“En 1847 –dice Engels en su prefacio a la edición inglesa del Manifiesto del Partido Comunista—se llamaban socialistas, de una parte, todos los adeptos a los diferentes sistemas utópicos: los owenistas en Inglaterra y los fourieristas en Francia, reducidos a meras sectas y en proceso de extinción paulatina; de otra, toda clase de curanderos sociales que prometían suprimir, con sus diferentes emplastos, las lacras sociales sin dañar el capital ni el benefició. En cambio, la parte de la clase obrera que había llegado al convencimiento de la insuficiencia de las simples revoluciones políticas y proclamaba la necesidad de una transformación fundamental de toda la sociedad se llamaba comunista…”
Se necesita de una inmensa energía para conjurar el infortunio del pueblo venezolano en su trágica inestabilidad democrática-socialista, pues en cada esquina hay una hoguera y un “terrorista” con un tizón en la mano listo para encenderla.
La fuerza se distingue por su acción arrolladora, brutal con la cual se impone la burguesía; mientras el socialismo, exhibe argumentos, ideas para convencer y apaciguar, conceptos pronunciados en ese lenguaje de altura que penetra las inteligencias y despierta energías superiores para hacer comprender la magnitud de la cuestión, ésa que responde a la esencia y sustancia de los derechos del pueblo.
Para alterar esos principios, para subvertir y arruinar la confianza colectiva, hay una hoguera encendida de modo permanente cuyos reflejos se elevan al firmamento. Allí se consume la energía del pueblo, los pensamientos más puros del desinterés, los clamores de la educación, y en las pavesas que despide, van espirales en las que se arremansa la niebla y el oscurantismo.
Enceguecida está la pasión para quemar las creencias del pueblo y cerrar el paso al socialismo; para hacer prevalecer como única la opinión que se respalda, la que pertenece al medio en que se desenvuelve y en la que reside, según se cree, egoístamente, la verdad; la que engaña de modo culpable al ignorar el pensamiento de los demás, en la imagen del exclusivismo de la “burguesía”, de una casta, de una agrupación social, política o religión.
Son miles y miles los resplandores que están de frente a la responsabilidad de gobernantes y gobernados, capitalismo y socialismo y el pueblo ha de saber quién los guía y si se les conduce al camino escogido, pues las hogueras deben desaparecer ante la idea de la libertad y la igualdad real.
El magistrado que es un hombre identificado con su misión para servir de ejemplo en la conciencia del pueblo, ha de cumplir su compromiso, pues el socialismo es el camino que lleva a un fin y éste no es otro sino la alcanzada en el momento en que entiende la magnitud del cometido, en la palabra empeñada al acatar la voluntad de los mandantes. (Pueblo)
Las señales de perturbaciones son así menos peligrosas pues el pueblo vela la conquista que realizó al ejercer con la única arma del sufragio universal el derecho a escoger a sus gobernantes.
Ésa es la razón para detener el paso de la protesta y para evitar al pueblo las hogueras del socialismo.
P.D.
Hasta cuándo van a dejar que ese “chivo viejo” (adeco) siga farfullando estupideces.
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!
¡Viviremos y Venceremos!