Cuando uno ve como un cura, por diferencias políticas, insulta, calumnia, incita a la violencia y hasta ruega públicamente por la muerte de un ser humano, tiene que concluir que el sujeto está desquiciado, es víctima de las drogas o el odio es más fuerte que su fe.
Ahora, cuando al accionar de ese cura (padre José Palmar) se repite en miles de muchachos, padres, profesionales, obreros y para de contar, llegando al extremo de agredir físicamente y hasta asesinar a otro, por las mismas diferencias políticas, la conclusión pasa a ser que en la sociedad venezolana el fascismo toma fuerza y está haciendo un daño terrible.
La derecha venezolana, que siempre ha sido fascista, y si no que se lo pregunten a los familiares de Soto Rojas, Noel Rodríguez, Jorge Rodríguez, Alberto Lo verá y pare otra vez de contar, ha venido no sólo sumando votos, sino ganando adeptos a su pensamiento fascista.
No son pocos los hogares venezolanos donde el odio se respira en cada rincón. En ellos los únicos temas de conversación (o por lo menos los más frecuente) son la terrible situación que vive el país "por culpa del chavismo" y la necesidad de exterminar a los chavistas por cualquier vía. En esos hogares las expresiones de odio son muy similares a las del padre Palmar.
A estas reflexiones nos condujo el reciente asesinato de dos muchachos venezolanos (policias) por parte de otro joven. No hay razón para que un joven con futuro pierda su juventud enrejado con delincuentes. No hay razón para enlutar dos familias. No hay razón para tanto odio. Sin embargo, pasó y seguirá pasando.
Seguirá pasando, pues mientras los padres sigan sembrando odio en sus hijos y motivàndolos con su ejemplo y palabras a que salgan a enfrentar la autoridad y a "acabar con el régimen" siempre habrá uno que con la adrenalina a millón vaya más allá de los límites.
Que maten o que resulten muertos no puede ser el futuro de nuestros muchachos. Es hora de que los padres evalúen lo que están haciendo y retomen la vieja práctica de enseñarles que la violencia, el irrespeto y los actos vandálicos no es el camino.
¿Donde están y que hacen los padres de esos muchachos que disparan en las protestas, incendian autobuses y locales y agreden mujeres y ancianos? ¿De verdad creerán que están formando hombres y mujeres útiles a la sociedad? ¿Se han sentado a evaluar el riesgo que corren sus hijos y el que ellos hacen correr a otros, siguiendo los planes y las instrucciones de políticos de oficio con alma fascista?
Nos imaginamos el dolor de los padres del asesino de los dos policías. Esperar una larga condena para su muchacho debe ser muy triste, pero ¿cuán culpables son ellos?
Que el que tenga hijos oiga.