Tanto insistió en imponer las ideas y fórmulas del sistema neoliberal salvaje a sus antiguos adversarios que, a la postre, estos se apropiaron de ellas y la Alianza quedó sin catálogo de ofertas
LA DERECHA está desesperada, y se le nota; viene en baja electoral desde los últimos comicios municipales donde quedó señalada su fuerte caída, de la que aun no se recupera y, seamos francos, difícilmente lo hará en el futuro inmediato, a juzgar por los resultados que entregan distintas empresas de opinión respecto de los niveles de aprobación y rechazo ciudadano con los que cuenta ese sector de la política chilena.
Durante años (tal vez décadas) una parte de la ciudadanía ha venido tildando de “mayordomos” a los integrantes de la ex Concertación, acusándoles de haberse convertido en administradores de los intereses económicos y políticos del conservadurismo ex pinochetista, o “ex chicaguiano”. En algunos medios electrónicos se les ha motejado incluso como “servidumbre de palacio”. ¿Algo nuevo en estas líneas? Por cierto que no.
El lío –para la Derecha- se armó cuando el país y las grandes organizaciones supranacionales constataron que esos “mayordomos” hacían mejor la pega –sugerida por el FMI- que los propios patrones, ya que la administración de los haberes resultaba más exitosa y fructífera que aquella llevada a cabo por los dueños de las riendas. Entonces, la Derecha se quedó sin oferta electoral. Los cernícalos les habían robado los huevos a los cocodrilos.
Reformas más o reformas menos, la cuestión es que el sistema económico actual (donde destaca su salvajismo) está más sólido y bien nutrido con la conducción de los cernícalos, y no con la de los cocodrilos. Con tal realidad, la Nueva Mayoría puede intentar llevar a efecto algunos maquillajes sin que el sistema mismo (ni los círculos transnacionales) sufran deterioro ni menoscabo. El único daño, en este caso, podría ser el que afectase a la veleidad y soberbia clasista de un sector del patronaje.
Con la desesperación a flor de piel, la Derecha procura construir para sí misma un nuevo futuro mediante la conformación de un referente que aglutine a los islotes que se desprendieron del continente llamado Alianza por Chile. Sin embargo, dentro de ella subsiste ‘otra’ Derecha, aquella cuyos integrantes son vástagos del pinochetismo y nostálgicos de la dictadura, quienes luchan por imponer sus términos a objeto de dar curso y acción a una fórmula que pese a ser repetida y conocida, en tiempos no muy lejanos les dio plenos resultados. Ella no es otra que “el terror hecho campaña”.
Sin embargo, esta vez parece que campañitas como esas ya no surten los mismos efectos de antaño. La población ha desestimado en importante medida los vaticinios apocalípticos de la derecha dura, aunque el ‘respetable’ tampoco se hace cachirulos con el actual gobierno, pues critica fuertemente la administración encabezada por la señora Bachelet. ¿Maduración del electorado… o desinterés ciudadano por estos asuntos? Cuestión esta última también relevante, porque la abulia política de una sociedad permite la entronización de totalitarismos, caudillismos e incluso dictaduras.
¿A ello, pues, apuntan las miras de los derechistas más recalcitrantes? Estos requieren primero soltar sus hienas internas para bravuconear y amenazar donde haya espacios para hacerlo (de preferencia, cobijados por el anonimato). La desesperación que les provoca la significativa caída en la apreciación de la ciudadanía, ha llevado a ciertos grupos de extrema derecha a abominar de la democracia institucional, proponiendo (o ‘avisando’) acciones violentas, bélicas, para “poner las cosas en orden” en las calles de las grandes ciudades, en las universidades y en la Araucanía.
Un ejemplo de lo anterior es lo que publican en redes sociales algunas cuentas tuiter que representan a grupúsculos violentistas dispuestos a desestabilizar el país, tal como ocurrió en el período 1970-73. Y no solo en las redes sociales, pues si nos atenemos a ciertas frases deslizadas en las peroratas explicitadas por algunos dirigentes de tiendas como la UDI, resulta razonable sospechar que lo mencionado líneas atrás tiene soporte en la realidad. Así se entiende entonces que Evelyn Matthei y Gustavo Hasbún, en sus paranoias personales exploten escupiendo tonteras como ”es cosa del diablo”, o “se nos viene Cuba, Venezuela, NorCorea” (¿y Pol Pot también?, pregunto yo, algo asustado ya).
Sumando y restando, la operación final nos entrega un hecho incontrarrestable. La Derecha se ha quedado sin catálogos de ofertas, porque estas fueron birladas por la ex Concertación y revestidas con un falso ropaje de izquierdismo para que la gente quedase tranquila, creyendo que de verdad es la izquierda (la que vale y no traiciona) quien se encuentra en el poder ejecutivo. Esto último, a la Derecha le resulta imposible hacerlo. ¿Quién, en su sano juicio, validaría, por ejemplo, una declaración de Alberto Cardemil o de Patricio Melero si declarasen que son ”de izquierda”? No, pues, no resulta… pero sí funciona –y muy bien- en individuos como Camilo Escalona.
Así las cosas, la Derecha se encuentra en un atolladero ante la falta de ofertas; las tenía, claro que sí, pero ya no le pertenecen debido a que insistió tanto en imponerlas a sus antiguos adversarios que, a la postre, estos las tomaron como propias y de mayordomos pasaron a transformarse en socios.
Lo delicado de esta cuestión es que tales ofertas, que sabemos provienen y pertenecen a los ‘chicaguianos’ pinochetistas, son hoy parte importante del programa de gobierno de la Nueva Mayoría. Como bien dice un ex dirigente de la FECH, la oferta política de estas últimas cuatro décadas se ha reducido (utilizando el alimento como ejemplificación) a pan de molde (Derecha) y marraqueta (Nueva Mayoría)… pero de carne, legumbres, pescado, verduras y frutas (en este caso, la izquierda en serio y el resto de la población sin partido), nada de nada.
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