Barack Obama, en su alocución de este martes, durante la Clinton Global Initiative, centró su estrategia retórica en una propaganda de posicionamiento de EEUU y su afinidad al neoliberalismo. Recetario, como lo ha expresado el presidente Maduro, obsoleto y fanático, para un mundo que se debate entre la contención del cambio climático –cuyos protocolos no han sido firmados por EEUU– o la catástrofe de la especie humana.
La lógica del mercado, el manejo de las condiciones materiales de vida y la disponibilidad de los recursos naturales, son lo que interesa a Obama, ese saqueo controlado del hábitat despojado de su inalienabilidad. Por eso, aboga por la libertad y nombra al terrorista venezolano Leopoldo López, que como representante de la derecha psicodramática, sería la garantía, en un hipotético gobierno fascista en Venezuela.
Acontecimientos y legislaciones niegan la actuación de un premio Nobel de la Paz, que ha coronado los dispositivos jurídicos que representan la más vil irracionalidad y violación de los derechos humanos y del debido proceso. La actuación de comisiones militares, juicios en jurisdicciones civiles, ataque a la beligerancia y la emisión de opinión y demás desmanes, borran fronteras entre el derecho penal y el derecho marcial o de guerra.
En el actual conflicto con el EI la política belicista del gobierno de Obama se erige –siguiendo a Bush– como un cuerpo supraconstitucional que legitima la barbarie y demás atentados a la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, como bien se lo recordara Sthephanne Hassel –redactor de este memorable documento– recientemente fallecido.
Su legado fúnebre será como apologeta de la capacidad destructora del imperio, la violación flagrante de los derechos humanos, la globalización unidimensional, destructividad aero-electrónica, devastación a la biodiversidad y lesiones al patrimonio inmemorial, histórico y cultural de la humanidad.
(*) Especialista en Politica Exterior y Diplomacia Cultural
j.lopezmujica@laposte.net