No caeré en la tentación de hacer "bullying político" al exconsejal, exalcalde, exgobernador y excandidato presidencial Manuel Rosales, ya que sus torpezas discursivas son públicas y notorias y el pueblo juzga, como siempre lo ha hecho, sin la burla o mofa de quienes debemos y tenemos el compromiso de formar para el debate, sin politiquería.
Sin embargo, si quisiera dedicar unas líneas a lo que significa Rosales en la política venezolana, pero de antemano pido que quien me lee no exija aplicar los mismos criterios al presidente Maduro, ya que no es el tema de este escrito, y en todo caso mis críticas al presidente también son públicas y notorias, sin bullying.
Manuel Rosales lamentablemente es símbolo de la decadencia política que pensamos por lo menos discursivamente superada después del presidente Chávez. Algunos podrán criticar la gestión de Chávez, pero de lo que estoy totalmente seguro es de que muy, pero muy pocos podrán poner en duda la capacidad oratoria de él, y mucho menos su capacidad de persuasión y liderazgo político. Un discurso que mal hilvanado por Rosales, pretende apelar sólo a lo emotivo, hoy demuestra una completa desconexión no sólo con la realidad venezolana, sino con la necesidad de un pueblo que cada vez es más exigente con aquellos que pretender ejercer algún liderazgo en el país.
Creo que en la base del partido UNT existe gente buena y honesta, aunque no comparta su forma de ver al país, y estoy seguro que merecen a un líder que no sólo tenga la capacidad de financiar un partido. El regreso político de Manuel Rosales es expresión concreta, no sólo de la crisis de liderazgo nacional, sino de una terrible crisis de liderazgo dentro de la oposición venezolana, que incluso de manera bizarra parece planificada por el gobierno de Maduro para facilitar tener enemigos "cómodos" que descalificar ya que no aportan en nada al debate político, económico y social que requerimos.
Un liderazgo pertinente hoy en nuestro país, exige hombres y mujeres que debatan propuestas para salir de la crisis y convoquen al pueblo a profundizar la democracia participativa, donde la ciudadanía tenga mayor capacidad de incidir en los procesos decisionales determinantes para su futuro. Lo otro es más personalísimo y apetencia de poder sin proyecto de fondo.
Como venezolano, no sólo me preocupa el liderazgo del gobierno, sino el de la oposición, ya que la misma también es un espacio determinante para el ejercicio de construir más y mejor democracia y no veo en ella ninguna opción que le exprese futuro al país. Cierto es que tampo lo veo en el gobierno actual, y por ello la preocupación es doble.
Nuestra sociedad, tan exigente para sus liderazgos, después del de Chávez, debe parir otro tipo de líder, emergente y propositivo que no pretenda reproducir los vicios del pasado, y aporte cosas novedosas para el futuro, de lo contrario la crisis tendrá un doble impacto, el político y por consecuencia lógica el económico y social. Invito a aquellos que vivimos de nuestro trabajo, que nos permitamos ver más allá de la polarización impuesta, y determinemos nuevos liderazgos que puedan superan la relación bipolar que tenemos con el poder, para así adentrarnos en el fondo de una realidad que nos agobia, aunquen bien manejada, puede ser prometedora.