Si intentan imponerse por la fuerza hay que arrasarlos sin contemplaciones

Si intentan imponerse por la fuerza hay que arrasarlos sin contemplaciones
A  pesar  de  una  realidad  histórica  que  define bastante bien a quienes
gobernaron este país por décadas y de un accionar, durante los últimos doce
años,  perfectamente  alineado  con  sus  antecedentes  antidemocráticos  y
fascistas,   hay  dentro  del  chavismo  una  tendencia   a creer que en la
oposición  conviven  dos  tendencias: un sector democrático y otro alineado
con el golpismo:Lo  peor  es que creen que al final se impondrán los que son

respetuosos de los principios democráticos y quienes aspiran la paz.

Es preocupante, muy preocupante, que los chavistas estén participando en un
proceso electoral donde se definirá el destino de la patria; convencidos, o
por  lo  menos  creyentes, de esas premisas y de que sólo basta obtener más
votos que los majunches para asegurar la continuidad de la revolución.
¿De  dónde  habrán  sacado  la  fantasía de que la oligarquía criolla y sus
esbirros  políticos  están  dispuestos  a resignarse a respetar la voluntad
popular?  ¿Cuándo  carajo  lo  hicieron?  ¿Es  que  el  simple hecho de que
Capriles  Radonski  haya  participado  en  varios  procesos  electorales lo
convierte en demócrata?

Ya  basta  de la pendejada de seguir pidiendo a un sector inexistente de la
oposición  que  se  desmarque  del  sector golpista, como si tratara de dos
grupos diferentes. Ya es hora de que entendamos que el más demócrata de los
opositores no resiste dos pedidas para involucrarse en un plan golpista.
No  hay  en  el  seno de la oposición venezolana la más remota intención de
reconocer  a  Hugo  Chávez  como el Presidente que quiere la mayoría de los
venezolanos.  De hecho, el más caro anhelo de esa gente es retomar el poder
para cobrarle a “las hordas chavistas” su atrevimiento.

Se equivocan quienes piensan que la actitud fascista que mostraron en abril
y diciembre de 2002 y a lo largo de todo el 2003, fue la consecuencia de la
alta polarización política.
Allí,  como  en  el  resto  de  sus  acciones,  se vio revelada, en toda su
magnitud,  el  alma  de  una  oposición  que  se  inventa  argumentos  para
justificar sus odios y miserias.
No  es  cierto  que  fue  la  pasión política la que llevó a convertirse en
monstruos  a  quienes ofrecían recompensas por la vida de Bernal, a los que
como salvajes se lanzaron contra el ministro Rodríguez Chacín y el diputado
Tarek  Wiliam;  a  los  que fueron capaces de atentar contra la embajada de
Cuba  y  a  los que horrorizaron a millones de venezolanos con sus actos de
terrorismo  contra  la  industria  petrolera…  No necesitan argumentos para
convertirse  en  monstruos,  simplemente  lo son y se sienten orgullosos de
ello,   ¿Acaso   alguien   ha   percibido  en  alguno  la  menor  señal  de
arrepentimiento?

No  fueron demócratas cuando gobernaron y nunca lo serán en oposición; poco
o nada les importa los medios a los que tengan que recurrir para retomar el
poder  y los privilegios que por siempre disfrutaron. Pensar que algunos de
ellos  pueden  ser sinceros cuando expresan: “Aquí cabemos todos”  o cuando
hacen  referencia  a  una  supuesta “reconciliación nacional” no es más que
otra  de  nuestras  pendejadas.  Su  felicidad  pasa  por  barrer cualquier
vestigio de chavismo y revolución.

Todos  sabemos  lo  que  planean, todos sabemos el peligro que representan,
pero  seguimos  jugando a creer que estamos participando en unas elecciones
al  más  puro  estilo  suizo.  Ni  el  gobierno  parece  prepararse para la
arremetida  que  viene ni el pueblo parece tener conciencia del peligro que
lo acecha.
Mientras  tanto, ellos que saben que perdieron la calle y no tienen pueblo,
adelantan  estrategias  en base a la enorme experiencia que tienen sus amos
del  norte  en como montar un teatro mediático para justificar acciones que
conduzcan  a   la  desestabilización  y derrumbe de un gobierno aunque esté
respaldado por la mayoría.
Basta  con  mirar a los lados, en cualquier dirección, para darse cuenta de
donde y como lo han hecho.

Si  seguimos  así,  es probable que un buen día amanezcamos sin presidente,
sin  gobierno y sin revolución; pues ellos no le  temen a la posibilidad de
que  se  desate  una  guerra  como  en  Colombia,  y razones tienen para no
temerle.
Ellos  saben  que en esa tipo de confrontaciones la sangre y los muertos la
pone el pueblo.

Urge,  entonces,  la organización popular para la defensa de la democracia,
de  la  revolución, de los logros alcanzados y lo más importante de la vida
de Hugo Chávez. No puede el pueblo delegar esta responsabilidad.
Obligados  estamos  a  definir  cuales  acciones habrán de tomarse y contra
quien,  en caso de que osen intentar arrebatarnos los sueños. Todos sabemos
quienes son y donde están los que planifican un asalto a la patria mientras
nos  hacen  creer  que juegan a la democracia; todos sabemos cuales son sus
empresas, todos sabemos cuales son sus bancos, todos sabemos cuales son sus
canales  de  televisión y sus paraperiodistas, todos sabemos cuales son las
emisoras  de  radio  que promueven el odio, la violencia y el asalto; todos
sabemos quienes son sus operadores políticos y al mismo tiempo sus cipayos.
Vamos  pues a declararlos “objetivos de la justicia popular” en el marco de
la  guerra  que  quieren desatar… Que cada quien sepa cual es su objetivo y
donde buscarlo.

Que  les  quede  claro  que  hasta  ahora  han  logrado  evadir la justicia
bobalicona  que  tenemos,  pero  no escaparán de la furia del pueblo, si se
pasan de la raya.
Tenemos  y  vamos  a  ganar  las  elecciones  del  7  de  octubre,  debemos
prepararnos  para  lo  que viene, pero sobre todo debemos dejarles en claro
que  no  saldrán ilesos en su intento de arrebatar al pueblo su esperanza y
logros.

arellanoa@pdvsa.com



Esta nota ha sido leída aproximadamente 1968 veces.



Alexis Arellano


Visite el perfil de Alexis Arellano para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter



Alexis Arellano

Alexis Arellano

Más artículos de este autor