Uno de los objetivos a cumplir para lograr la victoria en la guerra de cuarta generación es: la destrucción ética y moral de la base social, de la población que apoya y defiende al Gobierno Bolivariano.
En el caso de Venezuela, las fuerzas contrarrevolucionarias: ¿empresarios?, medios de comunicación (manipulación mediática y guerra psicológica), grupos económicos-financieros (dólar de guerra, paralelo) en una acción combinada, sincronizada y continuada, sabotean servicios, esconden, acaparan y especulan con productos de primera necesidad, etc.
La proximidad de las elecciones municipales del 8 de diciembre tiene desesperados al Pentágono y a sus lacayos, ¿venezolanos?, que con su guerra económica buscan por todos los medios destruir la conexión emocional y política del pueblo con la Revolución.
La oposición apátrida apela a los más viles y sucios recursos: golpear el estómago de los venezolanos; acaparan, esconden y especulan con la leche y alimentos especiales para bebés recién nacidos, niños y ancianos.
La oposición fascista en Venezuela no perdona ni a los niños en su objetivo de retomar el poder.
La oposición busca despertar, con el acaparamiento y desabastecimiento, lo más irracional de los seres humanos, por ello su guerra -guerra de IV generación- busca poner en peligro la supervivencia y ponernos a pelear entre venezolanos para que se vote contra el Gobierno el 8 de diciembre.
Sería irresponsable negar que un sector de la población está siendo manipulado, impactado por la estrategia opositora y actúa irracionalmente; han logrado despertarle el instinto de supervivencia y su “reflejo condicionado” asociado al consumismo y anticomunismo.
La Revolución está obligada a responder con: mano dura, abastecimiento, organización popular, una poderosa campaña informativa, política e ideológica, y darle protagonismo al pueblo organizado.