En él, presentándose como solidaria con los vecinos de Montalbán, molestos por la construcción de nuevas viviendas, echa de menos una supuesta Caracas bucólica de los años noventa donde los novios enseñaban uno a otro a manejar y las personas mayores paseaban por los jardines.
¿Años noventa? Creo recordar que el Caracazo y la bestial represión que causó miles de muertos en el seno del pueblo fue un poquito antes, en el ochenta y nueve. Represión que tuvo su origen, no cabe duda, en la injusticia terrible de una ciudad clasista, excluyente, y brutalmente cruel en sus segregaciones, que condenó a la mayoría de nuestro pueblo trabajador a vivir en condiciones inhumanas y, con frecuencia, de alto riesgo.
La situación que se presentó en noviembre de 2010, donde unos cuantos días de lluvia dejaron sin techo a más de treinta y dos mil familias en Caracas es una buena prueba de lo que digo.
Pero ni en los años ochenta, ni antes ni ahora, Elizabeth Araujo ha sido capaz de observar el entorno con una mirada de humanidad.
Para ella, intelectual al servicio del capital, ese problema no existe o, en todo caso, no es su problema. Como tampoco lo son las trescientas veinticinco mil familias que en Caracas acudieron a registrarse en demanda de una vivienda, porque consideran que habitan en condiciones de riesgo, hacinamiento o suma precariedad.
La magnitud del drama humano que a mí, como humilde funcionario de turno, me ha tocado ver con estos ojos, y que jamás se borrará de mi alma, no le interesa a la periodista. Como no les atañe a los millonarios dueños de los medios para quienes trabaja y a quienes alquila su conciencia profesional.
Bueno, pues le tengo una mala noticia a la periodista Araujo. Las obras van a continuar. Y seguirán generando incomodidad como lo ha hecho toda construcción en cualquier tiempo y lugar.
Trataremos, eso sí, de que, superada la emergencia de las familias en refugio, la incomodidad para la población sea la menor posible. Pero no podemos evitarla.
Pues ¿acaso en su momento los edificios de Montalbán, los de Juan Pablo Segundo por ejemplo, no causaron molestias al construirse? ¿O los de la avenida Libertador, San Bernardino, Petare o Vista Alegre, por referirme a los mismos ejemplos que ella cita?
¿Acaso no utilizaban cemento, piedra y arena que atravesaba la ciudad en camiones? ¿No hacían la mezcla en las obras con sus dosificadoras? ¿Será que inventaron entonces un método de construir sin hacer ruido? ¿ Y los pilotes? ¿No usaban maquinarias? ¿No tenían grúas?
¿Será que las edificaciones de la cuarta república o las del sector privado no eran levantadas por obreros sino por ángeles celestiales?
¿Qué hacemos entonces, señora periodista? Le recuerdo que esta ciudad, tal como la conocemos, es un producto de los gobiernos que Usted añora.
Y le pregunto: ¿Qué respuesta le daría usted, como intelectual oposicionista, a los cientos de miles de familias, incluyendo muchísimas de clase media, que habitando Caracas, necesitan una vivienda que no tienen?
¿No hacemos nada? ¿Corremos la arruga?
¿Acaso no cabemos, como afirma usted? ¿Les decimos entonces que se mantengan en su hacinamiento, o en sus lugares de riesgo?
¿O les exigimos que se vayan con su música a otra parte?
Pero, Señora, seamos honestos y consecuentes.
Si hay que irse de aquí ¿por qué no da Usted el ejemplo?
Texto disponible en: http://confarruco.blogspot.