Parecía de anteojito que después de darse el negocio Leopoldo López – Capriles Radonski, se ejecutaría el de María Corina Machado y Pablo Pérez; así lo veía clarito el conductor de la Hojilla, Mario Silva, en su bola de cristal que no le había fallado hasta que pronosticó tal alianza en su programa y al día siguiente, cuando se esperaba el anuncio, la candidata de la ultraderecha declaró que continuará con sus aspiraciones candidaturales.
Tal vez por punto, por no darle el gusto al revolucionario moderador, se retractó a última hora, aunque no se descarta que más adelante, cuando esté más próxima de la fecha pautada para las primarias (el 12 de febrero) pegue el salto y lance el zarpazo. Y es que la esférica con poderes sobrenaturales de Silva no deja de soltar destellos, y nosotros los venezolanos sabemos que así son ellos (los opositores): capaces de cualquier cosa, echan para adelante y para atrás cuando menos se espera, caiga quien caiga, ocurra lo que ocurra con tal de preservar sus intereses personales. La componenda Capoldo es un vivo ejemplo de lo que digo.
Sin embargo, creo que la diputada actuó de manera acertada tomando en cuenta que ella ni ninguno de los precandidatos de la mal llamada Mesa de la Unidad Democrática, posee liderazgo ni solidez política suficiente para tomar una decisión de esa naturaleza y salir bien librados, porque aunque no tiene pueblo ya contará con amigos y familiares que les de cosita y por esa afinidad y consanguinidad le aporten el voto, pero debe estar consciente de que si declina a favor de otro aspirante podría ocasionar en su gente una gran decepción y quedar sin los poquitos sufragios que pueda haber acumulado.
Ahí está el caso de Leopoldo López. Algunos de sus adeptos le darán el respaldo a Capriles, pero estoy seguro de que otros después que lo siguieron saltando troncos, sillas, escritorios y no se qué otros obstáculos, se sienten burlados, frustrados y desengañados. No creo que al descendiente de Bolívar le perdonen que bajo mentiras los empatara en esa loca aventura, para después, cuando menos lo esperaban, arrojarse al regazo de Radonski. ¡Qué vergüenza! ¡Qué pena con el Libertador!, ni para bañarle ni darle de comer al caballo.
Imagino que María Corina se vio en semejante espejo. Es una de las últimas de las encuestas, cuestión que no es de extrañar si observamos que su discurso del capitalismo popular es el más infeliz de todos los que pronuncian los aspirantes que derrotará Chávez. Algo que con sólo escuchar resulta contradictorio; la única relación que yo veo entre el capitalismo y lo popular es la explotación que tal sistema siempre ha ejercido en contra del pueblo.
Por supuesto, la propuesta de la candidata es bien coherente para la ultraderecha, el sector que representa y que al igual que ella siente el mismo asco cuando, por razones de fuerza mayor, se ve en la obligación de besar en público a una señora humilde de algún barrio.
María Corina en su campaña no logra compenetrarse con el pueblo. Su aspecto sifrino y burgués la hacen impermeable a la gente humilde, a la pobreza; creo que solamente es ella –así como dicen los chamos- al lado del presidente Bush, a juzga por su rostro de haber vendido a crédito cuando está cerquita de Chávez.
Pero esa decisión de continuar la candidatura afecta sobre manera a Pablo Pérez, que dada su fragilidad ante Capriles Radonski, le hace falta cualquier votico para no hacer el ridículo en las primarias, porque estoy completamente seguro de que el gobernador zuliano sólo puede ganar si a última hora se dan esas componendas que ellos acostumbran por debajo cuerda, a fin de cuadrar las elecciones y hacer sus pactos y sus negocios.
Por eso tampoco debe impresionar que unos diítas antes de esos comicios veamos a todos los candidatos agarrados de la mano haciendo la ola y apoyando a uno del grupo. En estos políticos el negocio está por encima de los principios, lealtades y compromisos. Son primero ellos, segundo ellos y tercero ellos.
No se si Mario Silva con su globo mágico enchabaría el pacto María Corina-Pablo Pérez, total, lo más importante para la revolución en estos momentos es que cualquiera sea el que gane las primarias, triunfará con la “D” inexorable de la derrota pintada en la frente, al tener que medirse a un coloso como el presidente-candidato Hugo Rafael Chávez Frías.
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