En la casa de Misia Jacinta

Al fin llegó el día y la hora. Todo comenzó con un poco  de retardo; retraso que le imprimió más suspenso al evento que prometía sorpresas y temblores de sillas, cortinas y retratos.

En aquel lugar emblemático, el Salón Ayacucho de la casa de Misia Jacinta, se congregó un significativo grupo de hombres y algunas mujeres quienes acudieron a la convocatoria para dialogar sobre  la paz y la conciliación.

Todos muy bien trajeados y con afables modales, se dispensaron cordiales saludos.  Unos con rostros nerviosos y otros risueños, recordarían, tal vez, que en aquél salón tan proclive al debate profundo, a la ruptura de paradigmas, a la risa y al poema, a la copla y al ensueño se escenificó doce años atrás una vil traición. ¿Ocurriría algo similar esa noche?

La simbología impregnó la dinámica de la nocturnidad. Gestos y miradas, movimientos y objetos, palabras por decir y silenciadas, develaron los múltiples abismos de la conciencia que oscilaba entre la duda y la entrega, el pacto y la lealtad, lo oscuro y lo tenebroso.

Sin embargo, algo faltaba; alguien estaba ausente. ¿Qué o quién? No lograba descifrarlo. De repente un mensaje de texto entró a mi celular. Una amiga me comentaba:   Epa, no veo al Gigante por ninguna parte. Y caí en cuenta: Chávez no estuvo allí. Ningún afiche, foto, cuadro, consigna se exhibió para aquélla fastuosa ocasión. Bolívar sí, el Bolívar de las élites y el Bolívar que el Gigante humanizó en sus discursos. ¿Se repitió entonces, el mismo episodio del viernes 12 de abril cuando se juramentó Carmona el breve?

Comenzó la reunión o ¿encuentro de cúpulas? En aquellos escritorios dispuestos en semicírculo se sentaron las mismas personas, se encontraron las mismas miradas. ¿Y el Poder Popular? ¿Y los voceros de los consejos comunales y de la comuna El Maizal, por ejemplo? ¿Y Marlene, la caperucita roja, mujer insigne y consecuente con la causa revolucionaria? No aparecieron por ninguna parte. Quizás estarán en otro lugar, en otras movilizaciones, en los momentos extremos.

El presidente inició las conversaciones; invitó al emisario del Vaticano para que leyera la carta del papa Bergolio. Extrañamente, como es costumbre en todo acto protocolar de gobierno o en concentraciones populares, no se entonó el Himno Nacional dirigido por Chávez.  ¿Por qué? ¿Quién presidiría realmente aquella reunión?

Seguidamente se dió lectura a la carta. Los términos de la misma fueron definitivos, elaborados con antelación por los artífices del diálogo, el otrora perseguidor de los teólogos de la liberación, el inquilino de la casa blanca y premio nobel de la violencia y de las guerras y el empresario mediático gestor del golpe de abril 2002. Dichos términos se resumen así: Hermanos míos, os bendigo. Ha llegado  el momento de la reconciliación entre los venezolanos, del perdón más sublime. Atrás quedó  la espada y la cruz, símbolo del exterminio de pueblos y tierras. La  lucha de clases fue un  invento de  incautos. Uds. se dividieron por culpa de un hombre, quien sembró la cizaña y  tergiversó la historia de este pueblo; su ejemplo debe ser borrado de la faz de la tierra. Dispongámonos, pues, con espíritus fraternos a iniciar este diálogo impregnándolo de bondad y  desprendimiento; sólo así conquistaremos la  verdadera paz y la conciliación.

Inmediatamente comenzaron las intervenciones. Sonidos iban y venían; algunas voces sonaban con armonía, otras con altisonantes ruidos. Palabras más, palabras menos, aquello se transformó en una diatriba entre iguales. Mientras esto ocurría, en mi mente se agolpaban viejas imágenes, fotos de personajes que alguna vez, un 31 de octubre de 1958, se reunieron en la quinta punto fijo.

Se habló de constitución, de paz con justicia, de amnistía para presos políticos pero nunca se escuchó una voz altisonante que proclamara con contundencia: Nuestro modelo es el socialismo bolivariano del siglo XXI;  es el modelo que nos dejó Chávez, el Libertador de los humildes, en el Plan de la Patria en donde afirmó:   No nos llamemos a engaño: la formación socioeconómica que todavía prevalece en Venezuela es de carácter capitalista y rentista. Ciertamente, el socialismo apenas ha comenzado a implantar su propio dinamismo interno entre nosotros. Éste es un programa precisamente para afianzarlo y profundizarlo; direccionado hacia una radical supresión de la lógica  del capital que debe irse cumpliendo paso a paso, pero sin aminorar el ritmo de avance hacia el socialismo.  

Ciertamente, la lógica del capital ocupó lo medular de las conversaciones de aquélla tenebrosa noche; quizás, algún día, alguno de los presentes se atreva a hablar sin tapujos de socialismo.

Mientras eso ocurre, apago el televisor y leo, estudio, actúo, siento, recuerdo y sueño. Sueño con el canto de los niños que imitan a Chávez por doquier: Patria, patria, patria querida, tuyo es mi cielo, tuyo es mi amor. Y también con los humildes, aquéllos que día tras día construirán el socialismo que Chávez les enseñó.

Elsy Rojas Parra

elgaropa13@gmail.com



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