra la atención en el espíritu que dibujó el pensamiento lascasiano, se llega a la conclusión de que hace falta, en el plano electoral, un “breve discurso” sobre las pretensiones, aún latentes, de cierto sector de la sociedad por colocar al servicio de los intereses foráneos el futuro de Venezuela. En el pasado el “oro” era el motivo de todos los desmanes imperialistas; hoy es “el petróleo”, y mañana será el “aire”, el “agua”, “los alimentos”; Venezuela tiene todas estas bondades en recursos naturales, si desde ya no se impone un coto al interés desmedido de los Imperios, estaremos condenados a ser esclavos. Reflexionemos.
*.-azocarramon1968@gamil.com