Siempre lo expreso, lo escribo y lo reiteró: El presidente Chávez es un peso pesado que no tiene contendor, pero eso es una cosa y otra el papel que juegan los candidatos presidenciales que osan latirle en la cueva.
Creo que las cartas están echadas. Ninguno de los aspirantes tienen el más mínimo chance, sin embargo, el hecho de lanzarse a la contienda electoral debería implicar asumir una responsabilidad con la población.
Sino se suman al saboteo y la abstención, habrá un segundo lugar que lo disputarán los adversarios de Chávez y, a pesar de los desequilibrios de ese sector en su demencial obsesión por sacarlo del poder, deberían escucharse consciente de que una oposición coherente hace falta a todo gobierno y, porque no, esperanzados en que algún día den un golpe de timón y en lugar de ponerse al servicio del imperio lo hagan a favor del país.
Además, cualquier político, cuando decide asumir un reto de tal envergadura, echa el resto, se lazan a la pista con todo y la caja de herramientas.
Sin la pretensión de hacer un análisis electoral, los comicios, según sea el caso, pueden ser una estrategia o un termómetro para aquellos políticos, sobre todo jóvenes, que quieren darse a conocer, medir su popularidad o ganar currículo.
Me explico, no siempre hay que triunfar, a veces, se compite consciente de la pérdida, pero se saca partido de la derrota. El sólo hecho de ser candidato presidencial ya implica cierto prestigio. Y el que quiera, verdaderamente continuar, puede comenzar perfilándose para futuras contiendas, hacer correcciones, cambiar de estrategias, en fin...
Pero el problema actualmente es que al observar y escuchar a los candidatos presidenciales, sólo se palpa que ellos están terriblemente convencidos de la derrota.
Más aún, el convulsionado ambiente político da, a veces, la sensación de que pretenden ejecutar una inmensa guarimba con la abstención, para deslegitimar el gobierno de Chávez.
En todo caso, lo que percibo y quiero compartir con los amigos lectores, es que los aspirantes siguen sin ofrecerle algo convincente a los venezolanos. Lo único que hacen es aferrarse a las críticas contra el Presidente para poder hacer su campaña.
No sé si se habrán percatado de esto, pero Chávez se ha convertido en el jefe de campaña de los candidatos de la oposición. Ni Teodoro Petkoff, ni Julio Borges y mucho menos Manuel Rosales - cuya gestión ha sido una copia ilegible de las misiones y acciones del Gobierno nacional-, producen algo original, con peso en la opinión pública.
Resulta una necedad ver como centran sus estrategias, sus campañas, basados en las críticas de los discursos y alocuciones del presidente Chávez.
Cuando el líder de la revolución venezolana dice algo que, supongo, consideran que no les genera beneficio criticando, acuden entonces al panorama mundial para plegarse a los ataques que hacen las personalidades al servicio del imperio en el exterior.
Claro, resulta difícil no conseguir algo que decir de un Aló, presidente, porque cuando los candidatos no despotrican fingiendo ser prudentes, de participar en una campaña de altura, la gente que los apoya y está encargada del trabajo sucio, toma desde la morrocoya de Rosines hasta el uranio de Irán o la compra de armas a Rusia, para arremeter.
Pienso pertinente aclarar que los ataques traperos –esas ofensas que ni siquiera se hacen al político, sino en lo personal-, no sólo son propias de los venezolanos ¡no!, creo que no tienen fronteras.
Están presentes en todo aquel que utilice la estrategia de cañerías para ganar terreno, presencia en el ambiente político, nacional o internacional, sino escuchemos a los vocero de la Casa Blanca, e incluso a dirigentes como el presidente de Perú, Alan García, quien en la campaña electoral mostró su enojó porque Chávez se llegó a pelear con su entonces esposa Marisabel.
Pero bueno, siendo las cosas de esa forma, Chávez ha de seguir dando la pauta todos los domingos en Aló, presidente, para acomodarles bien esos diez millones de votos por el buche.
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