Yo no conozco la historia de Monseñor Pellín -tampoco me he preocupado por conocerla-, pero si en vida fue un santo, debe estar revolcándose en su tumba. Mira que otorgarle un premio con su nombre a Roberto Giusti como “Comunicador Social del Año” y, encima, a Globovision.com como “Portal Informativo” 2005.
La Conferencia Episcopal Venezolana –y que me perdone nuevamente Monseñor Pellín-, arremete de nuevo contra el pueblo, al entregar un premio que solo sirve de respuesta mediática al reciente reconocimiento que ha otorgado el Estado a los periodistas.
No dudo que algunos de estos premios otorgados por la iglesia católica, hayan sido seleccionados de buena fe. Pero, los altos mandos de esa cofradía que dice representar al pueblo católico, quienes –por cierto-, tanto se jactan de convocar al pueblo venezolano, siguen jugando a la exclusión política y clasista, dividiendo al país en Sociedad Civil y… ese resto de especimenes que llaman chavistas.
Roberto Giusti, un mentiroso compulsivo, y el canal –Globovision- que más ha trabajado a favor del golpismo, no pueden ser ejemplo de los valores católicos profesados por la mayoría de los creyentes religiosos en Venezuela. Y pongo como ejemplo al mercenario mendaz y a su madriguera, sin contar con el resto de galardonados, algunos de ellos lacayos de las Putas de los Medios, porque esto hace referencia de los criterios que manejaron los purpurados fascistas para jugar a la antitesis de la revolución bolivariana.
Sin embargo, no debe extrañar esta maniobra que solo busca minimizar al máximo galardón del periodismo venezolano y ajustarse a las maniobras de la ultraderecha golpista. Baltazar Porras, el difunto Ignacio Velasco y Mikel de Viana –no mencionamos a otros curitas presentes en la coronación de Carmona-, sellaron en el Palacio de Miraflores, su vinculación con la ruptura del hilo constitucional ejecutado el 11 de abril de 2002. Todo sonrisas y maraqueando el vasito de escocés –sin vergüenza alguna-, bendijeron a la pléyade de vagabundos que ensuciaron de miseria al país durante dos días.
¿Son estos señores los indicados para premiar al periodismo venezolano? Desde luego que no. Repito: Monseñor Pellín debe estar revolcándose en su tumba. Es mi percepción, ¡claro está!, si el difunto Pellín llevó una vida apegada a los valores cristianos.
Por otro lado, la jerarquía católica debería reconocer que están en un proceso de cambios fundamentales, en los que no tiene cabida la iglesia fundamentalista. Han perdido el poder de convocatoria y la credibilidad necesaria para fungir de pastores. Para nadie es un secreto –menos para este pueblo que se comunica con Cristo en las calles-, que este anuncio de los premios Monseñor Pellín, un día después del Premio Nacional de Periodismo, solo es un acto de retaliación que busca confundir a la opinión pública y crear a “mártires” de la comunicación social inexistentes, amén del espaldarazo que da la iglesia –sin permiso del pueblo católico-, a los sectores más reaccionarios de la política venezolana.
Por último, como guinda de esa torta que hoy ha puesto la Conferencia Episcopal Venezolana, se torna aberrante la entrega de una estatuilla especial Monseñor Pellín, a Monseñor Ovidio Pérez Morales por sus 30 años de articulista en el diario El Nacional. De vaina no entregaron un premio post morten a Francisco Franco Bahamonde, héroe de la inquisición anticomunista española.
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