Miradas más atentas y “tranquilas” a lo que ponen en juego las guarimbas y los guarimberos, especialmente en nuestra más reciente Venezuela, nos llegan a informar que más allá (o más acá) del sentido político y militar que desean colocar en acción sus escondidos actores, mentores y financistas, coexiste con ello la presencia y el concurso de unas ciertas poblaciones, mayoritariamente juveniles, las cuales parecieran encontrar en esta modalidad de eventos y escenarios el chance oportuno, en vivo y en directo, para sacar y exponer públicamente toda una saga de energías, sudoraciones y pulsiones societariamente reprimidas, las cuales a la final les compensarían sendos actos de placer, goces y recompensas a granel.
Ciertamente que debe llamar la atención de la sociedad en general, en particular de sus instituciones públicas y privadas, sobre manera de agencias como la escuela, la familia y la política y, de todas ellas, muy especialmente a quienes ahora administran y ostentan para sí el curso y el sentido fuerte de la revolución bolivariana (su auténtico copy rigth), el hecho cierto según el cual son los jóvenes la sustancia humana primordial sobre la cual descansa la fuerza y la violencia de las guarimbas, pues en su más inmediata visibilidad es bien notorio observar en ellas la participación, en primera fila, de unas ciertas cantidades de chamos y chamas, los cuales por su lozanía y fogosidad parecieran alcanzar edades comprendidas entre los 16 y los 25 años de edad, aproximadamente.
Vistos los lugares residenciales donde mayoritariamente se recrean las guarimbas no resulta nada difícil admitir que esta temeraria juventud encuentra identidad societaria en los llamados sectores y clases medias y más ricas del país, sin embargo, en nuestros constantes roces accidentales o forzados con los sucesos de las guarimbas y los guarimberos (todo un verdadero “trabajo de campo” gratuito), también nos han dado pistas para confirmar allí la presencia activa, aunque en menor cuantía, de un conjunto de voluntades juveniles, poblacionalmente nada ínfimas, de procedencias populares.
Tal vez las calificaciones barrocas con las cuales los altos funcionarios del gobierno gustan de pensar y resignificar a estos agitados cuerpos, mentalidades y voluntades: “chukis”, “pitiyanquis”, “apátridas”, “lumpemburgueses”, etc., no sean del todo suficientes para procurar comprender las afiliaciones, las presencias y los posicionamientos violentos que han tomado tales grupos etarios.
Afiliaciones y posicionamientos que también van revelando tremendas distancias y des-identificaciones entre unos determinados segmentos de nuestras juventudes urbanas y el proceso revolucionario venezolano, paradojalmente declarado como inclusivo.
Nuestros forzados o voluntarios roces con algunos y algunas de estas chamas y chamos nos han posibilitado escuchar pedazos de conversas entre ellos, recién salidas de sus frescas experiencias guarimberas, en las cuales destacan y se reiteran expresiones como: “…no joda mi pana, que arrecho, nos batimos a piedra con los más malditos policías…”, “...viste como quemamos la patrulla, esa guevonada es super…”, “…esta vaina es un vacilón, burda de pinga…”, “coño, uno en esta mierda traga gas que jode pero es sabroso ver a esos maricos guardias todos chorreados…”, “…esos malditos lumpen no se atrevieron a venir a confrontarnos…”, “…estar allí es lo último…”, “…mira guevón, aquí está mi pecho y mi brazo marcado por los tiros de esos hijueputas,…”…que vacilón, esta joda…”, no joda brother, yo si le he echado bolas, hasta me he metido en peos con mi mamá”, “…yo he estado ahí por joder”, “…que va, a uno no lo ven, te pones la capucha y no hay peo”, “…esta mierda ya la voy a subir al facebook”, “guevón, pon esa mierda en el twuitter…“, “…marica, tomate la foto junto a la candela, después la subimos…” etc. , esos malditos hay que quemarlos vivos.. que hijos de putas no quieren al venezolano.. esos malditos cagados porque no se nos vienen uno a uno como hombres…” “…vente coño e tu madre, quítate todos esos peroles a ver si eres hombre…”
Los anteriores lingüicismos, entre otros tantos, nos van enviando señales respecto a saber que ellos van siendo expresiones y propiedades múltiples de una cierta juventud (escolar en su mayoría), la cual más que justificar sus acciones guarimberas en motivaciones ideopolíticas cualquiera, apela a ellas como los más idóneos terrenos y teatros que creen tener a la mano para verter sus represadas pasiones callejeras, pues las guarimbas y sus peligrosas violencias se les antojan como las verdaderas oportunidades para sacar a flote y mostración unas energías fuertes, todas unas físicas del cuerpo y la edad que igual van igual tomando la forma de unas singulares rebeldías y modos de socialidad “duras”, las cuales sospechan que no tienen chance de abrirlas, practicarlas o exhibirlas en los tranquilos y ordinarios lugares donde anclan sus hogares, familias, escuelas y espacios públicos convencionales.
