El 25 de junio de 2014, Henrique Capriles en su cuenta twitter escribe: “Todos los venezolanos que militan o militaron en el gobierno y quieren cambiar frente a caos y cúpula corrupta, son bienvenidos a sumar esfuerzos en lograrlo”.
Capriles se ha caracterizado en la oposición por venderse como un moderado ante lo que ellos consideran la “lucha contra el régimen”, pretendiendo aparentar posturas duras pero poco confrontativas contra el gobierno, sin embargo dos momentos lo identifican con sus posturas reales: sus acciones el 11 y 12 de abril de 2002 y su convocatoria a descargar “la arrechera” el 14 de abril de 2013.
Sin embargo, Capriles en la actualidad dentro de la oposición y como consecuencia de la postura de Leopoldo López con acciones más extremas, ha convertido a Capriles en el Eduardo Fernández del siglo XXI..
Ante la rebelión de Hugo Chávez y los COMACATES el 4 de febrero del 1992, posturas como la de Rafael Caldera en el Congreso, problematizando las causas del intento de golpe de Estado, e identificando factores que produjeron la sublevación de un sector militar nacionalista, asumió una fuerte crítica a la situación del modelo de democracia puntofijista de la que él fue padre, mientras otros dirigentes políticos como Eduardo Fernández, desconectados del clamor popular y la molestia histórica acumulado por el engañó del gobierno de Carlos Andrés Pérez al ofrecer la vuelta a un país petrolero “saudita”, se alinearon en una defensa incondicional al gobierno del presidente cuestionado, ofreciendo una lealtad al sistema político medrado por la corrupción, el clientelismo y la incapacidad de dirigir al país.
Hoy para los opositores duros, radicalmente confrontados al proceso revolucionario que lideró Hugo Chávez, Capriles representa a ese Eduardo Fernández que se vende como el único capaz de ganar unas próximas elecciones presidenciales, después de sendas derrotas catastróficas para la oposición, sin el olfato político que le permita identificar que lo que sucede en el país no es una crisis del chavismo, sino de la concepción política de los actuales dirigentes políticos.
Pretender incorporar al chavismo crítico a las filas de la oposición, es desconocer que incluso en la oposición existe una base inconforme con su liderazgo que aguanta resignada a que surge un opción distinta en el país a la que él representa. La decepción opositora ve en Capriles, y en el resto de sus dirigentes una cúpula desconectada de la realidad de la mayoría del país, no sólo porque no identifican los problemas que padece, sino porque son ajenos a vivir la realidad de una cola, del desabastecimiento, de la carestía de la vida, de la ineficiencia de los servicios públicos y privados, ya que a ellos también le hacen las tareas cotidiana para poder estar permanentemente aspirando a derrocan al “régimen”.
Eduardo Fernández, un hombre que nadie puede señalar como corrupto, simplemente es el reflejo del fracaso de una clase social por pretender ser popular para dirigir a una nación que busca a iguales para gobernar. Este riesgo no es exclusivo de la oposición, pero en el presente escrito me dedico sólo a identificar los problemas presentes en dirigentes como Capriles, que tienen como característica principal su condición de clase, condición que distancia su aspiración de la aspiración popular ya que no dice nada nuevo y menos revolucionario.
Quien aspire a gobernar nuestro país debe entender dos cosas básicas: el venezolano sabe que para atrás ni para agarrar impulso y segundo, la búsqueda permanente de revolución es la naturaleza de nuestro pueblo, ahora liberado del pensamiento único del neoliberalismo y la socialdemocracia. Esto aplica para todos los factores políticos hoy existentes.
El chavismo es monolítico en cuanto a estas dos cosas básicas, y adicionalmente comprende que el chavismo es socialista o no es chavismo, todo lo demás puede ser debatido, así que le recomiendo que espere sentado ya que de pie se va a cansar.