Una de las proezas de la Constitución de 1999 fue producir una ruptura epistemológica al destacar la cultura como diferente a la concepción neoliberal del Estado burgués de la Cuarta República. La Revolución bolivariana la asumió en hecho y derecho al fomentar esta actividad humana y plantearse el acceso e impacto social. Todo comenzó en las Misiones socio-educativas, con el renacer de una nueva subjetividad, el despliegue de una praxis para inclusión social con aquel "Yo sí puedo", equivalente a recordar el imperativo de Sócrates: "Yo solo sé que nada se". Su avance y acierto, obedeció al darle prioridad a la superestructura de la sociedad -lo jurídico y político- que produjo un soporte histórico a la conciencia colectiva, garantía futura, para no sucumbir ante la escasez o abundancia material, los embates de la contrarrevolución, desde golpe de Estado de 2002, el sabotaje petrolero 2004 y mas allá al enfrentar la guerra económica del capital.
Con ANC se parte de una ruptura de paradigmas: la consecución de la paz, el reacomodo de la estructura económica posrentista, la convivencia ciudadana y la seguridad y defensa de la nación. Debemos de fortalecer en la ANC a la cultura como motor constituyente, esta conciencia histórica y productos de resistencia heroica, de esa cultura de la resiliencia, a prueba de fuego, que lo vimos con los resultados del 30J.
Fortalecer esta inalienabilidad como "bien supremo" colectivo que Hugo Chávez postuló con dos formulaciones, una: "La revolución es cultural o no es" y otra "la cultura como eje transversal de la sociedad" esta última formulación fue expuesta en su discurso en la graduación de la Misión Cultura (28.02.2012). El proceso constituyente en curso nos permite profundizar a lo cultural algo mas allá de una "actividad en sí misma" tampoco como "la sumatoria de disciplinas artísticas" es la concreción y construcción de lo espiritual y anticipación de esa sociedad que queremos.