El candidato de la oligarquía está rodeado de sofisticados equipos de asesores: inescrupulosos módulos de inteligencia foránea empeñados en la ardua tarea de reflotar al aspirante anodino. Y en esa campaña despliegan todas las armas, tanto las legales como las encubiertas. Y lo hacen con fiereza, usando todos los recursos a su disposición, ya sean mentiras publicitarias, o aventuras mercenarias.
Visto de esta forma, se entienden los trueques constantes en la campaña opositora. Por un lado acentúan al máximo las fallas del gobierno sugiriendo desidia e ineficiencia. Y por el otro estimulan la disociación egoísta con un discurso que propone, por ejemplo, revisar los convenios petroleros con otras naciones a las que, supuestamente, se les regala hidrocarburos.
Apuestan a la mala memoria del pueblo y pretenden desvincularse por completo de sus responsabilidades en el origen de los problemas estructurales del país, es como si nunca hubiesen sido gobierno. Para ello modifican de seguido el mensaje electoral, pues quieren que éste se parezca a lo simple y cotidiano. Y utilizan con eficacia giros y matices inesperados, los cuales sirven para enmarañar el asunto.
Esa oligarquía, representada por Capriles Radonski, apuesta en realidad al olvido. A la omisión de que ya manejaron el presupuesto petrolero de la nación, por décadas, y lo hicieron solo para su propio beneficio. Con esa estrategia los políticos del capital y sus franquicias partidistas sueñan con atajar la amplia ventaja de Chávez y fantasean con embaucar al país con la sonrisa torcida de su bufón.
De modo que la más importante tarea política es desenmascararlos. Hay que hacer evidente lo que ocultan, vinculando la mentira del presente con el pasado nefasto. Y explicar cómo esa falsedad conspira contra la emancipación y la justicia social alcanzada en el gobierno bolivariano. Recordando también cómo la oposición, ninguna vez cumplió, ni cumple, ni cumplirá sus demagógicas promesas electorales.
Toca, en tal sentido, activar la sinceridad política como el camino más efectivo, no sólo para combatir el disfraz oligarca, sino también para espantar el triunfalismo, ese desliz que tanto daño puede hacernos, en tanto paraliza la iniciativa de aquellos que no logran entender que en la vida de los pueblos la línea del infortunio es tan fina, que puede cruzarse en un instante.
Por tanto, es necesario destacar la importancia de valorar y preservar los avances políticos, sociales y económicos alcanzados bajo el liderazgo de Chávez, y hacerlo desde la sabiduría popular, oponiéndonos con eficacia a la hipocresía y al oportunismo. Batiendo el sonido de la soberanía alcanzada y enarbolando las promesas cumplidas por Chávez, mientras a la par se discute a fondo el plan de gobierno propuesto por el presidente candidato.
Corresponde seguir de pie, con la conciencia echada al viento de la esperanza, sin fisuras, pero entendiendo cómo dentro de la oligarquía habita una bestia, que hemos visto rugir y morder tantas veces. Y que por tanto, no podemos ceder ni un milímetro ante el peligroso adversario, el mismo que puede descabezarnos con inteligencia, y sin ningún escrúpulo.