Lanzar piedras (a lo que sea y contra lo que sea), aprender a fabricar y esparcir bombas (especialmente del tipo “molotov”), hacer e incendiar barricadas, fabricar y/o colocarse capuchas, quitarse la camisa, incendiar bienes (no importa de quien), correr para adelante (y para atrás), llorar, sufrir, aguantar gases, tumbar árboles, etc., para con todo ello sudar hasta rabiar, son suerte de potentes condimentos que intentan otorgarle sentido, sabor y sazón a las temerarias acciones de nuestro peculiar guarimbeo juvenil.
(Quizás) más emocionante y compensatorio les va resultando a los chamos y chamas incursos en la cultura del guarimbeo cuando sospechan (sin mucho equívoco) que tales puestas en escena pueden trascenderlas al instante (o más luego) a un planeta que supera en mucho su inmediato nicho callejero, por ello es parte constitutiva de tales cuerpos, sensibilidades y mentalidades, el esfuerzo y la pasión (también) desplegada por documentar en sus respectivos celulares u otros dispositivos, hasta con cierta meticulosidad, la clase de actos y acciones donde éstos se encuentran participando, para, casi ipso facto, subirlas al facebook, al twuitter o a cualquiera otra de las tantas variantes mediáticas que igual les seducen y entusiasman.
Para nada desconozco que en la peligrosa cultura juvenil guarimbera no estén posicionados otra clase de sentidos, rostros, mentalidades y financistas, apostados realmente como recios y silenciosos operadores ideopolíticos y de financiación, no obstante la practicación de una antropología urbana mínima por esta clase de acciones, actores, mentalidades, teatros y experimentos nos da para sospechar que más allá o más acá del escabroso fondo que en verdad vehiculan a estas prácticas, ocupan lugar unos importantes contingentes de muchachos y muchachas que parecieran no encontrar lugar de identidad e identificación inmediata (y a gusto) en los tradicionales espacios del hogar, en la escuela o en las instituciones públicas constituidas, como tampoco logran retratarse a placer en las ideas, proyectos/programas que adelanta la revolución bolivariana.
Entre las muchas preguntas que pudieran emerger de este ligero espéculo etnoespistemológico estarían, cuando menos, aquellas que pretende interrogar inmediatamente a nuestro querido lector:
¿”Perdimos” ya a este bastión de jóvenes? ¿En verdad todos los chamos y chamas guarimberos y guarimberas son realmente “apátridas”, “chuckis”, “pitiyanquis” o “lumpemburgueses”? ¿En verdad están contentos y felices (en su gran mayoría) los jóvenes venezolanos con las políticas y programas de juventud que adelanta la revolución bolivariana? ¿Puro accidente o casualidad que a las guarimbas concurran una ciertas poblaciones en edad de liceístas y universitarios? ¿Están ya constituidos y del todo dichos –por ende cerrados- la clase de lazos, nexos, vínculos, agendas, sentidos, etc., esperados entre la revolución bolivariana y las culturas juveniles? ¿Le son del todo suficientes a la revolución bolivariana las juventudes que ahora le son afines? ¿Hay en la revolución bolivariana espacio para otro concepto y experiencia de “juventudes revolucionarias”?.
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Pd: Miradas “críticas” destinadas a comprender las relaciones e identificaciones ahora reinantes entre otros tantos bastiones de juventud venezolana con la revolución bolivariana, son retos reflexivos de una labor intelectiva que igual habrá que continuar ensayando.
Docente/investigador universitario
edbalaguera@gmail.com