Pero no, no es así. La Oposición sigue tan torpe como de costumbre. Más perdida que tapita de pendrive. Todos saben que la victoria electoral del 6D se debe a la crisis económica y a los desaciertos del gobierno, y no a las propuestas, a las políticas o a las virtudes de los dirigentes de la MUD, que la Oposición ni campaña electoral hizo. Quién sabe si esos dirigentes sí creen que se debe a ellos el arrastre de la Oposición (vanidad de vanidades, todo es vanidad).
La MUD, luego de declarar la guerra al resto del Estado el mismo día en que tomó el control de la Asamblea Nacional, y de prometer una salida de Maduro en el primer semestre, se quedó en el aparato discutiendo las opciones de “renuncia, reforma constitucional o referendo”. No era poca cosa esa perdedera de tiempo: expresaba grandes diferencias entre los sectores de Oposición. Solamente discutir como alternativa lo de la “renuncia” es sintomático, porque se sabe que Maduro no es militante de la MUD, ergo, no iba a renunciar si en el debate hubiese prevalecido la opción de pedir la renuncia. Pero los que proponían esta opción apenas ocultaban el verdadero sentido de su política: tener una excusa para generar una situación de violencia casi permanente, que los muertos aderezarían la petición de renuncia, política incierta a más no poder.
Lo del 1S fue demostrativo hasta para sus propios partidarios. Una marcha publicitada casi como “batalla final” (como le gusta llamar a El Nacional) que, después del esfuerzo de movilización desde todo el país, resultó que sólo era para hacer un llamado a cacerolear esa noche a las 8:00 pm. Sus propios seguidores, molestos, arrancaron ese día con la etiqueta “#maldita mud”. Empiezan a sentir que con esos dirigentes no se puede llegar a ninguna parte. Máxime cuando lo que sí no han descuidado los jefes opositores es lanzarse a candidatos a presidente y a gobernador; encabezando la candidaturitis el mismo Ramos Allup.
Era fácil vaticinarlo: que luego del 1 de septiembre el mundo seguiría existiendo, pero la Oposición seguiría sin tener política.
La crisis económica es profunda, sus efectos son crueles y sobre todo afectan a los más pobres. El gobierno no ha sabido en estos años manejar la situación, cuyos factores más amenazantes eran perfectamente predecibles. Hasta arrancó el año con un ministro encargado de la economía que negaba que hubiera inflación, es decir, que funcionaba más como ministro de comunicación que como ministro de economía.
Dentro del argot del mundo político hay un viejo dicho, muy citado y muy reputado: “En política los errores se pagan”. Pero a pesar de su pedigrí y popularidad la máxima es falsa: los errores se pagan si hay quien los cobre. O sea, si hay quien tenga capacidad y fuerza para cobrarlos.
La Oposición no está a la altura de cobrar los errores del gobierno. No es el único factor que favorece al gobierno, es cierto, pero es por eso entramos al último trimestre del año en este anticlímax surrealista.