Capriles Radonski definitivamente decidió impugnar unas elecciones en las que perdió por estrecho margen, pero de resultados irreversibles. Lo hará ante el Tribunal Supremo de Justicia con las pruebas correspondientes. Mucha expectativa ha creado tal anuncio, porque pasados tantos días, en ninguna de sus presentaciones por televisión hemos visto una sola prueba que permita sospechar que hubo fraude.
Tanto se ha dicho, comenzando por el propio Vicente Díaz, que es imposible conocer por quién vota algún elector y menos aún cambiar ese voto, añadirlo o restarlo en favor o en contra de un candidato. Es un sistema a toda prueba, blindado para respetar la voluntad de los electores. Así lo han reconocido internacionalmente, y para eso están las 15 auditorías que firman los testigos de los partidos.
En ningún país del mundo se repite el escrutinio en 54% de las mesas, como aquí. Un porcentaje de 5% a 10% sería suficiente, pero no, terminado el escrutinio en cada centro de votación, se abren más de la mitad de las mesas, unas 20.000, y se comprueba que los votos electrónicos coincidan con las papeletas, lo que siempre, invariablemente, ocurre. Aunque todavía hay quienes se comen las papeletas para perturbar ese proceso.
Sin embargo, se insistió en pedir una auditoría extra, a lo cual no estaba obligado al CNE, pero accedió. Cuando se hizo el anuncio oficial, seguidamente Capriles dijo "lo acepto", y añadió que en esas doce mil mesas que iban a ser auditadas, se conocería la verdad. Esperábamos que se informara cómo se haría, cuando el candidato derrotado declaró que no irían a la auditoría y que no aceptaban sus resultados. Quién los entiende.
La noche del jueves estuvo presentando "pruebas". Volvió con el cuento de sus testigos que fueron sacados a la fuerza de los centros, y esta vez, los 132 iniciales, los subió ¡a 736! Les pregunto, ¿Qué habría ocurrido si a uno solo lo sacaban a punta de pistola como dijo? ¿Qué habría hecho la TV y la mayoría de los medios? Vamos a suponer que todas las pruebas que presentó sobre ventajismo sean ciertas, pero ninguna revela o conduce a creer que hubo fraude, por la sencilla razón de que no lo hubo.
Ahora habrá que preguntarle si aceptará la sentencia que dicte el Tribunal Supremo de Justicia.