El viejo malibú se desplazaba por el Portachuelo de Tacarigua y su chofer el periodista Pedro Cuartilla, mientras escuchaba su emisora predilecta Mundial Margarita (1020Am, 92.9FM y www.radiomundial.com.ve), observaba como los Robles y otros árboles se habían vestido con el traje de varios tonos de verde que les había traído de regalo la visita de las recientes lluvias que estuvieron en Margarita y que ojalá vuelvan con frecuencia para ver las espigas sonriéndoles a los rayos del rey de la luz.
El reportero se dirigía La Asunción, ciudad procera de Margarita, que tiene sabor a pan de leche y a pandelaño sancochado, para resolver ciertos asuntos ahí, para luego regresarse a su casa y escribir unos textos que tenía pendiente. Al llegar a la capital neoespartana se encontró a Orlando Fermín Rodríguez, un amigo opositor de los tiempos de su infancia, quien después de los saludos respectivos, le señaló al periodista:
“Amigo Cuartilla, quiero serte sincero, tú me conoces desde hace tiempo y sabes mi posición política, porque cada quien tiene derecho a tener su ideología y su credo religioso, pero resulta que yo mismo no acabo de entender estos dirigentes que tiene la oposición, porque si no es una cosa es la otra. Te digo esto, pues se le ocurre tantos asuntos a la vez y al final de la charada, son todos irrealizables, porque si no son inconstitucionales, son, en el peor de los casos, mentiras; es decir, viven engañando a sus seguidores y pretenden que éstos los sigan cuando llaman a una marcha, cuando en realidad actualmente el pueblo no es el mismo ignorante que antes y sabes ahora quién es quién y por eso conoce quien lo engaña y quien le está hablando con la sinceridad y resolviéndole los problemas, tales como las viviendas y el caso de las pensiones.
- ¿Pero ahorita están en una mesa de diálogo? acotó el periodista.
- Eso tiene que ser lo ideal en cualquier democracia, pero sucede que cómo se entiende un diálogo, cuando ellos mismos se están matando y no se ponen de acuerdo, entonces se deduce que dialogar con otros diferentes, ahí sí es verdad que la puerca no sólo tuerce el rabo sino hasta las patas.
El reportero, escuchó un rato más a su interlocutor, se despidió, realizó sus diligencias y se regresó pensativo para su hogar.