El irritable escualidismo

La irritabilidad de estos sujetos está a flor de piel es uno de los fenómenos más frecuentes. Se les percibe en múltiples formas: desde el que salta como un basilisco al hablarles de revolución o socialismo, hasta aquel que parece sentirse ofendido cuando oyen hablar de Chávez. A veces dan la impresión de ser verdaderos posesos: el pelo hirsuto, los ojos enrojecidos, el aspecto afiebrado; secos, cortantes, pronto a desbordarse en improperios; dispuestos siempre a apoyar cualquier tumulto, desafuero o violencia. En una de sus novelas, Díaz Sánchez nos hace una excelente descripción clínica de estos sujetos: “Juan segundo era una especie de diablo malo, cuya presencia hacía estremecer a la gente. Sombrío, irritable, pone empeño en conservar su fama de matón. Siempre anda armado con un revólver, y mira a las gentes de reojo con sus inyectados ojos de jabalí…”

Son lentos en sus discursos, prolijos y minuciosos en sus descripciones, pero pedestres en sus apreciaciones, tremendamente perseverantes, o por lo menos, repiten un período largo, refiriendo la historia reproducida por centésima vez con las mismas palabras, las mismas interjecciones y las mismas imágenes, intercalando las mismas consideraciones generales.

Tienen dificultad para la síntesis. No distinguen fácilmente lo fundamental de lo accesorio, ni en la selección del objeto de su discurso, ni en la medida en que intervienen los hechos y los razonamientos para arribar al objetivo final. No son capaces de desprenderse del tema que tratan en un momento dado. Al cabo de media hora, cuando sus interlocutores ya han cambiado el giro de la conversación, tornan de nuevo a su antigua tema, insistiendo tozudamente acerca de una circunstancia trivial.

La reacción de estos energúmenos cuando se les habla de socialismo suele ser catastrófica. Muchos presentan locura patológica. Dosis de whisky de dieciocho años y droga tolerados, pero a algunos los sumergen en la borrachera y en la locura. En estos trances son capaces de realizar los hechos más insensatos. En ellos está el origen de muchos crímenes y delitos en contra de nuestros líderes revolucionarios.

Son indiferentes y desalmados, al lado de estos sujetos, a quienes la psiquiatría ubica dentro de los psicópatas, siempre nos ha impresionado la incidencia que alcanza entre nosotros un tipo de personalidad taciturna, indiferente a los problemas del pueblo. Ante ellos se tiene la impresión de estar frente a un objeto, objeto que a su vez nos percibe sin alma ni resonancia efectiva. Entre el escualidismo abunda el tipo frío, sin espíritu de solidaridad, sin la más leve curiosidad o interés por los hechos más significativos de las calamidades del pueblo.

Se caracterizan por su extremada sensibilidad a la afrenta, por un orgullo proporcional y por un desmesurado afán de mando y de superioridad. Sólo tienen una obsesión: el culto por sí mismos. Su narcisismo llega a tales extremos que al escuálido más inteligente de esta naturaleza no deja de hacerle mella la crítica más leve y justificada, lo mismo que la más ridícula de las lisonjas. Los extremos a que pueden llegar a causa de su orgullo son siempre absurdos.

Cuando alcanzan posiciones privilegiadas, son magnánimos con sus incondicionales y feroces con sus detractores. Su egocentrismo no acepta el derecho a disentir. Su tendencia natural es la espoliación y la dictadura.

Como subalternos y compañeros, son desleales y envidiosos. No pueden soportar el éxito ni el bien de los demás. Víctimas de su egoísmo, no toleran la más mínima dependencia o jerarquía. Por eso tratan de derrocar a Chávez y ala vez posesionarse de todo el poder. Siempre propenden a la división o escisión de los grupos. Donde se encuentre un escuálido, difícilmente hay coexistencia pacífica. Su mal es una enfermedad que sólo se cura con el éxito. Consecuencia de este orgullo sin límites es su extremada susceptibilidad: un saludo no contestado a tiempo, una negativa a sus demandas, los transforman en los enemigos más irreconciliables. Durante años rumian la afrenta, no escatimando gastos ni hechos para lograr la retaliación. Lo que más llama la atención es la evidente desproporción que existe entre las pretendidas afrentas y las dimensiones de su venganza, como son esos frecuentes homicidios de chavistas.

No obstante, si se observa con cuidado a mucho agitador escuálido, no tardaremos en percibir la pobreza ideológica de sus discursos, la ausencia de esprit, la frase hecha, la carencia de brillantez y tersura, privando, por el contrario, el ripio, el lugar común, dicho como un loro, sin la menor noción de su sentido. Si profundizamos en su conocimiento veremos con terror cómo los sentimientos y las concepciones abstractas de patria, honor y pueblo, no son convicciones comprendidas hasta su raíz, sino palabras hueras sin significación ni huella.

No logran calar por ello el sentido de las leyes. Los castigos que reciben los aceptan sin comprenderlos y casi siempre con un confuso sentimiento de ser víctimas de una injusticia. Muchos llegan a sentir una animadversión contra la organización social existente y se hacen extremistas políticos por que el juez los ha encerrado por sus crímenes.

Son pretenciosos, ignorantísimos, no tienen ninguna gracia al hablar, la miseria de sus inteligencias da compasión, el vocabulario que emplean para expresarse es tan pobre como pobres de ideas son sus cerebros y usan los superlativos sin piedad, con una monotonía y prodigalidad horrible. Si para ellos el imperialismo es una maravilla, el socialismo es un desastre. No tienen noción de los términos medios, ni de las gradaciones. Moralmente se parecen unos a los otros como granos de maíz, porque poseen el grado de la mentecatez.


¡Pa’lante Comandante! Lucharemos. Viviremos y Venceremos.

Hasta la victoria siempre y Patria Socialista.

¡Gringos Go Home! Libertad para los cinco héroes de la Humanidad.

manueltaibo1936@gmail.com


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Manuel Taibo


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