¿Ni siquiera el beneficio de la duda?

Es bien cierto que la oposición venezolana, en componenda con sus financistas y asesores extranjeros, decidió hace buen rato no darle tregua a la Revolución Bolivariana. Que nadie lo dude, esta es una guerra que ellos comenzaron desde el mismo momento del triunfo del Presidente Chávez. Con su fallecimiento casi se convencen que el final de este proceso estaría a pata de mingo. De manera que con el triunfo de Nicolás Maduro la decisión no ha sido otra que acelerar sus planes.

Ni con Chávez ni con el Presidente Maduro ha dejado de pensar en salidas fratricidas. El “vete ya” con que pretendieron hostigarnos no ha bajado de intensidad, sólo que siguen ensayando los trajinados métodos tumbagobierno, aplicados una y tantas veces contra gestiones progresistas. Seguramente el caso chileno, con la caída del Presidente Allende, es la referencia más cercana y dolorosa.

Sucede que en esta confrontación no hay nada nuevo. Esta es la misma oposición que en el 2002 y años posteriores ha venido ensayando cada día con más vehemencia, desesperación y maldad sus ataques contra el pueblo venezolano. Los mismos que pretenden volver con torturas, asesinatos y desapariciones que enlutaron a miles de hogares a partir de 1958 hasta 1988.

Muchas de sus prácticas y comportamientos están signados por despreciables actos terroristas. De manera que estamos en presencia de un enemigo que no tiene compasión con nadie. Menos si tienen por delante a un pueblo que no dudan en llevárselo con los cachos, tal como lo pretendieron hacer los días 14 y 15 de abril del presente año.

Resulta que el Presidente Nicolás Maduro tiene apenas seis meses de gobierno. Como el mismo lo ha dicho, son unos 180 días en que no ha cesado en su afán desestabilizador. No pierden oportunidad para el saboteo. Como dato curioso, una oposición democrática, seria, asentada, cuerda, responsable y comprometida con sus seguidores, que en el caso venezolano son más de siete millones, perecería normal permitirle a la nueva gestión su normal desenvolvimiento por un periodo prudencial. Probarlo y “ver que trae en la bola”.

Nada de tregua, han dicho. Ni siquiera el beneficio de la duda. Todo lo que sirva para desprestigiar y socavar las bases de la Revolución Bolivariana se vale. Así sea el pueblo el principal perjudicado. El saboteo es la regla. Electricidad, refinerías, comida, el dólar, la seguridad pública ya forman parte de una agenda que está “en pleno desarrollo”.

Ante este desespero, es el gobierno y el pueblo quienes están dando la talla con respuestas concretas y ejemplarizantes. El chantaje, el odio ni la práctica política perversa podrán desviar el rumbo de una Revolución que cada paso que da es para reivindicar la inclusión social por la dio su vida Hugo Chávez.


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Juan Azocar


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