En una ocasión, una empleada de una venta de automóviles en Maracaibo me
dijo: “Chávez la tiene tomada con nosotros los oligarcas”… La pobre de
verdad creía que ella era oligarca.
Afirmaciones como esta inducirían a la risa, sino fueran millones los
pobres que hacen suya la ideología de una oligarquía a la que sólo le
interesa apoderarse, al menor costo posible, de su mano de obra e intelecto
y el daño que esa actitud hace a la Revolución Bolivariana.
Allí están como prueba de lo que afirmamos los millones que defienden la
actitud de los especuladores y acaparadores y los que se han lanzado a la
calle a vociferar: “Polar somos todos”, “Globovisión es Venezuela” o “Todos
somos la familia RCTV”.
No es una exageración, de verdad creen que los dueños de esas empresas aman
al país, defienden la patria y, cual superman, son paladines de la
democracia y la justicia.
Ahora, en esta realidad es importante estudiar el papel protagónico de una
clase media que, como decía Aníbal Nazoa, se medio compromete cuando le
medio conviene.
La clase media venezolana es el mejor instrumento de la oligarquía para
mediatizar grandes sectores de la sociedad y para meter en el alma de los
pobres una ideología que sólo reproduce la explotación histórica y defiende
los privilegios de los poderosos.
¿A cuántos humildes estudiantes no influye un profesor universitario con
sus ideas de burgués de pacotilla? ¿Sobre cuántos obreros no incide el
“culto ingeniero” que arenga a sus trabajadores contra la revolución?
¿Cuántos pacientes no son influenciados por un médico que les saca los ojos
con el cobro de la consulta, pero que al final de cuentas les salva la
vida?
Ese es el papel que viene jugando una clase media que es la gran
beneficiaria de la revolución bolivariana, pero a la que atrapó la derecha
a través del miedo (miedo a que la revolución le quitara la casa, el
carro, la patria potestad de los hijos). Esa clase media que nunca
participó activamente en política y a la que cada vez se le hizo más
difícil adquirir vivienda, conseguir un cupo en una universidad o tener
acceso a la salud, hoy es una activista de primer orden en la batalla
política, pues está convencida de que defiende lo que tiene y su derecho a
ser oligarca.
Su escasa formación política, una intelectualidad expresada en la
repetición de clichés y un odio que desborda los límites de lo racional les
impide ver que son para la oligarquía, individualmente y como clase, un
instrumento al que usan como condones.
¿Qué paso con aquellos trabajadores de PDVSA que se prestaron para una
acción ilegal, criminal y antipatriota en defensa de los intereses de
quienes querían tomar el poder? ¿Hizo algo la oligarquía por ellos? ¿Habría
hecho algo de haber logrado su objetivo?
¿Qué pasó con aquellos militares a quienes convencieron que deberían irse a
una plaza para desestabilizar el gobierno? ¿Los ayudan económicamente?
Como siempre, los desecharon cuando dejaron de ser útiles
Un sector importante de esa clase media, en la estrategia oligarca, lo
representan los periodistas. A ellos les fue asignada la tarea de sembrar
el miedo que luego fue transformado en odio a la revolución y los
revolucionarios. A partir de ello, hicieron de un buen sector de esa clase
media un reproductor permanente de los valores y la ideología oligarca y un
defensor de los intereses de esta última clase social.
Pero es claro que no son oligarcas los periodistas. Al igual que los otros
no pasan de ser condones desechados cuando los intereses económicos de sus
amos se ven en peligro.
Allí están los empleados de Globovisión como ejemplo. La ética que se
tragaron los pseudoperiodistas para defender los intereses de sus patrones,
hace imposible que la concesión del canal sea renovada. ¿Y qué hicieron los
patronos ante esta realidad inminente? Simular una venta, para justificar
un cambio en la línea editorial.
¿Y los condones… perdón los periodistas? Tengan la seguridad que se tragan
su “moral” o terminan en el cesto de la basura.
Así actuó, actúa y actuará siempre la oligarquía.