El lunes siguiente luego del domingo electoral que convirtió en Presidente de la Republica a Nicolas Maduro luego de estar de apaga fuegos, resistir los insultos de la oposición, recibir amenazas de un joven con el típico “Te voy a quemar vivo Valecillo” y defendernos de las acciones de uno que otro “pacifico” vecino en El Palotal, Valencia comenzó una discusión amable y solidaria entre varios amigos y camaradas el ex diputado a la asamblea nacional Israel Sotillo había estado toda la noche junto a otros con tobos de agua apagando los fuegos que hacían los opositores.
La discusión era simple “Hacia dónde va la derecha nacional venezolana” la dirección del sabotaje estuvo desde siempre develada, sabotajes generales y colgar políticamente a los personajes más visibles del proceso la oposición nunca diría que ataca la Presidencia de la Republica, atacaran a Nicolas Maduro.
Pero viendo entre las personalidades atacar ahora, en este instante la codiciada prenda, la garganta que quieren cortar, la cabeza que quieren guillotinar, las piernas que desean amputar se llama Diosdado Cabello y conste he visto a Diosdado una tres veces y además no trabajo para el gobierno, pero lo que si estoy seguro es que Diosdado y con Diosdado debemos conformar un muro que evite a quien intente desprestigiar a este leal al proceso y a Chávez.
Tener muchos años en estos menesteres de ser participe y observador de propuestas progresistas y revolucionarias no me da licencia de premonitorio, pero si me permite no ser tan pendejo y entender que desde dentro y desde fuera se ataca a Diosdado Cabello con el fin de quitarle, piso político, social y de agitación a Nicolas Maduro.
Nuestra victoria no fue lo holgado que esperamos durante la campaña, aunque veíamos señales de que la campaña no estaría de maravilla, Maduro había sido un hombre del ejecutivo y la oposición tenía un candidato con diez años en campaña, ya conocía el arte de la palabra rápida y además Capriles ejercía sin vergüenza alguna el acto de la calumnia, la mentira, la injuria y el miedo.
Para cualquier observador simple, llano, primario observara que por radio, televisión, prensa impresa el jugador a sacar del partido es Diosdado, si ese el que evita que el equipo contrario anote carreras, el que los agarra en HOME, el que lanza con velocidad a segunda para evitar que se roben la base, el que está alerta cuando el bateador del equipo opositor batea un “flaicito” , Diosdado entonces se transforma en el jugador que deben lesionar a como dé lugar, lesionar su prestigio, su capacidad de juego, su lealtad.
La vida nos coloca unas veces como observadores y otras veces como jugadores de y otras como relevistas o corredores emergentes lo cierto es que ahora el juego aunque no esta apretado o sea la situación no es dificilísima, la oposición intenta volverlo patas arriba, desea que llueva o lanza latas al campo o quema vasitos de plástico en las gradas.
Ahora nos toca defender al receptor, cácher, cátcher como en los mejores juegos toda carrera anotada es necesaria y al mismo tiempo o en el mismo juego evitar toda carrera ajena es fundamental Diosdado es nuestro receptor que se convierte en un candado un cancerbero, el receptor está ahí donde tiene y debe estar.
Muchas veces debemos ver la importancia de un ser humano por la opinión de sus enemigos, el enemigo, si ese enemigo de la patria y de nosotros, ese que está alerta que engalana con palabras y loas y palabras dulces a uno que otro para hacerlo pasar a su campo, si ese enemigo sabe que eso no va con el Presidente de la Asamblea Nacional. Diosdado se mantiene y sabemos que esta de este lado, Diosdado es una ficha valiosa en la Venezuela del presente.
La Derecha “NAZIONAL” venezolana hace de la suyas pero como siempre o desde hace algunos años, los revolucionarios defendemos a los nuestros, con nuestras fallas comunes, con nuestra posibilidad de ser frágiles, con nuestros traspiés Diosdado es de los nuestros y el enemigo en Venezuela lo ataca igual que nos ataca a nosotros y ataca las conquistas de este pueblo que hoy esta mas alerta que nunca.
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