A estas alturas del juego, diría alguien, ya no hay sorpresas. Se acabaron, porque lo que se espera de la oposición venezolana son inventos, que por más disímiles que parezcan, ya por su carga de maldad, no sorprenden. Ellos seguramente han revisado manuales de maldades insólitas.
Han revisados películas, archivos e historias de crueldades. Se han paseado por el historial de los peores castigos, crímenes, persecuciones y exclusiones de seres humanos, hasta verlos reducidos a escombros y piltrafas. Ellos levantan su obstinada mirada y sólo ven, para aprender, el castigo y la huida de los pueblos del Sur en aquellos oscuros años de los 50, 60, 70 y 80.
Miran hacia el vecino país y se imaginan a una Venezuela sucumbida en “falsos-positivos” y millones de compatriotas que viven en pueblos fronterizos, huyendo del narcoparamilitarismo y sus crueldades. Se han convertido ya en alentadores de mercenarios e invocadores de una invasión, ante la cual se creen intocables por sólo pensar que a los invasores, sin alma ni corazón, los anima la salvación de alguna patria.
De manera que efectivamente, y que lástima que así sea, hay supuestos connacionales que en este febrero y marzo del 2014 se les metió el diablo en la cabeza y se dedicaron a cometer asesinatos por la calle del medio. No conformes con el expreso contrato de francotiradores que hacen de las suyas sin importar de qué bando es la víctima, también les dio por arrasar con los árboles de plazas y cometer actos de terrorismo ecológico jamás pensados por nuestros compatriotas.
En esta oportunidad pretendieron llegar al clímax y no hay duda del profundo y lamentable daño causado. Revisaron tantos archivos de maldades, para convertirse en verdaderos demonios.
La salida y el vamos con todo que han puesto en práctica, efectivamente nos habla de más de una treintena de compatriotas asesinados, centenares de heridos, cuantiosos y costosos daños materiales. Pero han hecho lo propio de los fascistas: han quemado bibliotecas, universidades. Los libros, de nuevo, pagan los platos rotos en esta, su desenfrenada e incontrolable locura. ¿Por qué han llegado tan lejos? En pleno siglo XXI, si se lo cuentan ¿lo cree?
En fin, esta mezcla de golpe suave, lento, revolución de colores, recetario del horror, fascismo y desesperación, arroja como conclusión lamentable estas claras expresiones de locura que no podrán ser curadas con todo el dinero que les mandan del norte para financiar sus crímenes. ¿Te imaginas un gobierno presidido por esta gente?